LA DIMENSION POLEMICA DEL “DISCURSO FÚNEBRE” DE PERICLES

por  Ioana Catsigyanis 

Introducción

Tradicionalmente, la crítica literaria, la filosofía y el pensamiento político vieron en el “Discurso Fúnebre” de Pericles la mejor y más genuina descripción de los valores y los ideales de la democracia ateniense, como si el orador Pericles o el historiador Tucídides, adelantándose a su tiempo, se hubieran propuesto dejarle al mundo occidental un fiel testimonio de la vida política de uno de los momentos históricos más significativos y fundantes para Occidente. Es verdad que no debe olvidarse la ambición histórica con la cual Tucídides escribió su Historia de la Guerra del Peloponeso y con la cual Pericles, en este mismo discurso, se dirigió a los ciudadanos de Atenas: “y sin que nos falten los testigos, seremos admirados por nuestros contemporáneos y por las generaciones futuras, y no tendremos ninguna necesidad ni de un Homero que nos haga el elogio ni de ningún poeta que deleite de momento con sus versos...” (Tucídides, II, 41,4). De todas maneras, tampoco debe olvidarse la pregunta acerca del motivo por el cual Pericles, ante un auditorio conformado por ciudadanos atenienses quienes no sólo conocían sino también tomaban parte activamente en los mecanismos de administración pública y en los espacios de decisión política de la ciudad, tuvo la necesidad, en ese preciso momento histórico, de hacer explícitos y enfatizar los principios políticos del régimen vigente.    

El “Discurso Fúnebre” es un discurso de género epidíctico pronunciado por Pericles al finalizar el primer año de la Guerra del Peloponeso en honor a los soldados atenienses muertos en combate. Es necesario hacer una importante aclaración: este discurso no es un fiel testimonio del discurso que el mismo Pericles pronunció en aquella situación concreta de enunciación sino que es una reconstrucción del historiador Tucídides para incluirlo en su obra con la pretensión de introducir la “realidad” para crear un efecto de objetividad. Si tenemos en cuenta que este discurso es una reconstrucción del historiador, nos enfrentamos con el insalvable problema de pensar hasta qué punto estamos analizando estrategias discursivas de Pericles o de Tucídides, quien no disimula en absoluto la admiración que sentía por el estratega ateniense al cual ve como paradigma de hombre político. Para poder llevar a cabo nuestro análisis, vamos a situarnos dentro de la construcción del discurso y, por supuesto, del acontecimiento histórico que nos propone Tucídides y a partir de allí  trataremos de ver los rasgos polémicos del discurso que se filtran a pesar de la mediación de un historiador que admira a este personaje histórico. Nuestro trabajo se va a limitar a analizar el discurso que nos ofrece Tucídides acordando una “credulidad momentánea” con el historiador, pues el análisis de la construcción de Pericles y de sus sucesivos discursos incluidos en la Historia de la Guerra del Peloponeso puede ser objeto de estudio de otro trabajo.

En este discurso se enlaza el recuerdo de los soldados muertos con el elogio a la ciudad por la cual lucharon. Una lectura inocente de este discurso podría analizar el elogio de Atenas en su valor estético y verlo como una “digresión” literaria cuya función es describir la ciudad por la cual murieron aquellos que combatieron contra Esparta. Siguiendo la opinión de Perelman en su Tratado de la Argumentación acerca de la función argumentativa del género epidíctico, podríamos analizar este discurso en su dimensión polémica contextualizándolo en el momento histórico-político en el cual fue pronunciado y tratando de identificar las tensiones políticas e ideológicas que estaban en juego en la sociedad ateniense al finalizar el primer año de guerra entre la Liga de Delos y la Liga del Peloponeso. Otra posibilidad interesante es el análisis, a partir de las propuestas teóricas descriptas por Ruth Amossy y Anne Herschberg Pierrot en Estereotipos y Clichés, de las representaciones cristalizadas de atenienses y espartanos que se están activando en el discurso y analizar el rol que cumplen en este contexto discursivo polémico. Un tercer objetivo es tratar de identificar lo que, en términos de Marc Angenot en La parole pamphletaire,  son ideologemas que puedan estar operando en el discurso con la ayuda de otros testimonios escritos de la época debido a la distancia temporal que nos separa de la sociedad ateniense en tanto lectores modernos. Estos testimonios escritos provienen del ámbito del teatro griego, tanto de la tragedia como de la comedia política, espacio por excelencia en el que se plasma la opinión pública contemporánea y en el cual tenía lugar el cuestionamiento institucional, social y político de esta sociedad.

