EL MODELO HELENÍSTICO

DE GLOBALIZACIÓN MULTIPOLAR

Conferencia pronunciada por el   Prof. Igor Andruskiewitsch , Presidente de "Cariátide, Asociación Argentina de Cultura Helénica",  en el auditorio de la Embajada de Grecia en Buenos Aires el 13 de mayo de 2003 dentro del ciclo de "Cariátide" y el 2 de mayo de 2004 en la Feria del Libro en el ciclo organizado por la Embajada de Grecia con el auspicio de la Delegación de la Comunidad Europea en la Argentina.

 

Las civilizaciones en la historia

    En los últimos tiempos se ha intensificado el uso de las expresiones civilización global y globalización y de sus derivados. Para comprender plenamente su significado real y su correcta ubicación en la historia de la humanidad es imprescindible analizar históricamente tales conceptos.

El concepto civilización deriva de la palabra latina civis, ciudadano, a su vez derivada de las raíces indoeuropeas que significan agradable, gentil, educado. De tal manera, resulta que todas estas últimas acepciones se pueden dar o asegurar en forma plena, únicamente dentro de una sociedad política, superando la vida familiar y la vida tribal. Ya los grandes fundadores de la ciencia política en la antigua Grecia afirmaban que la vida plenamente autárquica y autosuficiente sólo es posible en una sociedad política. Más aun, el mismo nombre «polis» tiene, en las lenguas indoeuropeas, la misma raíz que la palabra plenitud.

Esto significa que lo que nosotros llamamos hoy civilización posee un contenido que puede desarrollarse y sobrevivir sólo dentro de un marco o corteza de estructuras políticas o estatales. De tal manera, la política y la civilización nacen, conceptual y cronológicamente, en forma conjunta. En forma simultánea nace también la historia, porque la historia es el registro de hechos humanos por orden cronológica, que sólo es posible dentro de una civilización.

En relación con este tema, surge el problema de la enumeración y clasificación de todas las civilizaciones habidas durante la historia de la humanidad. El primer intento de clasificación de civilizaciones o de «tipos culturales», como su autor los llama, es realizado por el científico ruso Nikolai Iakovlevich Danilievsky (1822-1885), quien enumera doce «tipos culturales» (egipcio, chino, asirio-babilónico-fenicio-caldeo o antiguo semita, hindú, iranio, hebreo, griego, romano, neosemita o arábigo, germano-romano, mejicano y peruano). Danilievsky, en virtud de dicha pluralidad histórica, niega el monopolio exclusivista de Europa Occidental sobre la vida cultural de la humanidad. Luego, después de la Primera Guerra Mundial, el pensador alemán Arthur Spengler publica su famosa obra «La decadencia de Occidente», continuando, a su manera, la teoría de Danilievsky. Después de la Segunda Guerra Mundial, se termina de publicar la obra «Estudio de la historia» del helenista inglés Arnold J. Toynbee (1889 – 1975), quien enumera diez y nueve civilizaciones en la historia de la humanidad, de las cuales actualmente sobreviven sólo cinco (occidental, ortodoxa o griego-oriental, islámica, hindú y del Lejano Oriente).

    Sin embargo, a esta altura del análisis teórico surge un problema con la diferenciación entre los conceptos de cultura y civilización. Esta divergencia fue siempre importante para los pensadores rusos, pero en Occidente nunca se percibió una distinción nítida entre ambos conceptos. Toynbee, por ejemplo, llama a las civilizaciones «grandes sociedades» que, a su vez, poseen «culturas distintivas». Además, en la obra mencionada, Toynbee habla básicamente de una sola civilización helénica (griega) pero en su último libro «Los griegos: herencia y raíces» habla de tres civilizaciones en Grecia: micénica, helénica y bizantina, omitiendo una cuarta, la helenística, que cronológicamente fue el nexo entre la helénica y la bizantina. 

