Enseñanza e investigación en Astrología


Redactado en ocasión de la participación de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires en el X Encuentro entre Astrólogos organizado en 2006 por la revista GeA.

 

            En el marco de este encuentro y de la celebración de su continuidad, quisiéramos aportar algunas reflexiones sobre la enseñanza y la investigación en Astrología, actividades que, en grados diversos, caracterizaron al Centro Astrológico de Buenos Aires (CABA) desde su creación hace tantas décadas.

            La Astrología, ciencia milenaria cuyo amor hermana a todos los presentes en este Encuentro, es un lenguaje simbólico que explora la identidad fundamental entre nuestra vida y el Cosmos a través del estudio serio y sistemático de las correlaciones entre ciertos fenómenos celestes y ciertos fenómenos terrestres.

            Podría decirse que su práctica contemporánea transita básicamente tres corrientes: 1) la de difusión masiva presente en los medios de comunicación, asumidamente frívola en cuanto entretenimiento y excusa para el encuentro humano, elemental y, en general, de un discurso simplista que falsifica la práctica astrológica tradicional; 2) la de orientación cientificista, relativamente reciente y de gran eficacia en su aplicación de rigurosas técnicas estadísticas que validan gran parte de los principios astrológicos tradicionales y generan asimismo nuevos conocimientos; y 3) la de orientación psicologista (llamada Astrología Humanística), que apunta al autoconocimiento y al desarrollo y evolución personales a partir de la autocomprensión referida a un marco de existencia trascendente, tal como el que naturalmente nos ofrece el cielo.

Sin excluir, por supuesto, otras prácticas orientadas a los individuos o a las comunidades que toman aspectos tradicionalmente considerados por este saber, tales como los médicos, políticos, mánticos, etc., podemos afirmar que a partir del interés generado por la difusión en los medios y de las corroboraciones brindadas por la corriente de orientación cientificista, la Astrología Humanística es la actividad más difundida en la actualidad, dada la posibilidad de un aprovechamiento individual de este conocimiento.

            Es sabido que la Astrología ha recorrido en Occidente un camino harto accidentado, el cual incluyó su virtual desaparición durante parte de los siglos XVIII y XIX por la hegemonía de cosmovisiones racionalistas y materialistas que la consideraban inadecuada como vía de conocimiento. Su resurgimiento en Europa se dio en el marco de creación de la Sociedad Teosófica y el interés renovado, tanto romántico como científico, en antiguos saberes que otrora gozaran de alta estima.

            El suelo argentino recibió una enorme corriente de inmigrantes que vino a refugiarse huyendo de los conflictos universales. Los integrantes de la Sociedad Teosófica y de la Hermandad Rosacruz brindaron a sus seguidores los rudimentos de la Astrología, y junto a ellos, la acción pionera de un puñado de astrólogos que se trasladaron a estas tierras desde sus lejanos países de origen trayendo la llama de su conocimiento en la materia. Su generosidad y capacidad de transmitir el saber despertó numerosos adeptos, y el espontáneo  y desordenado entusiasmo inicial se prolongó durante la primera mitad del siglo XX, hasta llegar, en la década del sesenta, a lo que sería el primer intento de consolidar una estructura formal para la divulgación astrológica.

            Norbert Pákula, nacido en Alemania y formado en la Astrología en Francia durante su adolescencia, desde 1945 ya venía dando ciclos de charlas y clases con la asistencia de numeroso público en veladas que se alargaban con jugosas tertulias astrológicas. Desde hacía tiempo se venía hablando de fundar las bases para una actividad organizada en Buenos Aires, y junto con el ingeniero Víctor Algasovsky, la noche del 19 de abril de 1961, después de una conferencia de Norbert Pákula, y casi al pasar, se creó el Centro Astrológico de Buenos Aires, a las 21:25 hs.

            Inmediatamente se convirtió en el principal lugar de referencia y de encuentro para los astrólogos del país. Estuvo íntimamente vinculado al descubrimiento del Sistema Topocéntrico de Casas, creado por Vendel Polich y Anthony Nelson Page, y a través de su trabajo editorial ha sido su principal difusor en los países de habla hispana. A raíz del fallecimiento del señor Eloy Ricardo Dumón, quien fuera durante veinticinco años su director, el Centro Astrológico de Buenos Aires tomó el carácter de Fundación el 18 de Diciembre de 1991 a las 18:36 hs. Además de ser la asociación astrológica más antigua del país, es también la de mayor continuidad y proyección internacional.

