Atenas 1000 AC: 3000 años de civilización europea

La génesis y sus actuales mutaciones

Conferencia pronunciada por el   Prof. Igor Andruskiewitsch   en «Cariátide, Asociación Argentina de Cultura Helénica» el día 13 de junio de 2000

 

UN PROBLEMA HISTORIOSÓFICO

Para hablar de la civilización europea deberíamos primero definir que es civilización. Deberíamos también indagar cómo se forman las civilizaciones, la época y el lugar de su formación. Estos son problemas sobre cuyas respuestas no siempre hay acuerdo.

Un problema adicional sería el del contenido mismo de la civilización europea: ¿por qué surgió? y ¿en qué se distingue de las otras?

El solo planteo de todos estos problemas nos indica que nos encontramos frente a una cuestión compleja, de carácter historiosófico. ¿Qué significa esto?  

Ya en la segunda mitad del siglo XIX, un pensador ruso,  Nicolay Yakovlevich Danilievskiy (1822 - 1885), fue el primero en afirmar que el objeto de la historia no son las naciones, sino las culturas o civilizaciones. A raíz de los escritos de Danilievskiy, a fines del siglo XIX, en Rusia, se acuñó la palabra historiosofía, utilizada hasta la revolución comunista y que luego cayó en desuso. A primera vista parece significar una combinación de filosofía con historia, pero, en realidad, su significado textual es "sofia (sapiencia) de la historia". El filósofo holandés Johan Huizinga denominó una conferencia suya ante los historiadores europeos en el año 1927 "Historia de las culturas“. José Ortega y Gasset usa la expresión "historiología" (en "Una interpretación de la historia universal"), subrayando que es reacio a la denominación "filosofía de la historia", porque la verdadera filosofía es una sola. Personalmente, he utilizado también la expresión "macrohistoria", titulando así un libro mío, editado en 1994 en Novosibirsk, Rusia.  

En este siglo varios autores trataron el tema. Entre otros, Osvaldo Spengler, pero el más conocido fue Arnold Toynbee, que comenzó a escribir su estudio sobre la historia  en el año 1932, hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando debió interrumpirlo para trabajar como Jefe en un Servicio Secreto británico. En esta obra monumental, compuesta de varios tomos, Toynbee plantea que el objeto de la historia de la humanidad no es ni la humanidad en sí como tal, ni las naciones en particular, sino algo intermedio entre las naciones y la humanidad, que son las civilizaciones.

Toynbee comienza a explicar qué es una civilización, tomando como ejemplo una hoja de árbol. Él dice que si nosotros tomamos una hoja de árbol y la miramos arrancada de su rama, ya no vamos a ver una hoja, sino algo que se va a marchitar y  pronto se va a con-vertir en algo distinto. Para poder describir la hoja de un árbol hay que mirar la hoja, la rama donde se encuentra, el árbol en sí y hasta sus propias raíces.

Toynbee sostiene que hubo una veintena de  civilizaciones. Destaca que no se pueden estudiar las historias de Inglaterra, Francia, España, Italia o Alemania, sin tener en cuenta que todas estas naciones forman parte de una misma civilización, que él llama civilización europea occidental. Porque es ininteligible la historia de Inglaterra si no se toma en cuenta, por ejemplo, la historia de Francia, que muchas veces fue paralela a la historia inglesa. Toynbee efectúa además otro análisis, preguntándose ¿cuándo comienza la civilización europea occidental?, ya que todas las civilizaciones comienzan y terminan. Él afirma que si nosotros retrocediéramos hacia atrás desde el día de hoy, al llegar más o menos al año 800 DC veríamos que entonces ya existían todos los pueblos, casi todos los estados y casi todas las circunstancias históricas, políticas, sociales y económicas que forman nuestra civilización occidental. Antes de esta fecha vemos otra realidad: los restos de la civilización greco - romana.

De esto Toynbee deduce que las civilizaciones nacen, se desarrollan y perecen, como ya lo había afirmado Spengler, y también que las civilizaciones son hijas de otras civilizaciones anteriores. La  nuestra, la occidental, es hija de la civilización greco - romana. Toynbee concluye que, en la actualidad, subsisten cinco civilizaciones, de todas las que existieron a lo largo de la historia: Europea Occidental, Europea Oriental (bizantina, greco - rusa u ortodoxa), Islámica, Hindú y del Lejano Oriente y, además, algunos residuos "petrificados".

Cuando, una vez finalizada la guerra, aparecen publicados estos volúmenes de Toynbee, el gran filósofo español José Ortega y Gasset vuelve a España y dicta un ciclo de doce conferencias, denominado "Una interpretación de la historia universal", donde rebate algunos de los argumentos de Toynbee. Ortega y Gasset concuerda en que los pueblos y las civilizaciones son como hojas de árbol, que no se pueden estudiar por separado, pero disiente de una cierta tendencia de Toynbee hacia el determinismo, que también se observa en Spengler. Ortega no cree que inevitablemente una historia nace y se desarrolla de una manera determinada, y siempre muere a raíz de un proletariado interno (como afirma Toynbee) y de un ataque de bárbaros externos. Todo ello no siempre es así.

También disiente Ortega con la aseveración de que las civilizaciones son linealmente vástagos de una madre anterior. Para rebatir esta afirmación toma como ejemplo la civilización helénica, ya que Toynbee asevera que ésta es hija de la civilización cretense, o minoica, o egea. Ortega dice que no es así, ya que no hay suficientes datos para afirmarlo. Posteriormente, en el año 1982, poco antes de morir, Toynbee publica un libro llamado "Los griegos, sus raíces y herencias" en el cual habla del mismo problema, pero ya en otro sentido, pues dice que la civilización helénica nació cuando pudo desprenderse de la excesiva influencia sobre ella de la civilización cretense .

Otra idea interesante expresada por Ortega es que, en la formación de la civilización europea,  no sólo se observa la influencia cretense, que la hay, sino que además existe una influencia, imperceptible a primera vista, de las dos primeras civilizaciones conocidas, que eran la mesopotámica (Sumeria, Acadia y Babilonia) y la egipcia, y también de la fenicia. La mesopotámica y la egipcia son dos civilizaciones paralelas que surgen aparentemente sin antecesoras, pero se advierten de una manera vaga en todas las demás civilizaciones posteriores. De este ejemplo Ortega concluye que no se debe afirmar que las civilizaciones son el último campo inteligible de la historia, sino que toda la humanidad es un campo inteligible. En definitiva, por ser todas las civilizaciones partes de la humanidad, ésta se desarrolla en forma de varias civilizaciones, algunas simultáneamente, otras en forma consecutiva, de distintas maneras, pero todas forman parte de una corriente histórica general, de un proceso global.

Esta observación de Ortega es muy importante. La física cósmica moderna logró la percepción de un ruido primigenio que existe en el cosmos, que es el ruido de la primera explosión de la creación del mundo, el  llamado "big - bang", cuyo eco subsiste aún hoy, después de quince o dieciséis mil millones de años de producido. Así también todas las culturas, tengan o no filiación directa o indirecta entre sí, están bajo el influjo del "big - bang" de la primera civilización que creó la humanidad, que no sabemos si fue la egipcia, la mesopotámica o alguna anterior a ellas, porque la ciencia aún no ha dilucidado definitivamente el problema. Esta primera civilización tiene un eco real en todas las demás civilizaciones, imperceptible en la superficie.