 

Breve marco histórico

El historiador griego Tucídides es el responsable de la construcción del acontecimiento histórico “Guerra del Peloponeso”. Bajo este nombre, Tucídides recorta y relata minuciosamente los continuos enfrentamientos entre las dos potencias detrás de las que se alinearon todas las ciudades griegas luego de las Guerras Médicas: la Liga de Delos y la Liga del Peloponeso. En el momento en que empieza la guerra, Atenas es gobernada por Pericles, quien había delineado la doctrina democrática ateniense y se esforzó por llevarla a cabo durante casi 30 años. Pericles decide enfrentar a la potencia rival mediante la siguiente táctica: Atenas, que poseía el dominio sobre el mar, debía librar la guerra sobre el mar y despreocuparse por el territorio conservando exclusivamente la ciudad y el puerto. Esta estrategia implicó un éxodo interior, pues los atenienses debieron abandonar sus campos y entrar dentro de los muros de la ciudad. Esta táctica fue aplicada no sin generar ciertas resistencias en la población que rápidamente comenzaba a sentir el hacinamiento urbano y veía sus propios campos destrozados por el ejército peloponeso. A los jóvenes les fue difícil tolerar el espectáculo de ver sus tierras asoladas ante sus propios ojos y oponían resistencia a la táctica de Pericles incitándose los unos a los otros a salir a luchar contra los enemigos. La sociedad ateniense se encontraba bajo un clima de excitación y de irritación contra Pericles porque lo consideraba el máximo responsable de sus males y pérdidas. Pericles tuvo que sostener con firmeza su táctica y convenció al consejo y a los otros estrategos para que se suspendieran las asambleas ordinarias y extraordinarias alegando que los ciudadanos iban a deliberar con más cólera que juicio. Este clima de hostilidad hacia la guerra comenzaba a ser capitalizado por los adversarios de la democracia en Atenas quienes veían la oportunidad de derribar este régimen, instaurar la oligarquía y pactar la paz con Esparta, ciudad en la que estaba instaurado el régimen oligárquico. Estos grupos aristocráticos deseaban aprovechar este tiempo para ganar adeptos de las clases medias y bajas descontentas con las pérdidas económicas a las cuales habían sido empujados gracias a las decisiones políticas de Pericles.

Esta situación de descontento es bien reflejada por Aristófanes en su comedia Los Acarnienses donde el protagonista, Diceópolis, es un campesino que padece todas las incomodidades del hacinamiento urbano, ve la destrucción de sus campos y culpa por ello a Pericles y “a los belicistas”. En la comedia La Paz,  Aristófanes pone en boca de uno de sus personajes: “Sapientísimos campesinos, prestad atención/ a mis palabras, si queréis enteraros de cómo ésta [la vida campesina] se perdió./ (...) Luego Pericles, temiendo participar de su infortunio,/ asustado de vuestra manera de ser y de vuestro carácter que muerde,/ antes que sufrir ningún mal él mismo, incendió la ciudad:/ le echó encima la pequeña chispa del decreto megárico/ y sopló una guerra tan grande que con el humo/ todos los griegos lloraron, los de allí y los de aquí." [1] .

Análisis

Perelman sostiene que el discurso epidíctico no era visto en su dimensión argumentativa puesto que se lo pensaba como un discurso emitido por un orador solitario frente a meros espectadores cuyos temas y valores en absoluto eran dudosos y no perseguían un fin práctico. La función argumentativa de este género de discurso pasa desapercibida en la medida en que los valores a cuya adhesión promueve son analizados aisladamente de aquellos otros valores con los cuales entra en conflicto (Perelman, 1989: 99). Tal es el problema que encontramos en la recepción del  “Discurso Fúnebre” de Pericles, como ya anunciamos  en la Introducción. Nuestra hipótesis de trabajo es que el objetivo de este discurso, si bien en superficie la finalidad es rendir homenaje a los soldados muertos, es polemizar con los atenienses partidarios de la oligarquía, reforzar los valores democráticos en la ciudadanía ante la creciente influencia del partido oligarca y disipar de los ciudadanos las resistencias a las tácticas adoptadas durante la guerra. En la comparación entre atenienses y espartanos, el fin no es sólo polemizar con los enemigos de la guerra, los espartanos, sino también con los enemigos políticos dentro de Atenas.