Dejando de lado las distintas maneras de enumerar las civilizaciones habidas en la historia de la humanidad, surge el problema de su división y clasificación por sus tipos y características. El sociólogo y pensador ruso Pitirim Aleksandrovich Sorokin (1889-1968), expulsado de Rusia en el año 1922, por el régimen comunista de Lenin, junto con un centenar y medio de científicos y pensadores rusos, y radicado luego en los Estados Unidos, donde devino «padre de la sociología moderna norteamericana», elaboró una teoría compleja y completa acerca de tres diferentes tipos de civilizaciones que él denomina: ideacionales (espirituales), idealistas (mixtas e intermedias) y sensualistas (materialistas). Estos tipos culturales son, en realidad, períodos diversos de una misma civilización. Por ejemplo, la civilización griega, según Sorokin, fue «ideacional» desde Homero hasta el siglo V aC, luego fue «idealista» o sea mixta hasta el siglo I aC y después fue «sensualista-materialista» hasta el siglo IV dC, cuando, con el triunfo del cristianismo, se transformó nuevamente en ideacional. Asimismo, la civilización europea occidental (con existencia propia a partir del inicio del siglo IX, según Toynbee) pasa por una similar sucesión de períodos, hallándose en la actualidad en la fase «sensualista-materialista».

Además, Pitirim Sorokin establece una diferencia sociológica entre estructuras culturales orgánicas cerradas y «conglomerados abiertos de diferentes sistemas, sólo integrados parcialmente». Esta distinción es importante para nuestro análisis porque la civilización helenística, como veremos más tarde, y la civilización contemporánea pertenecen a este segundo tipo de civilizaciones-conglomerados, «sólo parcialmente integrados».

Un análisis pleno y profundo del tema de los procesos actuales de globalización necesita, sin embargo, de una teoría acerca de los distintos tipos de formas políticas de las civilizaciones, o sea de los estados. A tal efecto, cabe proponer el siguiente esquema histórico.

 

Distintos tipos de estados

Los primeros dos estados en la historia de la humanidad surgen aproximadamente 3000 años aC, en forma casi simultánea, y son, a la vez, sus primeras civilizaciones: la sumerio-asirio-acadio-babilónica (mesopotámica) y la egipcia. Ambos son estados territorialmente muy grandes, surgidos en base a proyectos de fertilización de extensos territorios de tierras desérticas, mediante vastos y complejos sistemas de irrigación. El estado mesopotámico agrupa a varios pueblos, inclusive de distintas razas y es, por lo tanto, un estado multiétnico, mientras que Egipto es predominantemente un estado nacional. Estos dos estados territorialmente grandes establecen la primera bipolaridad geopolítica en la historia humana, sin provocar por ello una situación de guerra fría. (Durante la existencia de estos dos estados surge un tercer macro-estado en China, que también contiene una entera civilización. Sin embargo, debido a su lejanía, a su aislamiento, a su falta de participación en el desarrollo de las demás civilizaciones y a otras causas, no es tomado en cuenta en este análisis).

Casi dos mil años más tarde, o sea aproximadamente 1000 años aC, nace en Atenas un nuevo tipo de estado, esta vez muy pequeño, que, por oposición a los macro-estados, podemos denominar micro-estado. Es la polis ateniense. La polis (cuya raíz es la misma que la de la palabra plenitud) es la agrupación, el ayuntamiento («sinekia» en griego) de varias aldeas de una comarca, alrededor del «ágora» (forum), o sea alrededor de un lugar de reuniones y de discusiones públicas de una de ellas. Este nuevo tipo de estado nace como un proyecto de libertad para todos los ciudadanos que la forman, que logran cierta autarquía económica, mediante la plenitud de sus actividades agrarias y artesanales. Así nace también, aproximadamente dos siglos más tarde, la República (polis) de Roma. Las ventajas culturales, sociales y políticas de estos nuevos micro-estados son contrapesadas por la pequeñez de sus tamaños. De allí surge la necesidad, tanto en Grecia (en la Península Balcánica y en el Asia Menor) como en la Italia etrusca, latina y griega de formar ligas de estos estados-polis, de desarrollar intensas relaciones comerciales internacionales y, en el caso de Grecia, de formar instituciones culturales supra estatales, tales como los Juegos Olímpicos y los santuarios pan-helénicos.

Pronto, en el siglo VI aC, surge en Asia un tercer tipo de estado, como consecuencia de la conquista por Persia de los estados de la Mesopotamia y de Egipto. Así nace una súper potencia multiétnica, pero unitaria y monocultural, o sea con hegemonía de una sola cultura, subdividida en distritos administrativos, llamados «satrapías», básicamente de acuerdo con principios geográficos, pero no étnicos ni culturales. De tal manera, se logra una especie de pre-globalización, pero no multilateral, ni multipolar, ni polifónica, sino unipolar, encabezada por un «gran rey» sobre todo el mundo, según la idea heredada de los acadios. Este «gran rey» (o «rey de reyes», como lo llama el profeta Daniel) no reina sobre componentes autónomos ni aun menos libres, sino sobre sus propios «sátrapas». Es lo que Aristóteles llama «reino total» (pambasileia, «monarquía absoluta», en traducción de Julián Marías y María Araujo), «reino de los bárbaros», (basileia twn barbaron, Aristóteles, Política, 1285 a).