Para explicar didácticamente qué es una civilización, podemos utilizar la siguiente hipótesis de trabajo. La civilización es la forma superior de la vida humana, y en general, de la vida. Tenemos vida en amebas unicelulares, luego, en cuerpos multicelulares, en organismos más complejos y, por fin, en el hombre. El hombre, a su vez, forma parte de otro tipo de vidas, que son las sociedades. La forma superior, más compleja y quizás más perfecta de la vida humana, es la civilización. Existe una ley en biología que dice que "todo lo vivo es análogo". Si decimos que la civilización es una forma superior de la vida humana, podemos también decir que es análoga a un fruto o a un huevo, porque estos son también formas de vida.

¿Cuál es la estructura del huevo? Es una estructura de capas múltiples: la cáscara, la clara, la yema y, dentro de ella, la galladura. La cáscara de la civilización son sus instituciones políticas, jurídicas y, en parte, económicas. La clara es lo que llamaríamos la cultura propiamente dicha: el arte, la ciencia, las tecnologías. La yema son sus creencias y la galladura es la parte religiosa de dichas creencias. Idéntica analogía podemos hacer con un fruto. El fruto tiene su cáscara (en la civilización sus instituciones), su pulpa (la cultura), su carozo (las creencias) y su pepita (la religión).

Así, todas la civilizaciones tienen una formación análoga. Cuando hablamos de la civilización europea, vemos que tuvo una forma política, un contenido técnicamente cultural (arte, ciencia y filosofía) y una serie de creencias, dentro de las cuales había un núcleo central de cosmovisión religiosa.

Un politólogo norteamericano define la política como "la imposición de la propia cultura, contra las demás culturas". No siempre se da la lucha entre las culturas, hay ejemplos de convivencia y hasta de simbiosis entre ellas, pero también hay casos de lucha, casos de "complejos de Caín" y hasta de "canibalismo" entre distintas culturas. En general, las relaciones entre civilizaciones se producen no sólo a través de conflictos, de simbiosis o de colaboraciones, sino también a través de mutaciones.

Un ejemplo claro de estas mutaciones es el caso de Egipto. Egipto es una nación que, una vez,  fue también una civilización. Pero en la historia de Egipto, que se remonta hacia el pasado más o menos 5000 años, hay distintas culturas, porque Egipto no siempre fue igual. El Egipto faraónico hasta la época ptoloméica (conquista de Alejandro Magno) hacia el año 330 AC difería, pero no esencialmente, del Egipto posterior, ya que era un estado pagano con muchos dioses. Los conquistadores griegos sólo agregan algunos dioses propios, pero ello no cambió substancialmente la cosmovisión religiosa del pueblo. El cambio profundo llegó con el cristianismo, en los siglos II y III de nuestra era. En Egipto propaga el evangelio el Apóstol San Marcos y allí nace la idea de la vida monacal cristiana y el arte iconográfico. Egipto era entonces un estado helenístico con un centro, Alejandría, que tenía la mejor y mayor universidad de la antigüedad, y la mayor biblioteca del mundo. Un tercio de su población eran judíos, entre quienes se propaga en primer lugar el cristianismo. La cosmovisión muy religiosa del pueblo egipcio lo lleva a abrazar el cristianismo y a superar el politeísmo. En este Egipto helenístico cristianizado, que forma parte del Imperio Romano, se establece en el siglo IV DC,en la Universidad de Alejandría, de acuerdo con el Primer Concilio Ecuménico de Nicea (325 DC), el calendario cristiano, como una síntesis del calendario lunar hebreo (para la Pascua y las fiestas móviles) y del calendario solar romano de Julio César (para las fiestas fijas) que, todavía hoy, es el calendario de las Iglesias Ortodoxas. Este Egipto cristiano, que duró 300 - 400 años, es muy diferente del Egipto ptoloméico y del Egipto faraónico anterior. Pero, en el 650 DC aparecen los conquistadores árabes. El Egipto árabe posterior es aún más distinto de sus predecesores, a punto tal, que la nueva religión cambia el idioma camita egipcio (actual copto) por la lengua semita árabe. Hoy, sólo los cristianos ortodoxos de Egipto conservan el antiguo idioma copto.

En síntesis, el núcleo central de toda civilización son sus creencias. Si cambian las creencias religiosas cambia substancialmente la civilización, aunque conserve el mismo territorio, la misma población y hasta los títulos de sus gobernantes.

 

LA SITUACIÓN PREVIA

Pasaremos ahora al marco cronológico del nacimiento de la civilización europea. Hemos mencionado la fecha de 1000 años AC, que es una cifra redonda y simbólica, sin tener una exactitud cronológica precisa, pero es una fecha límite, un punto “de cruce” de distintos procesos históricos.

No se sabe con exactitud cuándo aparecen en el territorio de Grecia los helenos, o sea los griegos. A veces se suponen fechas diferentes, pero puede decirse que aparecen en sucesivas oleadas desde el año 1900 AC. Antes de esa fecha no hay griegos en la actual Grecia, y la arqueología confirma que el  cambio étnico y lingüístico más antiguo que se detecta es alrededor del año 1900 AC.

Esta inmigración griega al actual territorio de Grecia viene del norte, algunos dicen de la zona del Danubio, otros de la actual Hungría, que es más o menos lo mismo, pero ello no se sabe con exactitud. De cualquier manera, no venían de un lugar que tuviera acceso al mar, porque los griegos eran el único pueblo indoeuropeo que no tenía una palabra propia para designar el mar. Nosotros decimos en español "mar", los rusos "morie", los alemanes "Mer", que son palabras indoeuropeas, pero los griegos no tienen esta raíz y le dicen “talasa”, que es una palabra de las gentes que vivían en el lugar.

Pero ¿quiénes eran estas gentes? Sabemos que se llamaban pelasgos. Los griegos primigenios eran altos o de mediana estatura, rubios, a veces pelirrojos, en cambio los pelasgos eran más bajos, más redondos y de cabello oscuro. No se sabe quiénes eran, parece que se trataba de una raza que predominaba en las islas del Mar Jónico y del Mar Egeo. Toynbee supone que eran "camitas". Como se sabe, la raza blanca (caucásica) se divide en tres grupos: semitas, camitas y arios (indoeuropeos). Camitas eran los antiguos egipcios, que hoy ya no existen como tales, porque se mezclaron con los árabes semitas.

De cualquier manera, aunque los griegos al llegar no conocían el mar, muy pronto aprendieron la navegación y en el año 1600 AC, o sea 300 años más tarde, saltaron ya a las islas, y llegaron a Creta, ocupando su capital Cnosos, más o menos en el año 1500 AC (según Toynbee entre 1480 y 1450 AC). Allí nace la cultura que nosotros llamamos micénica, porque los griegos se adueñan de Cnosos, que ya tenía una cultura, la “cretence” o minoica. Lo hacen a tal punto, que las tablillas de la escritura de Cnosos, que se descifraron en los años 1950, estaban escritas en un griego arcaico y datan del año 1400 AC.

Así, la cultura minóica da lugar al nacimiento de la primera cultura de Grecia: la micénica, que es la cultura de los griegos, pero muy influenciada por la cultura minoica. Allí se da la filiación, porque la cultura micénica es una cultura griega, pero es hija de la cultura minoica, que no lo era.