            Desde su creación, se ha caracterizado por su eclecticismo y por su voluntad de incluir lo mejor de las diversas corrientes astrológicas, tanto tradicionales como de vanguardia. De este modo, le ha tocado al Centro Astrológico de Buenos Aires el ser no sólo pionero en la Argentina al instituir una entidad dedicada exclusivamente al tema, sino también importando y creando líneas astrológicas fundamentales que son hoy de uso corriente en nuestro medio. Desde un primer momento ha centrado su actividad en la formación de astrólogos con una base seria y amplia, enriquecida a través de los años a través de la investigación, la constante capacitación de los docentes y el desarrollo de su Plan de Estudios

Las actividades de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires, entidad sin fines de lucro consagrada al desarrollo de la Astrología en la Argentina, incluyen así la enseñanza de la Astrología a través de cursos regulares de capacitación, talleres y seminarios de especialización, ciclos de conferencias y debates, publicaciones, servicios de informes y de computación para astrólogos y una biblioteca pública sobre el tema. Todo ello reflejado en los estatutos de la Fundación, reafirmación de los objetivos iniciales del CABA:

 “La Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires es una entidad sin fines de lucro avalada por décadas de actividad ininterrumpida y reconocida nacional e internacionalmente en pos de una mayor difusión y optimización de la Astrología.

Intentando fomentar la consciencia de integración a la totalidad históricamente intrínseca a este Arte y Ciencia, la Fundación se ha propuesto dar un nuevo paso en el aporte a distintas áreas de interés comunitario: médica, psicológica, humanística, sociológica, comercial, pedagógica, etc.

Para ello tiene como objetivos inmediatos la creación de una carrera formativa equiparable a estudios de nivel universitario, la creación de una biblioteca pública de astrología tradicional y moderna y disciplinas afines, la realización de ciclos de conferencias y seminarios, la organización de encuentros a fin de promover el intercambio humano y temático entre todos los astrólogos y estudiantes del país, así como del medio local con la comunidad internacional, el auspicio de encuentros interdisciplinarios con profesionales reconocidos en sus respectivas áreas de competencia, la difusión de materiales atinentes a esta disciplina a través de boletines y apuntes, la creación de un banco de datos computarizado y el auspicio de grupos de investigación.”

            Estos objetivos se hacen más imperiosos hoy en día, en que la imagen que gran parte de las personas tiene de la Astrología está francamente desvirtuada por su vulgarización a través de los medios masivos de comunicación, con sus horóscopos diarios, los programas de entretenimientos y las predicciones anuales para signos solares (más allá del beneficio de la divulgación del léxico específico que éstos promueven). No pareciera ser necesaria ningún tipo de capacitación para tal práctica mediática, y los astrólogos modernos sabemos que efectivamente así es, pues solo basta con mínimos talentos de escritor o histrionismo, unidos a un alto grado de cinismo.

El clima efectista mediático y su culto a la personalidad instantánea generan en la sociedad una contracara, apenas más creible en su superficie, que es la de una Astrología supuestamente profunda desde el punto de vista psicológico o, inclusive, espiritual. El imperio casi hegemónico del enfoque Humanístico al principio aludido, con su acento en las cualidades subjetivas y vivencias internas de la persona interpretada, más allá de sus magníficos e innegables valores, tiende a extender al intérprete mismo este acento, evitando los sanos controles externos al propio juicio para su eventual reajuste, tales como la realidad misma o datos materiales de índole más objetiva.

Esta virtual impunidad (exacerbada en el caso de incluir afirmaciones reencarnacionistas, generalmente imposibles de verificar objetivamente), se halla promovida por gran cantidad de publicaciones, algunas muy populares, que, unidas a la inmensa facilitación del cálculo que permiten las computadoras en la actualidad (inclusive en medios públicos, tales como Internet), se ofrecen como particularmente atractivas para quienes aspiran, con el mínimo esfuerzo de capacitación posible, a un conocimiento y, sobre todo, a algún tipo de impacto en otras personas o la sociedad en general, sea para fines comerciales personales o de gratificación narcisista. No es de sorprender que haya entonces tantos practicantes de la consultoría, autores, editoriales y escuelas que exploten y fomenten esta tendencia, y que las generaciones sucesivas formadas en esa línea, intuyendo lo endeble de su supuesto saber, adopten como compensación actitudes soberbias o arrogantemente defensivas.