 

Un nuevo modelo de globalización

Sin embargo, esta pre-globalización nunca fue plenamente lograda, debido a la heroica resistencia de Grecia, que defendió su libertad. Ni siquiera la alianza de la súper potencia persa con la potencia de Cartago (que era una colonia autónoma de los fenicios, que estaban bajo el poder persa) pudo lograr la total hegemonía universal, debido a la libertad conservada por los micro estados griegos en la península balcánica, en Sicilia y en el sur de Italia, y por la creciente polis romana. Sólo la liga de las polis etruscas en Italia entró en alianza con Cartago y, por lo tanto, en forma indirecta, con la gran alianza encabezada por el gran rey persa.

Justamente la resistencia de los micro estados griegos al súper estado persa fue, a la larga, una de las causas del surgimiento de un nuevo modelo de globalización universal. Otra de las causas fue, paradójicamente, la sumisión obligada a los persas de los micro estados griegos en las costas del Asia Menor, en el año 545 aC. Esta parte de Grecia posee una importancia radical en la historia de la humanidad. Es allí, en la Grecia asiática, donde nacen, en realidad, Europa y la cultura europea. En particular, la filosofía nace con Tales, en Mileto, ubicada en dicha costa.

Hace más de 23 siglos, los reyes de Macedonia, Filipo II y Alejandro Magno, dentro de sus planes de unificación plena de Grecia, no podían de ninguna manera eludir la necesidad histórica de la liberación de la costa griega del Asia Menor. Luego, Alejandro Magno pretendió también hacer pagar a Persia su destrucción de Atenas en el año 480 aC. Sin embargo, la principal causa del surgimiento de un nuevo modelo de globalización, además de la liberación de las polis griegas oprimidas y del castigo de los opresores, fue la liberación de todos los pueblos de Asia y África que se hallaban bajo el poder de la gran súper potencia persa.

Con las reconquistas y conquistas de Alejandro Magno (336-323 aC) se crea un nuevo imperio multiétnico y, simultáneamente, se establece una pluralidad cultural dentro del mismo, sin ninguna clase de hegemonías (característica imitada hoy deliberadamente por la Unión Europea). El propio Alejandro Magno no sólo ofrece sacrificios a los dioses de Babilonia y de Egipto, sino también al Dios de Israel, asistido por el Sumo Sacerdote de Jerusalén.

Este primer Imperio de la humanidad perdura aún después de la muerte de Alejandro, hasta el año 306 aC. Luego el Imperio se subdivide en tres grandes estados: Egipto, bajo los ptolomeos; Pre-Asia, bajo los seleucidas (por Seleuco, hijo de Antíoco) con dos capitales: Antioquía, en Siria y Seleucidia en Iraq, a orillas del Tigris; y Macedonia, bajo los antígonos. Tres siglos después de su creación, este mundo helenístico se amplía con Roma, formándose, de tal manera, el segundo Imperio, que sirve de envoltura a la civilización multicultural greco-romana.

Surge así un nuevo tipo de macro-estado, cuya idea básica se puede resumir como un intento de síntesis entre la pequeña polis greco-itálica y los grandes estados territoriales de Oriente, pero no dirigidos al unísono, por un poder hegemónico, sino en forma de un coro polifónico. En la nota No. 50 de Julián Marías, a su traducción al español de la «Política» de Aristóteles, se subraya que «todo el problema político del mundo antiguo fue la posibilidad de pasar de una “forma de estado” a otra que no fuese la ciudad, pero que tuviese una efectiva forma política, y, por tanto, una constitución, y no fuese esa vaga realidad social a la que los griegos llamaban ethnos».