Esta cultura micénica se propala en Grecia desde el año 1450 AC hasta el año 1200 AC, y es así denominada  por la ciudad de Micenas. Esta es la cultura que nosotros podemos observar descripta parcialmente en la Ilíada y en la Odisea, o sea en la época de la Guerra de Troya, que se desarrolló dentro de la cultura o civilización micénica, que estaba bajo influencia minoica y quizás en parte egipcia. Esto se supone porque las máscaras de oro atribuídas al Rey Agamenón, que se encontraron en Micenas, estaban realizadas en oro de origen egipcio. Los griegos carecían de ese metal, y lo habrían recibido por trabajos como mercenarios en Egipto o por algún acto de piratería.

De cualquier manera, la cultura predominante sobre la micénica era la cultura minoica. Esta cultura micénica tenía una escritura, la lineal “B”, tomada de la lineal "A" de los minoicos, que era anterior y que no ha podido aún ser descifrada (a diferencia de la lineal “B”, que ya fue descifrada), porque no conocemos el idioma en que estaba escrita, pero no era un idioma indoeuropeo. En cambio la lineal “B” pudo ser descifrada, porque era  en idioma griego arcaico, escrito con los caracteres de Cnosos.

La cultura micénica copia de la cultura minoica, en primer lugar, los palacios. La cultura minoica no tenía fortalezas, sino sólo palacios, ya que su poderío era marítimo, como decían los griegos era una “talasocracia” o “el poder sobre las olas del mar” (como después fue Inglaterra).

El centro de la cultura minoica estaba en Cnosos, en un palacio no fortificado y la vida política era una emanación de ese enorme palacio, que hoy llamamos “laberinto”, de 100 m. de ancho por 300 m. de largo, al parecer en dos plantas, donde se encontraban almacenes, contabilidad, administración, en forma asimétrica y para nosotros desordenada. Era una cultura administrativa, comercial y marítima.

Los griegos que llegan del norte, copian la cultura de Creta y la introducen en Grecia. Vemos allí hasta el año 1100 AC, más o menos, la proliferación de esta burocracia palaciega y de un militarismo, según Toynbee. Los griegos ya eran guerreros, pero su tendencia guerrera la transforman en una cierta clase de “militarismo”, porque crean mucha organización militar, pertrechos, comienzan a hacer fortificaciones, etc.

Toynbee dice que ésta fue la causa de la caída de la cultura micénica: el excesivo militarismo, el excesivo burocratismo, la excesiva administración. Ellos querían regentear toda la vida desde el palacio, en forma administrativa y contable y, por ende, ésta era una tendencia mercantilista y a la vez socializante, quizás copiando las grandes culturas orientales, como la mesopotámica y la egipcia, que tenían necesidad de ello, porque debían vivir del agua de los grandes ríos, que  debía ser bien administrada. En Egipto, por ejemplo, todos los años se inundaban las tierras cultivables y cada año había que volver a repartir la tierra. No se podía poner un mojón y decir “esta tierra pertenece a tal ciudadano”, como era en Atenas y en Roma, porque la civilización europea estaba basada en la propiedad privada estricta. (Más aun: el territorio de la República Romana en principio era la suma de las propiedades territoriales de sus ciudadanos). En Egipto no era posible delimitar la propiedad privada con mojones permanentes, por lo tanto todos los años debían decidir los funcionarios qué tierra tocaba a quién. Esto debía ser aceptado sin discusión, ya que era necesario sembrar de inmediato. Por ello, el funcionario que efectuaba este reparto debía tener conocimientos geodésicos y además estar investido de una autoridad, emanada de la autoridad suprema sacral (divina) del mismo Faraón. No se podía discutir, porque había que sembrar rápidamente para que no se produjera una hambruna.

Esta mentalidad burocrática cretense, de regentear y reglamentar todo, influye en los antiguos griegos. Pero ello no concordaba con la mentalidad del pueblo griego ni con la situación geográfica de Grecia, ya que era un conjunto de comarcas chicas, aisladas unas de otras por montañas y otros accidentes geográficos. Estos griegos, de cultura micénica, se llamaban a sí mismos “aqueos”, que es un nombre usado en algunas crónicas egipcias y minoicas. En la Illíada, también aparece este nombre.

Esta primera cultura griega, la micénica, adolece de dos grandes defectos: excesiva centralización administrativa y burocrática y militarismo también excesivamente administrado. Esto lleva a una crisis, porque los campesinos griegos, que eran los componentes de esta sociedad, llegados del norte, donde habían aprendido la agricultura, no podían soportar el peso de la burocracia y del militarismo.

 

LA CRONOLOGÍA DE LA GÉNESIS

En el año 1100 AC se produce “el golpe”. Llega del norte la última ola de griegos, los “dorios”, que aniquilan todas estas ciudades micénicas, con sus palacios, ya fortificados. En 20 ó 30 años, todas las ciudades-palacios quedan destruidas y no queda absolutamente nada de esta cultura, ni siquiera la escritura lineal.

Cien años atrás nosotros no sabíamos que existía la escritura en la cultura micénica griega. Esto fue descubierto más tarde por Evans en Cnosos, pero entonces tampoco sabíamos que era de los griegos, sino que se creía que era de los cretenses. Recién a mediados del siglo XX se supo que una serie de estas tablillas eran en idioma griego muy arcaico. Hoy se sabe que en el año 1200 AC había tablillas en idioma griego. Pero, cuando en el año 800 AC, Homero recopila y redacta una serie de obras anteriores en la Illíada y la Odisea, aparentemente, no sabe que los héroes de sus obras ya tenían escritura.

Toynbee, en su último libro "Los griegos, sus herencias y raíces", publicado en 1982, analiza muy bien este problema, diciendo que Homero no sabía muchas cosas con respecto a la Grecia 400 años anterior a él. Sin embargo, lo que él compila contiene partes que habían sido escritas 200, 300 y hasta 400 años antes. Por ejemplo, Homero sabía que hasta el año 1200 AC, en Grecia se utilizaba un escudo muy largo, que era tan grande que debía ser fijado sobre el cuello. Sabe entonces que existía este escudo, pero no sabe que sus portadores tenían escritura ni qué forma tenían sus palacios. En la Odisea describe el palacio de Ulises, adonde éste vuelve después de diez años de errar por el Mediterráneo. La descripción de este palacio del rey de Itaca (Ulises u Odiseo) no concuerda con la realidad de los palacios del año 1200 AC, en que se sitúa la acción de la Odisea, sino que la descripción corresponde a las casas-quinta de los griegos de su época. Desconoce que los griegos  400 años antes  tenían palacios que se parecían, en tamaño reducido, al laberinto de Cnosos y eran centros administrativos y depósitos muy complicados, copiados de Creta.

En el año 1100 AC se produce un derrumbe total de la cultura micénica, la destrucción total de todos los palacios, y de todos los vestigios de esta cultura. No queda prácticamente nada, salvo las artes rudimentarias de los campesinos: sembrar, arar y cosechar, y la poesía oral. Lo único que pasa del período micénico al período helénico, como lo denomina Toynbee, es la poesía, pero transmitida oralmente con la técnica de repetición de un repertorio de giros y de una cierta métrica. Pero, dentro de esta poesía se pierden muchos conocimientos de la civilización anterior. Por lo tanto, se hereda la poesía y también la religión del pueblo griego y su vida social a nivel popular, pero la superestructura micénica queda destruida.