Se arriba a un estado de las cosas (notable en la Astrología norteamericana sobre todo en las décadas del ´70 y ´80, e inevitablemente influyendo luego en la de todo el mundo), en el que la innovación, el personalismo y el facilismo se tornan imperantes, generan por otra parte dogmatismos, y en donde, para dar visos de credibilidad a lo inaceptable, se acude al descrédito de la tradición astrológica y de quienes la estudian, así como, más grave todavía, la búsqueda muy deliberada del ofuscamiento del entendimiento ajeno, exactamente lo opuesto de aquello que entendemos que le es inherente a la Astrología, es decir, el desarrollo de nuestra consciencia y, consecuentemente, nuestra integridad como seres vivientes.

Muchos practicantes y teóricos de la Astrología acuerdan en que ésta justamente integra rasgos de tres prácticas centrales para el ser humano desde sus orígenes, a saber, lo que comúnmente llamamos ciencia, arte y religión, sin ser plenamente ninguna de las tres, al menos en el sentido moderno de estos términos. Y así como para las ciencias la modernidad ha desarrollado universidades y centros de investigación, para la formación de artistas serios ha desarrollado conservatorios, y para las religiones no individuales, iglesias u otras formas de institucionalización. Todo ello demuestra que en dichas prácticas la sociedad estima que hay valores relativamente estables, transmisibles a través de la enseñanza, y que la capacitación permite el desarrollo y creación de nuevos contenidos y valores para la comunidad.

En nuestra definición inicial de la Astrología hablamos del estudio serio y sistemático de correlaciones celestes y terrestres. Sea arte, ciencia o religión, hoy más que nunca se impone la noción de “seriedad”, no en el sentido de falta de alegría o de acartonamiento, sino en el de una actitud responsable e inteligente ante este conocimiento, basada en la información, la observación, el esfuerzo y el discernimiento crítico.

Muchas son las vías para promover dicha actitud, e idealmente deberían interactuar entre sí: la divulgación de sus contenidos genuinos en distintos ámbitos (sean reducidos o masivos, especializados o legos); la capacitación personal, sea mediante estudios astrológicos autodidactas, o con individuos o centros de enseñanza creibles, así como en toda área del saber y de la cultura que pudiera serle accesible al sujeto y que pudiera enriquecer su comprensión de este objeto de estudio, incluido el propio desarrollo personal; la investigación rigurosa (muy diferente a la mera reflexión apresurada sobre unos pocos casos o ideas venidas al vuelo y que hoy se suele autodenominar como tal), tanto solitaria como grupal; la promoción de publicaciones, sea desde la escritura o desde la edición, que permitan difundir nuevas visiones o revalorizaciones de contenidos perennes surgidos de la investigación; la creación y desarrollo de bibliotecas públicas que atesoren, clasifiquen y pongan a disposición de los estudiosos el acerbo de lo publicado hasta el momento; la promoción de diversos encuentros (congresos, ciclos de conferencias, mesas redondas) entre astrólogos, tanto entre sí como con profesionales de otras disciplinas, a fin de intercambiar visiones y enriquecer el conocimiento a partir de la experiencia ajena y el sano debate; y, por supuesto, la práctica cotidiana de este saber mediante su aplicación en la consultoría, encarada con grados básicos de responsabilidad y respeto hacia sus destinatarios, así como un espíritu corporativo que subraye lo que nos une a los practicantes de la Astrología entre nosotros y con el resto del mundo en general, en vez de exacerbar las diferencias para fines personales.

Todas estas vías vienen siendo transitadas desde hace siglos y de diversos modos, y Buenos Aires, internacionalmente reconocida por su quehacer astrológico, lógicamente (y afortunadamente) también las contiene. No haremos un relevamiento pormenorizado de cada una de ellas, ni de las personas o instituciones que en nuestra opinión más dignamente las han llevado adelante (incluidos quienes han pasado por el mismo CABA), sino que plantearemos algunas preguntas respecto de la enseñanza y la investigación astrológica propiamente dichas, sobreentendiendo que éstas estarán a priori optimizadas en la medida en que todas las otras actividades antes mencionadas se hallen más o menos disponibles.

No sabemos con seguridad cómo se daba la formación del astrólogo caldeo y egipcio, pero podemos imaginar un poco mejor qué rasgos tendría la transmisión de este saber en la primer escuela occidental de Astrología fundada por Beroso en la isla de Cos (330 a. de C.), o en la interacción de investigadores y eruditos de la Biblioteca de Alejandría durante la época helenística. Retomando la idea de que ciertos saberes son asequibles, transmisibles y que su adecuada asimilación crítica permite no solo su continuación sino también su desarrollo, nos preguntamos:

¿El saber astrológico, de una variedad inmensamente rica a lo largo de los siglos, culturas e individuos por los que transitó, debiera intentar enseñarse en su totalidad, y no sólo un aspecto idiosincrático del mismo que nos parezca más relevante?