Así, a partir de Alejandro Magno, estos territorios se cubren con una red de «polis» o municipios, que organizan y dan forma a un poder local. Esta característica de las estructuras políticas, basadas sobre tal red municipal, sigue siendo vigente desde entonces hasta el presente. Es esta red la que trajo, de una u otra manera, una liberación, a nivel de modo de vida, a todos los pueblos, lo que fue la causa principal del engrandecimiento, y hasta la divinización, de Alejandro Magno, como un libertador general. El eco de tan extraordinaria popularidad llega hasta nuestros días.

La libertad cultural y religiosa se complementa así con la creación de enormes espacios económicos, compuestos por mercados locales y regionales que se integran en un mercado global. Esta última característica se refiere no sólo al comercio global, sino también a la fluidez de capitales entre las distintas partes de dicho espacio económico. Gracias a ello, en algunas partes y en algunos ramos, se logra organizar la producción en forma casi industrial. Además, se produce una subdivisión de este enorme territorio económico en regiones basadas en cierta especialización, como consecuencia de un criterio de rentabilidad y de costos.

El mayor éxito de este modelo helenístico de globalización se logra, no obstante, en el campo cultural. Florecen la ciencia, las artes y la técnica que son siempre las primeras en alcanzar una genuina globalización. Se establece una evidente multipolaridad de centros culturales: Alejandría, Antioquía, Pérgamo, etc. El idioma griego, en su etapa alejandrina, se despega un poco del modelo clásico ático y ateniense, con aportes de modismos espartanos (a raíz de los fuertes componentes espartanos en la población de Alejandría) y se convierte en la lengua común (koine) de aquel primer mundo de civilización global.

Alejandría es la capital cultural de ese mundo, con su enorme población cosmopolita, compuesta principalmente por griegos, egipcios y judíos, todos ellos helenizados. Los faraones griegos de Egipto crean las famosas Biblioteca y Universidad de Alejandría en el siglo III aC, y es en ellas donde la ciencia adquiere, por primera vez, un carácter global y universal. En este centro helenístico de alta cultura se establece la geometría de Euclides, se desarrolla la idea de que la tierra es redonda (Eratóstenes hasta mide su circunferencia con asombrosa exactitud), se confeccionan los primeros mapamundi (cuyas copias bizantinas parece que perduraron hasta la época de los descubrimeintos de Colón), se hacen los primeros estudios experimentales de anatomía humana, y es traducido por primera vez al griego el Antiguo Testamento, por autorizados representantes del pueblo judío.

Toynbee dice al respecto: «La comunidad ecuménica tomó el lugar de la comunidad local... Los éxitos del helenismo son numerosos e inmensos. Hasta la fecha no los han superado las producciones de ninguna otra civilización... En la época de su mayor difusión esta cultura llegó por el Occidente – con ropaje latino – hasta Britania y Marruecos, y por el Oriente – con ropaje budista  hasta el Japón».

En síntesis, esta primera civilización ecuménica, que sigue siendo un modelo todavía válido de globalización multipolar polifónica, es denominada civilización helenística por el aporte catalizador del helenismo o de la cultura griega propiamente dicha. Sus características son verdaderamente universales, y sus múltiples aportes contienen principios básicos aplicables en cualquier tiempo y lugar.

Sin embargo, no debe perderse de vista el hecho de que no se trata de meros esquemas geométricos de poder, sino de un núcleo de creencias que las animan, específicamente tolerantes con otras creencias y, por lo tanto, capaces de lograr convivencias armónicas. En la faz política, se produce una especie de fecundación de las grandes organizaciones territoriales del estado por la idea central de la polis griega, en el sentido de que la política compete a todos y no sólo a quienes detentan el máximo poder, y que el mismo poder, en principio, surge de entre todos. Así nace la idea del Imperio, derivada del concepto de «Poder Supremo» en la Polis Romana; aunque, de ninguna manera, significa «poder total». El verdadero Imperio se caracteriza por la participación en el poder central de las élites periféricas, y ésta es, justamente, la gran innovación del Imperio de Alejandro Magno.           