Alrededor del año 1000 AC, sobre las cenizas de la destrucción de ese primer intento de una civilización griega, surgen nuevas flores. No se conocen con exactitud las fechas. Los griegos tenían una fuerte tendencia de trasmitir mitos y leyendas históricas con anacronismos. Por ejemplo, hay un dato de que, en el año 1067 AC, gobernaba en Atenas Teseo, pero hay otras leyendas que hablan de Teseo en la Guerra de Troya, 150 años antes. De cualquier manera, hay datos, casi fidedignos, de que entre el año 1070 AC y el año 1000 AC se producen las primeras "cristalizaciones" de la “polis" de Atenas. La polis es el núcleo central de la nueva cultura helénica y de la civilización europea en general, porque todo lo demás que se desarrolla después, se desarrolla dentro y a partir de la “polis”.

Pero ¿qué es la “polis”? La raíz indoeuropea de esta palabra es "pol", "pla", "ple", "pal", "plo", que significa principalmente plenitud, y que también forma parte de las palabras latinas plere, completus, repletus, plebes, populus, república, plus, pluralitas, amplitudinus, manipulus. De la raíz paralela "par", "por" derivan los términos "imperare" e "imperio". Es el nuevo espacio de plena convivencia humana, como dice Ortega. Es la nueva ciudad, entendida como ayuntamiento. Por supuesto, las ciudades existían ya desde mucho antes en el Oriente. Entonces, cuál es la diferencia entre esas ciudades anteriores y la ciudad - polis?

Hace ya más de 40 años, en "Diógenes", la revista de UNESCO para la filosofía, apareció un estudio muy profundo, que trataba sobre la génesis de la polis. En este estudio se decía, que la polis griega era una combinación de la idea de ciudad que nació en la Mesopotamia como territorio edificado en torno a templos y palacios, y amurallado, con la idea de una organización basada en el parentesco tribal y familiar de los griegos. Cuando varias tribus deciden unirse para vivir en comunidad, teniendo por centro una ciudad-polis, se produce una combinación de dos grandes tradiciones: la tradición aria indoeuropea de vida familiar y tribal (basada sobre parentesco) y la tradición territorial del Medio Oriente. Al respecto, Aristóteles dice: “La ciudad es la comunidad de familias y aldeas en una vida perfecta y suficiente”. (Política, 1280 b). 

Así se procede a crear ciudades amuralladas (o, como dice Ortega y Gasset, “ayuntamientos” de ciudadanos y de sus casas), de espaldas a la naturaleza y de cara a sus conciudadanos, que son como sus parientes. Ortega bellamente dice, que en la polis el hombre se pone de espaldas al espacio extramuros, y de frente a sus conciudadanos en el fórum, en el ágora, en la plaza mayor.

En relación con este proceso, es muy importante tener en cuenta que las tribus indoeuropeas (que eran grupos de clanes, que a su vez agrupaban a las familias emparentadas) aportaron a la polis su propia estructura constitutiva pre-estatal, basada en la coexistencia de tres principios básicos: monárquico, aristocrático y democrático. Efectivamente, tanto en Atenas, como en Roma y luego entre los eslavos, en estas estructuras siempre vemos tres elementos: un rey, un consejo de personas seleccionadas (senado) y una asamblea popular. Las elecciones sirven para seleccionar, pero tanto los seleccionados como los seleccionadores forman parte del cuerpo general de miembros de la polis, reunidos en asamblea general. Esto se ve aún hoy en los idiomas eslavos. Por ejemplo, en idioma serbio "elecciones" se dice "izbori" ("izbor" en singular), la junta directiva, o sea la "selección", se llama "odbor", y la asamblea general popular se llama "sabor".   

La polis nace alrededor del año 1000 AC. Una fecha confiable es el año 1067 AC, fecha de la primera constitución de Atenas, mencionada indirectamente por Aristóteles en su estudio sobre 158 constituciones. Podemos decir entonces que, alrededor del año 1000 AC se forma la “polis”, como un cruce de estas dos tendencias. Es una fecha simbólica, como muchas en la historia. (Como una curiosidad, también se puede señalar que si se toma el año 1067 AC y se le suma la cifra redonda de 3000 años, obtenemos el año 1933, fecha en que se creó el "Tercer Reich" nacional-socialista, que es una antípoda de la polis, con su repertorio de "un pueblo, un Reich, un Führer". Aunque, el primer anti-estado fue creado 15 años antes por el internacional-socialismo en Rusia.)         

 Los griegos llamaron a este "ayuntamiento" voluntario y libre de varias aldeas vecinas en la polis de Atenas “sinekia“ (“sinoikia“ en la trascripción occidental actual), término formado por las palabras “con“ (sin) y “casa“ (oikia). Ortega y Gasset observa que Mommsen, al terminar su monumental obra sobre la historia de Roma, resume esta última, en la primera edición, con una sola palabra: incorporación. Pero luego, en las ediciones posteriores, ya usa la palabra griega: sinekia. También subraya Ortega, que esta innovación era tan importante en la historia de la humanidad que los griegos, según su idiosincrasia, divinizaron este acto bajo el nombre de la diosa Sinekia (Sinecia, en latín).

Los romanos llamaban esta unión política, formadora de la polis, "concordia ordini", o sea el "acuerdo de los estamentos" que, según Cicerón, era una de las dos columnas de la república, junto con la libertad. Es interesante, que en el Evangelio también se toca este tema: “Todo reino dividido en bandos queda devastado, y toda ciudad o casa dividida en bandos no podrá subsistir” (Mateo, 12:25). En esta frase, en el texto griego original del Evangelio, es usada la palabra polis (polis). La misma palabra es usada en el Nuevo Testamento más de 150 veces.

¿Pero cuál fue la causa principal de esta "sinekia"? Según Ortega las causas eran dos: la necesidad de contar con un permanente caudillo militar para casos de guerra y la necesidad de un árbitro judicial supremo permanente. Según el historiador alemán Von Ihering, esta última necesidad de una función permanente de arbitraje judicial fue la causa motriz de la creación de la polis greco-romana.

Pero, esta función de arbitraje del rex (basileus) no implicaba la creación del derecho, o sea la legislación, sino únicamente la administración de justicia, de acuerdo con el derecho preexistente: su función era preservar el derecho.     

En relación con estos procesos es interesante analizar la etimología de algunas palabras. Por ejemplo, civilización procede de la palabra civis (civitas significa ciudad), pero civil, etimológicamente, quiere decir “allegado a una familia”, o sea no sólo un familiar, sino también un amigo. Otro ejemplo sería la palabra libertad, que es la idea central de la polis, a cuyo alrededor giran todas las demás ideas de la civilización europea. Libertad, "eleuteros" en griego, tiene la raíz “leute”, que en alemán significa gente. Las palabras libertad y amigo tienen la misma raíz: en alemán Freiheit y Freund, en inglés freedom y friend. Esto lleva a la conclusión, de que libre es aquel que es amigo y la libertad surge de la amistad. En las lenguas eslavas esta raíz está en dos palabras:  "priyatel",  amigo, y "priyatno", agradable. Por lo tanto, la etimología de civis, no sólo se refiere a un familiar, sino a un hombre agradable y bien educado; hoy, diríamos "civilizado".

A su vez, en los idiomas eslavos el término "libertad" es una composición de las palabras "su" y "manera de ser y de vivir" (en ruso: "svoy" + "byt" = "svoboda"). De tal manera, la libertad es equivalente a la posibilidad de vivir de acuerdo con su propia manera de ser, según sus propios usos y costumbres, como dice Ortega.