¿El acto de la lectura, las clases teóricas, la incitación al estudio esforzado, las ejercitaciones prácticas, las evaluaciones y las calificaciones, son medios adecuados de aproximación, aunque fuera parcial (si bien privilegiado) a la Astrología, como preparación para el futuro investigador y practicante?

Asimismo, si fueran medios adecuados, ¿son preferibles a otras formas supuestamente más instantáneas y no esforzadas de aprendizaje?

¿Es mejor fomentar la capacidad crítica del estudiante, sin desechar el respeto a las visiones previas, de modo que pueda interpretar genuinamente desde su propio criterio, relajadamente apoyado en algunos preexistentes, y sin tener que decir o pensar constantemente “Como dice X, ...”?

¿Es deseable que el estudiante conozca las bases de la mecánica celeste y matemática que sustentan la práctica astrológica, y que no dependa exclusivamente de información y cálculos anónimos y ajenos?

¿Es válido incitar al estudiante a explorar profundamente todos los aspectos de la compleja trama de saberes emparentados que comporta la Astrología?

¿Es preferible acceder a la Astrología a través de diversas personas, con el beneficio de enriquecerse por sus diferentes visiones y culturas (en el sentido amplio), no necesariamente coincidentes?

¿Es aconsejable fomentar en el estudiante el equilibrio entre la prudencia ética y el riesgo interpretativo, generando interpretaciones hipotéticas verificables que inmediatamente pondrá a prueba contrastándolas con la observación de la realidad?

Es claro que las preguntas son retóricas, pues en todos los casos es evidente que creemos que la respuesta es “Sí”, y que ésta es una base excelente para la generación de una masa crítica de estudiosos de la Astrología que puedan generar investigaciones realmente enriquecedoras del saber, o al menos capaces de discernir lo mejor de lo peor, lo válido respecto de la pura moda, lo sincero respecto de la impostura y lo realmente eficaz respecto de lo puramente especulativo. Y, gracias a dicho discernimiento, valorar, aprovechar y desarrollar lo mejor del fruto de investigaciones ajenas, previas o contemporáneas. Respecto de por qué y cómo lo creemos así, a ello dedicaremos la hora disponible para la Fundación en este Encuentro.

No se nos escapa que el tema de la investigación y, sobre todo, la enseñanza de la Astrología, así como los otros caminos para su desarrollo antes mencionados, están todos esencial y profundamente teñidos de consideraciones éticas o morales. Si bien desconfiamos de aquellos que pregonan una ética (sea en el orden astrológico o en el extra-astrológico), pues suelen ser los primeros demonios de su propia prédica, es innegable que hay una Astrología “buena, hermosa y verdadera” (y cada uno sabrá cuál o cuáles son para sí), y que hubo y hay mucha mentira, tontería y vileza disfrazada de Astrología, y no solo en los medios masivos de comunicación. Defender y promover una, por un lado, y señalar y no fomentar la otra, por el otro, son caminos necesariamente diferentes, conductas inevitablemente cargadas de dimensiones éticas y que muchas veces significaron toda una vida (y hasta a veces la muerte) para innumerables seres humanos que nos precedieron. Es por ello que a los estudiantes de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires, al finalizar sus estudios y en el acto de entrega de Diplomas, se los invita a firmar el Código de Ética (que ha figurado siempre en el sitio web del Caba) y que toma como modelo a otros preexistentes, como símbolo de aquello a lo que la Fundación aspira, intentando comenzar por el ejemplo de la propia conducta.

El actual Consejo de Administración de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires intenta seguir llevando adelante las consignas de sus Estatutos y de su propia historia, apoyándose en un amplísimo elenco de profesores, todos ellos profesionales independientes, en muchos casos de reconocida trayectoria y especialización en su materia, los cuales dictan clases de lunes a viernes en cuatro turnos de cursada (12, 14.30, 17 y 19.30 horas), acompañados desde hace más de treinta años por nuestra Secretaria Académica, Inés Chaves, Vicepresidente Primero de la Fundación.

Las personas pasan, las instituciones quedan. Y cuando las instituciones también pasan, pues todo está sometido al devenir, el espíritu que las animó, en algunos casos, también queda. Esperamos, pues, que la Astrología continúe en Argentina y en todo el mundo aquel digno camino que la acerque cada vez más al elevado estatuto que merece en la vida del ser humano.

  EL CONSEJO DE ADMINISTRACION 

Jerónimo Brignone, Director de Estudios

 

 
 
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