Luego de la captatio benevolentiae, el orador comienza su elogio a la ciudad recordando el valor de los antepasados atenienses: “Ellos habitaron siempre esta tierra y, en el sucederse de las generaciones, nos la han transmitido libre hasta nuestros días gracias a su valor” (36,1). Es decir, los antepasados eran valerosos y  por ello la ciudad gozó de libertad hasta la actualidad. En el momento de enunciación de este discurso, los atenienses comenzaban a cuestionarse la guerra y había sectores que pedían la paz. Pericles trae el ejemplo de los antepasados como ejemplo de valor cuya consecuencia es la libertad de la ciudad. En esta alusión a los antepasados puede ser entendido el siguiente mensaje: si vosotros también actuáis con valor, la ciudad se mantendrá libre y así continuaréis la obra de nuestros antepasados. Con este ejemplo, el orador se propone hacer sentir responsables de la libertad de Atenas a los actuales ciudadanos y que, por lo tanto, dejen de cuestionar las tácticas oficiales de guerra. El orador también recuerda que los antepasados siempre habitaron en este lugar. Los atenienses se consideraban a sí mismos habitantes autóctonos de su tierra, hecho que era un motivo de orgullo. Esta proposición subyacente, que puede ser considerada una máxima ideológica, también la encontramos en los versos 825-26 de la Medea de Eurípides: “Los hijos de Erecteo desde antiguo fueron prósperos e hijos de dioses felices, de una tierra santa y no devastada, nutridos de la sabiduría más ilustre,” [2] .

Luego de la descripción de los antepasados, Pericles pasa al elogio del régimen político de Atenas: “Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos y, más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría, es democracia” (37,1).  Pericles enfatiza que Atenas no es imitadora de otros pueblos sino que es más bien un ejemplo. Esta afirmación puede aclararse si pensamos que los oponentes políticos de Pericles eran los partidarios de la oligarquía y que la oligarquía era el régimen político espartano. Los oligarcas son, entonces, quienes proponen “emular las leyes de otros pueblos” olvidando que en realidad el régimen ateniense es visto como modelo. La explicitación de que el régimen ateniense es la democracia no debe entenderse más que como un énfasis frente a otra propuesta política que comenzaba a tener influencia en ese momento. Pericles se dirige a ciudadanos atenienses que conocen muy bien el funcionamiento político de la ciudad y la “obvia” afirmación de que los atenienses viven en democracia sólo puede entenderse en la medida en que se recuerden las formaciones ideológicas en competencia (Maingueneau, 1987). El orador continúa: “(...) en la elección de cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, (...) y tampoco nadie, en razón de su pobreza, encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad” (37,1). El blanco de esta afirmación es el régimen oligarca, régimen que se basa en la riqueza y la clase para el acceso a la actividad política. Las dos afirmaciones arriba citadas se proponen intensificar la adhesión del auditorio a los valores y a los modos de participación política democráticos y compartidos en un momento donde existe la posibilidad de que irrumpan nuevas propuestas. El historiador Claude Mossé en su libro Historia de una democracia: Atenas sostiene que hacia el año 431 a.C. circuló en Atenas un panfleto de autor desconocido que describía al régimen ateniense como un régimen que favorecía a los malvados y a sus intereses y que perjudicaba especialmente a los “hombres de bien”. Según Mossé, de esta manera comenzó a elaborarse una propaganda que reclamaba la vuelta a la antigua constitución y que se rehusaba a aceptar la soberanía del pueblo, es decir, se declaraban adversarios del principio de la democracia. La fecha de publicación de este panfleto coincide con la fecha de nuestro discurso, que fue pronunciado en el invierno del 431-430 a.C.