Si el comienzo de este primer modelo de globalización multipolar puede ser fácilmente precisado en la época de las conquistas de Alejandro Magno, no es tan simple determinar su fin. Hay un proceso gradual de agotamiento, con distintos límites cronológicos. Ortega y Gasset llama la atención sobre el fenómeno de la pérdida por Italia, en el siglo V, de su carácter de país bilingüe. En el norte queda sólo el latín, en el sur, sólo el griego. También en este siglo, en el año 476 dC,  cae definitivamente el Imperio Romano de Occidente. Un siglo y medio más tarde, San Isidoro (570-636 dC), obispo de Sevilla, compone su enciclopedia de la cultura antigua, ante la desaparición general de la misma. No obstante, el límite cronológico de esta cultura helenística puede ser desplazado en dos siglos, hasta la segunda mitad del siglo VII, cuando el Imperio Romano, ya con una única capital en Constantinopla, pierde sus provincias en Siria, Palestina, Egipto y África del Norte, conquistadas por los árabes. Así, con la caída física de Alejandría en el 642 dC, cae también este mundo helenístico, simbólicamente fundado casi mil años antes, en esta misma ciudad.

En cierto sentido, sin embargo, también es posible intentar fijar el término cronológico de esta civilización en un siglo y medio más tarde. Es el límite que indica Toynbee, al decir que antes del año 800 dC existía aún la antigüedad, pero luego, ya no. Este año, 800 dC, es en cierto sentido emblemático, porque en este año Carlomagno es coronado por el Papa como emperador, sin la necesaria anuencia del emperador y del senado romanos, con sede en la Nueva Roma, nombre oficial de Constantinopla en aquel momento. Así la Europa occidental corta su cordón umbilical con el imperio antiguo.

 

Las herencias

Surge así, a partir del año 800 dC, la Europa Occidental, con sus dos núcleos catalizadores que perduran hasta nuestros días: el doble núcleo franco-germano (base de la actual Unión Europea) y el núcleo normando, utilizado entonces como ariete para expulsar al Imperio Romano del sur de Italia, y dos siglos más tarde, para someter a los anglo-sajones en las Islas Británicas, que eran aliados y amigos de Constantinopla.

Es importante tener en cuenta que esta nueva Europa Occidental, casi desde sus comienzos, excluye deliberadamente de sí misma a Grecia y a los territorios bajo la jurisdicción eclesiástica del Patriarcado de la Nueva Roma (Constantinopla), como también a Rusia. (A partir del año 988 Rusia, con su capital entonces en Kiev, es la provincia eclesiástica número 61 de la Iglesia de Constantinopla).  

Es necesario también destacar que el modelo polifónico helenístico influyó en la construcción de las estructuras eclesiásticas del Cristianismo. La Iglesia cristiana nació en una sola cuna, que fue Jerusalén, pero la primera iglesia de Jerusalén estaba ya preñada de una multiplicidad ecuménica, aun cuando todavía no existía ninguna de las tres primeras sedes de la primitiva triarquía cristiana: Antioquía, fundada por San Pedro; Alejandría, por San Marcos y Roma, por San Pedro y San Pablo. Luego, como es sabido, la triarquía es ampliada a pentarquía, con el agregado de las sedes de Constantinopla y de Jerusalén. Esta pentarquía perduró hasta fines del siglo XVI, cuando en el año 1589 los cuatro patriarcas de las Iglesias Orientales agregaron a la lista de grandes Patriarcados Cristianos la sede del «Patriarcado de Moscú, de todas las Rusia y de los países del Norte». 

Tampoco debe ser soslayado el hecho histórico de que el Islam también posee, en realidad, un carácter polifónico, a pesar de algunas tendencias hacia un califato único.

En general, el modelo helenístico coadyuvó en la génesis de las culturas árabe y rusa. El renacimiento árabe de los siglos VIII, IX y X está ligado a la cultura bizantina de los nuevos territorios del Islam en Siria, Palestina, Egipto y África del Norte, que eran provincias bizantinas hasta la segunda mitad del siglo VII. Fueron allí traducidas las obras de la antigüedad clásica del siríaco al árabe, llegando luego, a través de España, a la Europa Occidental. Recién con el saqueo de cien mil manuscritos griegos de Constantinopla, en el año 1204, la Europa Occidental volvió a tener un contacto directo con las fuentes griegas de su cultura. Este hecho, el pillaje de cien mil manuscritos griegos, fue el primer impulso para el Renacimiento italiano, dos o tres siglos más tarde. En el Renacimiento también influyó considerablemente la vecindad de Calabria, greco-parlante y ortodoxa, como asimismo, la llegada de los exiliados bizantinos luego de la caída de Constantinopla, en el año 1454.