Observamos entonces que la idea de la polis es la idea de la libertad, entendida como una relación agradable entre amigos y parientes, y como una posibilidad real de vivir de acuerdo con su propia idiosincrasia. Hasta el presente, ésta es la idea central de la civilización europea: vivir en una organización política donde todos se sientan sino felices, por lo menos satisfechos y libres. Si no hay esta sensación, no hay civilización europea.

Esta organización política, llamada por los griegos polis y por los romanos municipium, es el verdadero estado europeo, hoy en proceso de abolición. Es la cáscara protectora de una vida libre, segura y, según Aristóteles, más plena y satisfactoria. Pero, el mismo Aristóteles señala una condición imprescindible para su existencia: el estado debe ser estable, o sea que debe estar en condiciones de poder superar permanentemente las inestabilidades inherentes a todas las organizaciones humanas. Además, sin la estabilidad del estado es muy difícil conservar la continuidad jurídica, sin la cual no es posible la convivencia pacífica en la sociedad. De esta condición básica de la polis deriva el nombre moderno de los estados en las lenguas latinas y germánicas, por primera vez usado por Machiavello: “Tutti gli stati, tutti e dominii che hanno avuto e hanno imperio sopra li uomini, sono stati e sono o republiche o principati”. (Niccolo Machiavelli. “Il Principe”.)

Volvamos a la fecha 1000. La última fecha exacta que conocemos es la de la guerra de Troya, aproximadamente 1200 años AC, que era  época micénica, 100 años antes de la destrucción de la Grecia micénica y aquea. La fecha posterior que conocemos con exactitud es el año 776 AC, fecha de la primera olimpíada, veintitrés años antes de la fundación de Roma. Entre estas dos fechas históricas se ubica el nacimiento de la civilización europea.

 

PRINCIPIOS DE LA CIVILIZACIÓN

En los dos primeros dos siglos de esta nueva etapa histórica, entre el año 1000 y el año 800, se obtienen varios logros iniciales de la civilización helénica, que le son característicos, pero que lo son también de la civilización europea y de la civilización en general, es decir, propios de una civilización superior.

Un fruto brillante de esta civilización fueron los juegos olímpicos, que se realizaban cada cuatro años y sirvieron de base para el calendario. También eran la expresión de una constitución política de la comunidad helénica de estados-polis griegos. Esta comunidad no era ni una federación, ni siquiera una confederación, sino una mancomunidad religioso-cultural, sin hegemonía monopólica de nadie. 

Otro de estos hallazgos fue el perfeccionamiento del alfabeto, tomado de los fenicios, quienes a su vez lo habían tomado de la escritura demótica de los egipcios. El alfabeto fenicio carecía de vocales, estaba formado sólo por consonantes, pero el genio griego lo completó, inventando las vocales, en busca de claridad de expresión y de información. (Actualmente, este imperativo de claridad y transparencia se está perdiendo. Casi el 90% de la música en el mundo globalizado es cantada en un idioma que la mayoría de los escuchas no entiende, y, lo que es peor, no necesita entender).   

Otro logro importante de aquel momento fue el perfeccionamiento de la moneda, a pesar de no ser un invento griego. Ya se había usado antes en Lidia, en el Asia Menor (según Toynbee, la patria originaria de los Etruscos), donde sus habitantes comenzaron a estampar un sello con la efigie de su gobernante en los trozos de oro o plata que servían como valor de cambio, pero sólo para uso interno. Grecia copia este invento de acuñación de  moneda por un estado, pero en Atenas se toma la decisión de acuñar monedas de buen peso y composición para usarlas como medio de intercambio internacional. Así, los griegos facilitan el comercio internacional, porque buscan una claridad en las relaciones comerciales, sin engaños, propiciando la confianza como base del progreso económico. La dracma ateniense, que fue la moneda más popular en la antigüedad, contenía inclusive un poco más de metal noble que el declarado oficialmente. En esa misma época, también Homero recopila todas las obras poéticas que se salvaron del período anterior.

Aristóteles evalúa que en el año 1067 AC se instituye el arcontado en Atenas. En la polis de Atenas hubo varios sistemas de arcontes. El primer arconte, al principio vitalicio, era rey (basileus). Después, aparece un segundo arconte (polemarcos), que es  jefe del ejército. Según Aristóteles, esto surge de la observación de que no todos los reyes eran buenos guerreros. Para evitar que la suerte militar del estado de Atenas dependiera de las cualidades buenas o malas del rey en el campo militar, a la vera del rey se instituye una segunda figura: el arconte polemarco, caudillo militar electo por diez años.

Algo similar  sucedía en Roma, donde los siete reyes, del año 753 al año 510 AC, también tenían a su lado, como segundo, a una persona que era jefe de la milicia, el “prefecto equites“ (el caudillo de los jinetes).

Recién en el noveno siglo AC se agregan en Atenas ocho arcontes más jóvenes, para que se ocupen de las demás administraciones. Entonces, todos estos arcontes (incluido el rey) se eligen por diez años. Por fin, el arconte rey deja de tener toda influencia y se ocupa nada más que de la parte religiosa: hacer las ofrendas en nombre de toda la polis.

El primer arconte-rey de Atenas fue Teseo, figura que marca el límite entre dos épocas y que simultáneamente pertenece a ambas: a la época mitológica y a la época histórica. En este sentido, es muy interesante analizar el mito de Teseo, como libertador de Atenas de la servidumbre a la talasocracia de Creta. Según dicho mito, Atenas debía proveer anualmente diez jóvenes a Creta, para que fueran sacrificados al toro del laberinto de Cnosos. Evidentemente, este mito incurre en fuertes anacronismos, porque la época del Teseo histórico es varios siglos posterior a la época de la talasocracia cretense. Sin embargo, este mito es profundamente histórico, porque eleva  la necesidad permanente para la polis de la independencia exterior e interior de la barbarie a la categoría de arquetipo simbólico. (Mircea Eliade en su estudio sobre “El eterno retorno” describe bien esta función de los mitos. Personalmente creo que los anacronismos en los mitos son deliberados, para exteriorizar el carácter extra-temporal de los mismos.)

Asimismo, este arquetipo incluye la incompatibilidad de la civilización  europea con los sacrificios humanos. También Roma, con la extensión de su imperio a toda la cuenca del Mediterráneo, puso fin en Cartago a los sacrificios humanos de niños, sacrificios heredados de Fenicia, y ya condenados en el Antiguo Testamento. Recién 3000 años más tarde, los regímenes comunista y nacional-socialista implantan en Europa los sacrificios humanos. 

Según este mito, "en Atenas sin Teseo – nada". El principio fundador de Teseo es: castigar al culpable con lo mismo que él hizo, pero sin venganza. La venganza es cobardía, y no un principio de la civilización europea. El principio fundamental de la civilización europea es el derecho, y solamente el apego al derecho preexistente y su cumplimiento incondicional produce y garantiza justicia. En idioma ruso la palabra justicia está compuesta de las palabras “con” y “derecho”. (“S-praved-livost”).