La psicología social mostró que las representaciones colectivas cristalizadas juegan un importante rol en la construcción de las identidades colectivas y en la cohesión de un grupo. Estas representaciones estereotipadas se desempeñan como un instrumento categorizador que permite la distinción de un “nosotros” frente a un “ellos” en donde la uniformidad se logra a través de la exageración de las similitudes del grupo (Amossy-Pierrot, 2001: 49). En momentos de conflictos bélicos el contacto entre miembros de grupos distintos es mayor y más problemático por lo cual la funcionalidad de los estereotipos colectivos se acentúa a modo de instrumento de distinción de los “otros”. En el “Discurso Fúnebre” son exaltados los valores y el modo de vida atenienses en comparación con Esparta. En la descripción de ambos grupos, se activan  representaciones fosilizadas de atenienses y espartanos, estereotipos que han perdurado y sobrevivido en el imaginario cultural occidental: Esparta es una ciudad que expulsa a los extranjeros frente a Atenas que es una ciudad abierta a todo el mundo; la educación espartana consta de un duro entrenamiento para alcanzar la fortaleza viril frente a los atenienses que gozan de una vida cultural sin dejar de ser valientes ante los peligros. Dice Pericles: “(...) nos distinguimos en cuanto a que somos extraordinariamente audaces a la vez que hacemos nuestros cálculos sobre las acciones que vamos a emprender, mientras que a los otros la ignorancia les da coraje, y el cálculo, indecisión” (40,3).  En esta visión estereotipada de sí mismos, los atenienses se presentan como los amantes de la palabra, el saber y el cálculo frente a los espartanos que son vistos como ignorantes y poco amantes del discurso. El propio Tucídides pone en boca del general espartano Estenelaidas: “No llego a entender los largos discursos de los atenienses” (I, 86, 1). En esta caracterización de los atenienses como un grupo especialmente hábil para los discursos, dice Pericles: “en nuestra opinión, no son las palabras lo que supone un perjuicio para la acción, sino el no informarse por medio de la palabra antes de proceder a lo necesario mediante la acción” (40,2). La dicotomía palabra y acción es un lugar común de la retórica griega y, en este contexto, es interesante preguntarse hasta qué punto no constituye sólo un lugar común si no olvidamos el detalle de que, debido al clima de irritación que se vivía en Atenas contra Pericles, el estratega ateniense decidió suspender las asambleas ordinarias y extraordinarias por que consideraba que el demos, quien comenzaba a cuestionar sus decisiones políticas, no estaba en condiciones de deliberar.  Y cuando el orador dice: “no confiamos tanto en los preparativos y estratagemas como en el valor que sale de nosotros mismos en el momento de entrar en acción” (39,1) cabría preguntarse qué otra cosa fue su táctica de librar la guerra en el mar y someter al pueblo ateniense a un éxodo y hacinamiento urbano sino una estratagema. Además del clásico tópico griego, vemos tensiones y contradicciones entre palabra y acción en el discurso que pronuncia Pericles ante sus conciudadanos.

“Nosotros no nos afligimos antes de tiempo por las penalidades futuras y, llegado el momento, no nos mostramos menos audaces que los que andan continuamente atormentándose;” (39,4). En esta afirmación no vemos un único blanco de ataque. Según el contexto discursivo, esta afirmación continúa en la línea de la comparación entre atenienses y espartanos: unos son valientes y por lo tanto no se preocupan de antemano, los otros son cobardes y esto los lleva a volverse quejosos. Pero de acuerdo con el contexto de enunciación y el clima de descontento ciudadano, podemos pensar que quienes “andan continuamente atormentándose” son las masas campesinas atenienses que se vieron privadas de su economía rural, viven hacinadas dentro de los muros de la ciudad y empiezan a reclamar una tregua. Pero si pensamos en el campo discursivo contemporáneo, el blanco polémico son aquellos quienes tienen otra propuesta política frente a la oficial. Estos últimos adversarios discursivos  nos pueden dar la pauta de la función polémica de la dicotomía atenienses-espartanos. Pericles divide el mapa político en dos polos: los atenienses y los espartanos, división obvia en ese contexto de guerra declarada. Podemos agregar predicados a los núcleos de esta dicotomía: los atenienses democráticos y los espartanos oligárquicos. La estrategia de Pericles para apuntar a sus enemigos políticos dentro de su ciudad consiste en identificarlos con los enemigos declarados. La identificación surge por la afinidad política: en Esparta regía el régimen oligárquico y los enemigos políticos de Pericles son los grupos aristocráticos atenienses que pretendían derribar la democracia, instalar la oligarquía y pactar con la ciudad enemiga. La visión cristalizada que Pericles construye de los espartanos también afecta a sus adversarios políticos, por lo tanto aquellos que no son democráticos también son toscos, ignorantes, cobardes, poco amigos de la palabra y los esparcimientos culturales. Pericles en ningún momento menciona a sus adversarios políticos pero es claro que no todos los atenienses entran dentro del predicado “democráticos”, por lo tanto aquellos atenienses que no lo eran son identificados con el enemigo.   