En resumen, puede concluirse que la civilización europea occidental es, en su origen, también helenística, basada en cuatro grandes legados: de Israel ha heredado el principio de ecuanimidad («Doble pesa y doble medida, abominación son a Jehová ambas cosas», Proverbios, 20,10); de Grecia, el principio de justicia, en oposición al de venganza,  tal como lo exigía el fundador de la polis ateniense, Teseo, mil años antes de Cristo; de Roma, la idea del derecho, expresada por el Apóstol San Pablo, al afirmar que el castigo sin juicio es inaceptable; y del Cristianismo, la idea de igualdad y fraternidad entre los hombres, porque todos son hijos de un solo Dios y por lo tanto son personas, y no solo individuos, y las ideas de libertad, libre albedrío, misericordia, caridad y amor.

En consecuencia, el agotamiento de este macromodelo dependerá, en primer lugar, del abandono de estos cuatro grandes principios fundadores y fundamentales. Actualmente, pueden ya ser observados, en forma evidente y objetiva, procesos históricos en los que, de una u otra forma, dichos principios son traicionados, esencialmente, por el abandono del gran principio helenístico de tolerancia cultural, y por su consiguiente sustitución por el precedente principio de intolerancia. Esta posición reaccionaria está claramente descripta por Arnold J. Toynbee en su introducción a su «Estudio de la Historia», cuando afirma que la civilización occidental contemporánea «ha acorralado a las demás sociedades y las ha enredado en las mallas de su superioridad económica y política, pero no las ha despojado todavía de sus culturas distintivas». La historia nos enseña (y no sólo la de Persia), que las metas de despojo, aun a largo plazo, al cabo son resistidas, y muchas veces llevan al desastre a los despojadores. Últimamente, también se está abandonando en forma substancial el principio de derecho, ya que, si bien  se aplica en los ámbitos internos de cada uno de los estados, en las relaciones internacionales es admitida la posibilidad de castigo sin previo juicio, y hasta de unificación de las funciones de acusador, juez y verdugo en una sola instancia jurídica, lo que es incompatible con la idea de estado de derecho.          

Simultáneamente, sin embargo, existen también posibilidades potenciales de regeneración, por medio del redescubrimiento de estos principios y mediante la renovada aplicación de los mismos en las nuevas circunstancias.

De cualquier manera, la subsistencia de la idea básica del modelo helenístico está garantizada por su funcionalidad y por su necesidad, aun en las nuevas circunstancias contemporáneas. La realidad de una globalización universal en los distintos campos de la vida humana es tan evidente como el anhelo, casi unánime, de que los poderes de dicha globalización se organicen sin prepotencia e, inclusive, sin una excesiva hegemonía de ninguno de sus componentes, sino con un criterio de concordia. En la época de la codificación del derecho romano, bajo el emperador Justiniano (527-565 dC), al surgir la necesidad de traducir al griego la terminología constitucional romana, y al aparecer en griego las primeras nuevas leyes (novelas), el término romano «concordia» era traducido como «sinfonía». Cicerón decía que sobre la concordia estaba basado el estado romano. Concordia significa, literalmente, «unión de los corazones», y sinfonía, «polifonía armónica de muchas voces».

Éste es el sentido más profundo del modelo de globalización helenística que, en el campo internacional, sigue aún vigente hasta hoy. La misma idea de la Unión Europea está basada en dicho principio de coro polifónico, aunque no se lo diga expresamente.

La búsqueda del equilibrio entre los grandes poderes y culturas en el mundo va también, inexorablemente, bajo distintas terminologías, en la misma dirección.

1) Luego de pertenecer durante más de tres milenios a Grecia, y por ende a Europa, siendo cuna de la misma, dicha costa del Asia Menor fue entregada, hace 80 años, a Turquía, que es el estado de un pueblo venido del centro de Asia. Simultáneamente, hace 80 años, en la década de los años veinte del siglo pasado, se produjo en dicha costa europea del Asia Menor la primera limpieza étnica total de los tiempos modernos. Desde entonces, en los mencionados territorios, se pierden por desidia innumerables monumentos del patrimonio cultural de la humanidad, aunque en los últimos tiempos han surgido propuestas para reciclarlos comercialmente, con fines turísticos. Hoy, Turquía reclama con insistencia  su entrada a la Unión Europea, sin que ninguna de las partes hasta ahora haya planteado el problema del status cultural de la cuna de la civilización europea, en la Grecia del Asia Menor, y la devolución a la Iglesia Griega de Santa Sofía, su Catedral Mayor, en Constantinopla. Ambas cosas, en aras de no discriminación y de la libertad religiosa y cultural.