Otra idea destacable es la simetría. A partir de esta primera cultura europea (helénica) se vuelven a reconstruir las ciudades, los palacios y los templos, pero no ya como antes, en la época micénica, copiados de la minoica, donde constituían un laberinto confuso. En la nueva cultura helénica todo es simétrico, al igual que luego en Roma. La simetría es una característica propia, muy importante de la civilización europea. Todo debe ser simétrico, proporcional, claro y sencillo. Por ejemplo, los antiguos griegos conocían las reglas de la perspectiva, pero no siempre las aplicaban, porque querían que todo fuera simple, rectilíneo, y buscaban la perfección dentro de la auto-limitación. La simetría y la proporción son ideas rectoras indoeuropeas, que superan el enredo laberíntico.

Con el tiempo, los primitivos griegos agricultores se hicieron marinos, comerciantes y poetas, y luego  también literatos, historiadores, arquitectos y escultores. La ciencia y la filosofía subliman los saberes y superan la astrología. Saberes había ya en la Mesopotamia y en Egipto, quizás más que en Grecia, pero no eran ciencia: eran una acumulación de conocimientos sin indagar en las causas de los fenómenos naturales que ocurrían. El griego quiere saber por qué, quiere conocer la  causa, y allí, nace la ciencia y también la filosofía.    

Este es, a grandes rasgos, el cuadro de la génesis y de la formación de la civilización helénica. En él podemos observar varias líneas de influencia. Vemos que hubo una simbiosis con la cultura micénica, que fue completada con influencias hititas, lidias, siríacas, fenicias y egipcias, todas ellas extraeuropeas. Pero Toynbee, en su último libro, dice que la civilización helénica no hubiera nacido de todas estas influencias, si no se hubiera ensimismado durante 300 ó 400 años después de la destrucción del primer intento de crear una civilización, la micénica-aquea, que vemos descripta en la Ilíada y la Odisea. Esta destrucción se produce en el año 1.100 AC y recién en el 800 vemos que resurge una nueva civilización.

Una civilización nace enfrentándose primero con otras civilizaciones, tomando simultáneamente en préstamo muchos elementos de las mismas, pero  conservando algunas de sus cualidades propias, heredadas de su vida histórica anterior, cuando todavía no poseía civilización. Luego, se retira de estos contactos, se ensimisma y hace una síntesis, decidiendo qué conservar de lo ajeno, qué guardar de lo propio y qué agregar de nuevo para que nazca algo mejor.

 

EL ESTADO EUROPEO DE DERECHO

¿En qué consistió el contenido de esta civilización nacida en esta época? Cuando los griegos llegan a Grecia en el año 1900 AC, se hacen agricultores, pues antes eran pastores y recolectores, y pronto también se hacen marinos y comerciantes. Pero cuando nace la civilización helénica, ya habían desechado la estructura burocrática y militar, copiada de Creta. Su alumbramiento sucede en una polis, donde la libertad y la relación amistosa entre los ciudadanos es  ley. Luego, producen el primer alfabeto, acuñan  moneda y organizan la ciudad, con la idea central de la libertad. Entonces se hace necesario fijar constitucional y culturalmente una segunda idea, sin la cual es imposible mantener la libertad. Esta segunda idea es la idea de la justicia, que ellos llaman recta justicia.

Sin la justicia no puede haber convivencia. En una familia, también debe haber justicia, pero se da por sí, ya que sus autoridades naturales, padre y madre, son justos por razones biológicas. En cambio, en una ciudad, aun chica (Platón habla de 5.000 ciudadanos y Aristóteles de 20.000), pero mayor que una familia y que un clan, se necesitan reglas de juego públicas y claras, de acuerdo con los propios usos y costumbres. Esta era la idea de justicia. Desde el año 1000 hasta los grandes filósofos del siglo IV, ésta es la palabra más usada en Grecia por sabios, filósofos y políticos.

Sin embargo, en esta cuestión existe un problema casi congénito de la civilización europea, consistente en el peligro de confundir la justicia de los sofistas, de los ideólogos, de los filósofos y, por ende, de los políticos, con el estado de derecho. La cuestión es importante, porque la definición más profunda de la polis y de la civilización europea es que la polis es el estado de derecho. De tal manera, si se desvirtúa la noción del derecho y de su función en la polis, automáticamente se desvirtúa también dicha civilización. Al respecto, son importantes las siguientes definiciones de Ortega y Gasset sobre lo que era el derecho para los romanos, quienes llevaron a la cima de la perfección esta función de la polis:

“Las dos notas constitutivas de lo que el Derecho era para el romano: primero, ser, en principio, inmutable; segundo, no ser un mandamiento de ninguna voluntad personal, sino ser lo establecido, o, lo que es igual, la Ley. Ley consuetudinaria, inmemorial, primero; luego las leyes estatutarias, nuevas, que nacían, que surgían de aquellas leyes ya preexistentes, las cuales determinaban cómo se pueden hacer nuevas leyes, pero sin ser nunca órdenes emanadas de una autoridad personal...  El derecho es, pues, por esencia lo irreformable, lo invariable... Con la idea romana... contrasta la actitud de los pueblos europeos continentales desde hace dos siglos... Se dio en la manía de creer que el Derecho es Derecho porque y si es justo, donde justo significa ciertos desiderata de orden moral y ético, utópico y místico, por sí ajenos totalmente al Derecho como tal... Y, en efecto, desde aquella fecha, en proceso cada día más intenso y más acelerado, el Derecho, cuya misión reside en ser una de las pocas cosas quietas y, por ello, seguras, con que el hombre puede contar y en que sabía a qué atenerse, se ha transformado en lo más inestable y movedizo... La destrucción universal del Derecho, señores, clama urgentemente al cielo... A fuerza de hablar de justicia se ha aniquilado el jus, el Derecho, porque no se ha respetado su esencia”. (Una interpretación de la historia universal. XII).

A todo ello se puede añadir la creación de leyes retroactivas y de tribunales “ad hoc”, y la violación sistemática de jurisdicciones naturales de los Estados, en el marco de una manipulación ideológica, más concordantes con las ideas extra europeas de la venganza, que con la idea opuesta de Derecho, de la civilización europea.

La constitución ateniense tuvo varias versiones. La tercera era la de Dracón, que era bastante cruel. Esta es una característica también importante: la justicia en la polis exige crueldad con los crueles criminales. Nosotros hablamos hoy de democracia y desconocemos cómo los griegos entendían la democracia. La democracia griega exigía libertad y justicia, pero asimismo exigía crueldad con todo tipo de criminales. Los romanos luego dirán, repitiendo la máxima de Teseo, que justicia es dar a cada uno lo suyo. Los griegos arrojaban a los ladrones desde un promontorio al mar, para que no pudieran ser enterrados, porque ni siquiera merecían ese honor. Las leyes draconianas eran muy severas, pero luego, con el progreso de la educación, el pueblo pidió suavizar un poco sus penas. Solón, moderador de las leyes draconianas y primer codificador de la constitución ateniense, comerciante, filósofo y poeta, atendiendo a un pedido formulado en una reunión donde le ofrecen el poder legislador, previa renuncia de todos los magistrados a todos los cargos existentes en la polis, redacta una constitución en versos, que es colocada en el ágora (plaza mayor) dentro de la polis, en unos postes giratorios, donde cualquiera podía leer su contenido. Como ejemplo, podemos citar dos frases de esta primera constitución escrita en el mundo:

Redacté leyes iguales para el pobre y para el rico, estableciendo para ambos una justicia recta. Si otro, un hombre perverso y ávido, hubiera empuñado la picana  en mi lugar, no habría podido contener al pueblo. Y si yo hubiera aceptado hacer entonces lo que querían los enemigos del pueblo, la ciudad habría quedado viuda de tantos hombres. Por eso, desplegando todo mi vigor, presenté combate en todos los flancos como un lobo acorralado por una jauría de perros. Me interpuse entre ellos como un mojón entre dos campos sin división, entre los pobres y los ricos.”... “La belleza de la ley hace reinar en todas partes el orden y la armonía. Gracias a la justicia todo es paz entre los hombres, todo es sabiduría”.