El mantenimiento del régimen democrático ateniense estaba sujeto al funcionamiento del Imperio. Si bien la Liga de Delos, constituída luego de las Guerras Médicas, en principio se trataba de una alianza militar que reunía a las ciudades jónicas en torno al santuario de Delos, no pasó mucho tiempo para que el resto de las ciudades jónicas pasaran del estatuto de aliados al de sometidos de la ciudad de Atenas. La prosperidad de esta ciudad dependía del dominio que ejercía sobre el Egeo y su abastecimiento económico dependía del tributo que pagaban los “aliados”.  La Guerra del Peloponeso comenzó por un  conflicto entre atenienses y corintios, que formaban parte de la Liga del Peloponeso, por la posesión de la colonia de Potidea. Atenas, una vez que había dominado el Egeo, ahora deseaba extender su imperio hacia occidente. Es interesante ver cómo Pericles se refiere a los “aliados” de Atenas con los eufemismos del imperialismo: “la amistad”, “la libertad”: “También en lo relativo a la generosidad somos distintos de la mayoría, pues nos ganamos los amigos no recibiendo favores, sino haciéndolos.(...) Somos los únicos, además, que prestamos ayuda confiadamente, no tanto por efecto de un cálculo de la conveniencia como por la confianza que nace de la libertad” (40, 4-5). A la lucha por la dominación de colonias y ciudades, Pericles la denomina “ganarse amigos” y “una ayuda amistosa no por conveniencia sino por la confianza propia de la libertad”. 

“Afirmo que nuestra ciudad es, en su conjunto, un ejemplo para Grecia, y que cada uno de nuestros ciudadanos individualmente puede, en mi opinión, hacer gala de una personalidad suficientemente capacitada para dedicarse a las más diversas formas de actividad con una gracia y habilidad extraordinarias” (41, 1). En este fragmento, el orador está empleando el tópico aristotélico de lo posible e imposible en cuanto a las partes y el todo: aquello que es posible en el todo, también lo es en las partes (Aristóteles, Retórica, II, 19, 29-30). Es decir, si Atenas es virtuosa en diversas actividades, también lo son los atenienses individualmente. El empleo de este tópico le permite al orador abreviar el elogio de los soldados muertos que, en principio, era el fin de este discurso.  Esto lo dice el propio orador una vez finalizado el elogio de la ciudad: “lo principal de este elogio ya está dicho, dado que las excelencias por las que he ensalzado nuestra ciudad son el ornamento que le han procurado las virtudes de estos hombres y de otros hombres como ellos” (42, 2). Esta observación es una argumento plausible para sostener nuestra hipótesis de que, si bien en principio el fin de este discurso es elogiar a los muertos de la guerra, la verdadera finalidad, entre otras, es intensificar la adhesión a los valores democráticos atenienses. El elogio a los muertos y el consuelo a sus familiares es desproporcionadamente breve y “frío” en comparación con el elogio de la ciudad. Cuando el orador nos anuncia que pasará al elogio de los soldados caídos, podemos ver que el elogio a los muertos en realidad es una exhortación a los vivos: “Ninguno de estos hombres se acobardó prefiriendo seguir con el goce de sus riquezas ni trató de aplazar el peligro con la esperanza de su pobreza, de que conseguiría librarse de ella y se haría rico. Al contrario, considerando más deseable el castigo al adversario que aquellos bienes...” (42, 4) y más adelante: “Tratad, pues, de emular a estos hombres, y estimando que la felicidad se basa en la libertad y la libertad en el coraje, no miréis con temor los peligros de la guerra” (43,4).

En 42, 4 encontramos el fragmento más emotivo: “pensaron que era más hermoso resistir hasta la muerte que ceder para salvar la vida; evitaron así la vergüenza del reproche, afrontaron la acción a costa de su vida, y en un instante determinado por el destino, en un momento culminante de gloria, que no de miedo, nos dejaron.” En este fragmento, el orador se propone movilizar el pathos del auditorio y el recurso que encontramos es la acumulación intensiva de conceptos en gran medida significativos para el imaginario griego más tradicional (muerte, vida, vergüenza, acción, destino, gloria, miedo) para finalizar con una expresión eufemística (“nos dejaron”) en lugar de la “patética” mención de la muerte.  También es utilizado el recurso de la amplificación para caracterizar el momento de la muerte de los soldados: “en un instante determinado por el destino, en un momento culminante de gloria”.  Pericles se propone provocar en el auditorio una admiración tal de los hechos descriptos como para movilizarlo hacia la imitación de estas acciones.   