De tal manera, una parte de la constitución real de Atenas era escrita, mientras que en Roma nunca hubo una constitución escrita. Actualmente Inglaterra e Israel tampoco tienen constituciones escritas.

Pero tanto en Atenas como en Roma la constitución política real coronaba un conjunto de sistemas organizativos, basados en los criterios de pragmatismo y austeridad.

Esto se ve sobre todo en los sistemas de organización militar y de administración estatal. Tanto la falange griega como la legión romana son buenos ejemplos de esta superioridad sistémica. Alejandro Magno, en un momento, hasta creyó poder sustituir casi por completo sus tropas griegas por tropas reclutadas dentro del Imperio Persa conquistado, pero conservando la organización militar griega. Más tarde, el Imperio Romano logró mantener durante siglos su poderosa maquinaria militar, completada con soldados de las provincias no itálicas, y hasta con mercenarios bárbaros, con muy poco personal romano, merced a la conservación estricta de sus sistemas militares.

Asimismo, las administraciones estatales tanto de Atenas como de Roma siempre se guiaban por el principio de la profunda aversión a la numerosa burocracia.

 En Atenas muchos cargos públicos no sólo eran honorarios, sino que, a veces, implicaban grandes gastos para los funcionarios anualmente electos, que debían organizar las fiestas populares de su propio peculio. La limitación estricta de la cantidad de funcionarios estatales en Roma se conserva aún durante el Imperio. Todos los funcionarios del Estado no superaban 20.000 personas, divididas en aproximadamente 1.000 personas en la clase senatorial y 19.000 en la clase ecuestre, para un territorio que se extendía desde Inglaterra hasta las fronteras de Persia (Irán) y desde el Rin hasta Africa del Norte. Muchas tareas administrativas se delegaban por contrato a privados, a porcentaje, como, por ejemplo, la recaudación de impuestos (a los «publicanos»).

Es importante destacar la racionalidad en la conservación en la antigüedad de estos principios, cuya aplicación se desarrolla orgánicamente, sin petrificaciones, pero sin excesivos cambios radicales. Sin embargo, estos principios se van desvirtuando últimamente en la actual civilización "Occidental", sobre todo bajo la influencia de ideologías socializantes, más emparentadas con los criterios de los grandes estados orientales de la antigüedad, que con los principios de los pequeños estados libres europeos.

Otro campo importante de esta civilización es la política. Este es un tema del cual hoy se habla poco, aunque siempre se recita la palabra democracia, sin saber exactamente qué significa dicho término. Tanto Platón como Aristóteles dicen que la democracia es imposible sin la decencia de los gobernantes. Si los gobernantes no son decentes no hay democracia, sino  un engaño. Como una moneda que tiene estampado “diez dracmas", pero no está hecha ni de plata  ni de oro sino de bronce es un engaño, de la misma manera una democracia con gobernantes indecentes no es una democracia, sino un engaño demagógico.

La VIIª carta de Platón, cuya autenticidad hoy es indiscutida, habla precisamente de esto. En la actualidad se piensa que su propuesta era una utopía, porque  sostenía que los gobernantes debían ser filósofos, pero, al definir al filósofo, expresaba que debía ser una persona buena y decente, además de culta. Debía ser educado, porque si no lo era, no podía ser competente.

Otro factor importante de la polis era la pedagogía. En Atenas hubo tres o cuatro liceos públicos, a los cuales concurrían los varones entre 11 y 18 años a estudiar. Según Aristóteles, en sus obras Política y Ética, los alumnos debían aprenderlo todo: ciencias, artes, gimnasia y artes marciales, sin exagerar en ninguna de ellas. Observa que en Esparta predominaba la educación militar, lo que embrutecía al hombre, pero no enseñarle nada de lo militar, también era un defecto. Sintetiza su pensamiento con la expresión: “de nada demasiado”. La idea de la pedagogía griega como educación integral, instruyendo el cuerpo, el alma, la inteligencia y el corazón, hoy casi se ha perdido. Otra señal de mutaciones profundas. En la democracia ateniense los jóvenes, de 11 a 18 años debían estudiar, luego hacer dos años de servicio militar, para luego volver a su vida privada. Si aspiraban ser gobernantes, dice Platón, debían estudiar la sabiduría durante diez años más, y luego durante otros diez años ayudar a los gobernantes, para aprender el arte de gobernar. Recién después, ya a los cuarenta años, podían comenzar a gobernar, siempre que fueran buenos y decentes.

Por último, debe ser mencionado el principio de la racionalidad, inherente a esta civilización. Gracias a dicho principio, se impone la necesidad de indagar las causas de los fenómenos observables, tanto en el campo de la vida humana, como en la naturaleza. Como consecuencia, en el siglo VII AC nacen por primera vez en la historia de la humanidad las ciencias como tales. Al principio, todas las ciencias se desarrollaban en forma conjunta, incluyendo la filosofía. Asimismo, en la Grecia Antigua se desarrolla por primera vez una forma superior de pensamiento humano, bajo el nombre de teoría, literalmente “contemplación”. 

En relación con ello, es interesante observar que la filosofía y las ciencias nacen en la Grecia Jónica, concretamente en las costas griegas del Asia Menor. Como hemos visto antes, muchos aportes importantes para la formación de la cultura europea provienen del Asia Menor y, en general, del Oriente Medio. De allí procede, inclusive, hasta el mismo nombre de Europa. De tal manera, puede decirse que las costas del Asia Menor son la cuna de Europa. Por ello, la limpieza étnica y la expulsión total de la población griega, autóctona en dichas costas desde hace 3000 años, efectuada en los años veinte del siglo XX, es premonitoria del posible próximo fin de la civilización europea.     

 

UNA CARRERA DE POSTAS DE 3000 AÑOS

La civilización europea, nacida hace tres mil años, ha tenido varias etapas en su larga historia. El paso de una etapa a otra se puede comparar, en cierto sentido, con una carrera de postas.

A la civilización helénica sigue la civilización helenística, que es una ampliación de la cultura helénica a la cuenca oriental del Mediterráneo, a raíz de las conquistas de Alejandro Magno, a partir del año 330 AC, y de la fundación de los reinos helenísticos de Siria y  Egipto, encabezados por los generales griegos Antíoco y Ptolomeo. Según el gran helenista Werner Jaeger, el elemento catalizador de esta ampliación es el concepto expresado con las palabras de Platón: “Dios es el pedagogo del universo” (Leyes, X, 897 b). Con la ayuda de este concepto la filosofía griega encuentra un puente de compatibilidad y comunicabilidad con la espiritualidad semita y camita. (Inclusive con el monoteísmo de Israel).

Luego, tanto el territorio de Grecia como los territorios de los reinos de Siria y Egipto helenísticos, son incorporados al Imperio Romano, con lo cual dicho Imperio se integra al mundo helenístico. A su vez, el mundo helenístico se enriquece notablemente con el aporte del Derecho Romano, produciéndose de tal manera una nueva ampliación, cuyo fruto llamamos civilización greco-romana.

Con el advenimiento del Cristianismo, se produce una tercera ampliación, con la incorporación de los elementos trascedentales del judaísmo. El Cristianismo es el elemento catalizador y transfigurador de esta ampliación, que aporta cuatro nuevas ideas-fuerza fundamentales: 1. Dios es Creador, además de Legislador y Pedagogo del Cosmos. 2. El hombre es una persona, creada a semejanza de Dios, además de ser un individuo (ser vivo individual), y además de ser un “animal social (político)”. El hombre posee derechos inalienables. Es un ser libre, que posee libre albedrío, y es co-creador. Con esta premisa se refuerza substancialmente la idea-fuerza de libertad, que por primera vez es extendida a todos los seres humanos, inclusive a los esclavos. 3. Todos los hombres son hijos de Dios, por lo tanto son hermanos. De esta premisa nacen las ideas-fuerza de fraternidad y solidaridad humanas. 4. Si Dios es Creador del Cosmos y del Hombre, la historia humana tiene un principio (y va a tener un fin). Con ello se supera la idea de una historia cíclica (o espiral), entendida como un “eterno retorno”. La historia es lineal, aunque esta línea no sea recta. De esta idea nace la concepción del progreso (movimiento en el tiempo).

Estas nuevas ideas cristianas son incorporadas paulatinamente a la constitución real del Imperio Romano, a partir de San Constantino Magno (272 - 337). Luego, dicha constitución es ampliada "de jure" con la doctrina de la sinfonía. Justiniano Magno (482–565) recopila el derecho romano y luego en la Sexta Novela establece la doctrina de la sinfonía, combinando en la misma la teoría de Aristóteles sobre la necesidad de formas rectas de la polis (o sea del estado) con la teoría de Platón sobre la necesidad de la decencia y competencia de los políticos: “Recte et decenter rempublicam” (ortas politeias). Según los textos en latín y griego de la Sexta Novela, el estado debe ser: república recta, con poder decente (honesto) y competente. A su vez, el sacerdocio debe ser: honesto, íntegro y enteramente fiel a Dios. Sólo entonces hay sinfonía entre estos dos acordes de virtudes. (Ni unión total, ni separación total entre la Iglesia y el estado).

Estas incorporaciones y ampliaciones se mantienen inclusive después de la división del Imperio Romano en dos mitades, a partir del año 395. Luego de la caída del Imperio Occidental en el año 476, en su territorio, se fundan varios reinos bárbaros, que tratan de mantener algunos rasgos de la civilización  greco-romana, pero la mayor parte de la cultura se pierde y hasta, como dice Ortega, Italia deja de ser bilingüe. (En las provincias italianas de Calabria, Apulia y Sicilia, que siguen perteneciendo al Imperio Romano con capital en Constantinopla, se habla sólo griego, mientras que en el resto de Italia se usa sólo el latín). Pero, cuando la universidad de Constantinopla fue reformada en el año 1045 por el Emperador Constantino Monomaco (abuelo del Gran Príncipe de Kiev Vladimiro Monomaco y bisabuelo del fundador de Moscú, Gran Príncipe de Kiev, Jorge Dolgorukiy), allí se mantienen las dos lenguas clásicas: griego y latín. 

De tal manera, la cultura helenística greco-romana se mantiene en forma completa y sin solución de continuidad únicamente en la parte oriental del Imperio Romano, hasta su caída en manos de los turcos musulmanes en el año 1453. A partir del año 1562, el Imperio Romano de Oriente es nombrado por Occidente como «Imperio Bizantino».    

Paulatinamente se produce la ruptura del Occidente con el Imperio Romano de Oriente y con su cultura helenística. Esta ruptura se formaliza en el año 800 con la coronación de Carlo Magno como emperador, sin el necesario consentimiento constitucional del Emperador Romano con sede en Constantinopla. Pero, en el año 988 se produce la incorporación de Rusia a la Iglesia de Constantinopla, como su diócesis metropolitana Nº 61. Así, con el tiempo, Rusia no sólo se integra a la cultura cristiana helenística, ofreciendo a la Humanidad las obras de sus grandes músicos, escritores, pintores, pensadores y científicos, sino que ella misma se convierte en heredera del Imperio Bizantino, con el nombre de «Tercera Roma».

Mientras tanto, Occidente, después del Cisma en el año 1054 entre la Iglesia Occidental (de Roma) y las Iglesias Orientales (de Constantinopla, Antioquía, Alejandría y Jerusalén) y de las Cruzadas occidentales contra el Islam y contra la Ortodoxia, se reencuentra con el Oriente Europeo, a través de varios puentes: la Calabria Bizantina, los territorios ortodoxos en los Balcanes, y los exiliados bizantinos en Europa Occidental, después de la caída de Constantinopla en el año 1454.

Lamentablemente, el llamado “Renacimiento” resultante es parcial y discriminatoriamente selectivo. Más aun, el Occidente se proclama, prácticamente hasta hoy, como un todo entero y completo, como si el Occidente pudiera existir sin el Oriente correspondiente. Todo el conjunto de la cultura europea, bifurcada, según Toynbee, a partir del año 800 en dos mitades, llega a ser proclamada “occidental”. Ello es una evidente mistificación, discordante con los orígenes de esta misma cultura, con su desarrollo, y, lo que es más importante, con su imperativo de verdad.

Hoy en día se habla de la globalización, de la mundialización, pero: ¿No estamos asistiendo al fin de la civilización europea que ya cumplió 3000 años? ¿Se puede globalizar la polis? Jacques Delor acuñó la palabra “aldea global” al referirse a Europa, pero no habló de la polis, sino de la aldea. Sin embargo, en la aldea no hay civilización, si esta aldea no pertenece a una polis. Por lo tanto, vamos a tener una aldea global sin civilización, o una civilización diferente, con muchos burócratas, muchos gastos militares y estatales, poca amistad entre los ciudadanos, poca libertad, poca cultura, gobernantes inmorales e indecentes, con la manipulación ideológica del Derecho y con la suplantación de la justicia por la venganza. Todo ello en contraposición con los principios de la Civilización Europea.  Si se pudiera hacer una polis global, salvando sus principios básicos, la civilización europea podría continuar, pero si lo que se va a globalizar no va a ser la polis, sino otra cosa, el resultado será otra civilización. No en vano, hoy ya se habla de una civilización atlántica, que podría tener algunos elementos europeos, pero que básicamente no será europea.

También la dilatación de la polis ilimitada producirá inevitablemente mutaciones y mutilaciones en la misma. No se puede ensanchar la polis hasta que ocupe todo el globo terráqueo. Estas mutilaciones y mutaciones no deben ser hechas en los valores y principios esenciales que hemos enumerado, ya que los mismos no pueden ser desvirtuados ni mucho menos descartados. Si se amputa y descarta lo esencial o se inducen mutaciones en estos valores estaremos asistiendo al término de nuestra civilización.  O, quizás, a una involución o a un retroceso a una situación preeuropea, con fuerte presencia de algunos elementos de las civilizaciones egipcia, mesopotámica, cretense o cartaginesa, con estados monstruosos, con palacios enormes, con burócratas que registren y reglamenten toda nuestra vida. Los pueblos, entonces, ya no podrán vivir libremente de acuerdo con sus propios usos y costumbres, con su propia manera de ser.

 

1