Pericles exhorta a resistir en la guerra a ciudadanos atenienses que se quejaban por haber sido perjudicados económicamente y que comenzaban a pensar en una tregua.  El orador se sirve del elogio para postular ejemplos a los ciudadanos: “Así es como estos hombres se mostraron dignos de nuestra ciudad; y es menester que los que quedan hagan votos por tener frente al enemigo una disposición que apunte a un destino más seguro sin consentir por ello ninguna pérdida de audacia. No debéis considerar la utilidad de esta actitud (...) sólo a través de las palabras de un orador que exponga todos los beneficios que derivan de defenderse contra el enemigo; debéis contemplar, en cambio, el poder de la ciudad en la realidad de cada día y convertiros en sus amantes” (43, 1). Además de la exhortación a los ciudadanos, en este fragmento encontramos otros elementos interesantes. Pericles le dice al auditorio que tenga una actitud audaz frente a la guerra “no (...) sólo a través de las palabras de un orador”. Esta referencia a sí mismo es interesante pensarla en el contexto de fuerte cuestionamiento ad hominem contra Pericles. El orador dice al auditorio acerca de Atenas “convertiros en sus amantes”. Esta expresión, la de “convertirse en amante de la ciudad”, parece ser una expresión fosilizada que habitualmente era utilizada por los políticos atenienses. Probablemente esta frase haya sido parte del lenguaje de madera ateniense, es decir, de aquella manera rígida de expresarse ligada al lenguaje político oficial (Amossy-Pierrot, 2001:121). Es un lugar común en el discurso político griego que el buen ciudadano sea un “amante”de la polis, tópico que podemos ver también en el diálogo de Platón Alcibíades 132 a. Encontramos esta expresión parodiada en la comedia Los Caballeros de Aristófanes cuando el personaje del morcillero le relata a Demo, que representa al pueblo ateniense, cómo era engañado por los políticos:

“Morcillero – En primer lugar, siempre que alguien decía en la Asamblea: ‘¡Oh! Demo, estoy   enamorado de ti, te quiero y soy el único que cuida de ti y vela por tus intereses’; siempre que alguien hacía este proemio, agitabas las alas y erguías los cuernos.

Demo- ¿yo?

Morcillero-A cambio de esto, se iba después dejándote engañado.

Demo- ¡Qué dices! ¿Me hacían eso y no me daba cuenta?” [3]

A modo de conclusión

Si bien el “Discurso Fúnebre” de Pericles es un discurso epidíctico, esperamos haber demostrado que puede ser considerado un discurso con fuertes rasgos polémicos. Las distinciones aristotélicas de los géneros del discurso no son obstáculos para el entrecruzamiento de rasgos que, en una visión taxonómica, se mantendrían en compartimientos separados. Esta oración fúnebre tiene de epidíctica su función más superficial, el elogio a los soldados muertos, pero por debajo subyace su función argumentativa y polémica que no podría pasar desapercibida en la medida en que se piensa este discurso en su específico contexto de enunciación.

[1] Aristófanes, Las avispas, La paz, Las aves, Lisístrata. Edición de F. Rodriguez Adrados, Madrid, Cátedra, 1994.

[2] Eurípides, Tragedias, Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 2000.

[3] Aristófanes, Comedias. Los acarnienses. Los caballeros. Madrid. Biblioteca Básica Gredos, 2000.

 

Bibliografia

·        Amossy, R. y Herschberg Pierrot, A., Estereotipos y Clichés, Buenos Aires: Eudeba, 2001.

·        Angenot, M., “Presupuestos/Topos/Ideologemas”, (extraído de Angenot, M., La parole pamphlétaire), Ficha de Cátedra de la materia Lingüística Interdisciplinaria, Cátedra Elvira N. de Arnoux, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

·        Aristófanes, Comedias. Los Acarnienses. Los Caballeros, Madrid: Gredos, 2000.

·        Aristófanes, Las Avispas. La Paz. Las Aves. Lisístrata, Madrid: Cátedra, 1994.

·        Aristóteles, Retórica, Madrid: Gredos, 2000.

·        Eurípides, Tragedias I, Madrid: Gredos, 2000.

·        Maingueneau, D., “Interdiscurso”, Ficha de Cátedra de la materia Lingüística Interdisciplinaria, Cátedra Elvira N. de Arnoux, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

·        Mossé, C., Historia de una democracia: Atenas (desde sus orígenes hasta la conquista macedónica), Madrid: Ediciones Akal, 1987.

·        Perelman, Chaim y Olbrechts-Tyteca, Tratado de la Argumentación, La nueva Retórica, Madrid: Gredos, 1989.

·        Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, (Libros I-II), Madrid:Gredos, 2000.

 

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