2) Luego, con el transcurrir del tiempo, este ala noroccidental de los normandos se prolongó hasta la América del Norte, formando hoy una de las alas de núcleo noratlántico de la civilización contemporánea.

RESUMEN

1.    Historia del hombre. Homo erectus: 1 ó 2 millones de años. Hombre de Neandertahl: 100 ó 200 mil años. Homo sapiens (hombre moderno): 20.000 a 30.000 años. Cultura y civilización (fuego, herramientas, técnicas, domesticación animales, agricultura, caballo, rueda etc.), pero no historia.

2.    Historia de la humanidad. Hace aprox. 5.000 años, o sea 3.000 AC. Escritura jeroglifica en Egipto. Calendario. 2.850 AC Antiguo Reino. 2650 pirámides. 3000 AC Sumerios. 2350 accadios. 1728 Babilonia. 2000 AC diseminación indo-europeos (a India, Persia, Grecia, Italia, Francia).

3.    Civilizaciones y culturas. Civis = kei, acostarse. Familia = Semia en ruso. Agradable, gentil, educado. Ciudad. Sociedades políticas, plenitud de vida autarquica (autosuficiente), superando vida familiar y tribal. Toynbee enumera en la historia de la humanidad un total de 19 civilizaciones. Subsisten hoy sólo cinco: la occidental, la ortodoxa-oriental (ambas vástagos gemelos de la civilización greco-romana), la sociedad islámica, la hindú y la del Lejano Oriente. Pero, Toynbee también habla de culturas, sin aclarar diferencias con civilizaciones, y de una sola civilización de Grecia, cuando en su libro «Los Griegos: herencias y raíces» ya habla de 3: micénica, helénica y bizantina. (Falta helenística).

4.    Globalización actual. Según Toynbee, actualmente «la civilización occidental ha acorralado a sus contemporáneas y las ha enredado en las mallas de su superioridad económica y política, pero todavía no las ha despojado de sus culturas distintivas. Por muy apremiadas que se hallen, pueden aún considerar como suyas a sus almas.”

5.      Modelos políticos. Los primeros dos estados en la historia de la humanidad surgen, casi en forma simultánea, aproximadamente 3000 años antes de Cristo y son a la vez sus primeras civilizaciones: la sumerio-asirio-babilónica y la egipcia. Ambos son estados territorialmente muy grandes, organizados en base a un proyecto de fertilización de tierras desérticas mediante vastos y complejos sistemas de irrigación. El primero agrupa a varios pueblos (inclusive de distintas razas), y por lo tanto es un estado multiétnico, mientras que el segundo es un estado nacional. Estos dos estados territoriales grandes establecen la primera «bipolaridad» geopolítica en la historia humana, sin provocar un estado de «guerra fría». Aproximadamente dos mil años más tarde, o sea mil años antes de Cristo, nace en Atenas un nuevo tipo de estado, esta vez muy pequeño: la polis, que es la agrupación, el ayuntamiento («sinekia» en griego) de varias aldeas de una comarca, alrededor del ágora (forum) de una de ellas. Así también nace, un cuarto de milenio después, la polis de Roma. Las ventajas culturales, sociales y políticas de estos nuevos estados son contrapesadas por la pequeñez de sus tamaños. De allí surge la necesidad, tanto en Grecia, como en la Italia etrusca y latina, de formar ligas de estos estados-polis europeos y pre-asiáticos y de instituciones culturales supra-estatales (panhelénicas). En cambio, en Asia, con la conquista por Persia de los estados de Babilonia y de Egipto, surge una gran potencia multiétnica, pero unitaria y monocultural, subdividida en distritos geográficos, pero no étnicos ni culturales, llamados «satrapias», que hereda la idea accadia del «gran rey» sobre todo el mundo.

6.    Nuevo modelo helenístico. Las guerras persas. Sumisión de Jonia en 545. Sublevación en 500. Alianza persa-cartaginesa. 359 - 355 Felipe II de Macedonia. 338 Alianzzza pan-helénica. 336 - 323 Alejandro Magno. 334 contra persas, 332 ocupación de Tiro, 331 fundación de Alejandría y entrada en Babilonia. Con las conquistas y reconquistas de Alejandro Magno (336 - 323 AC) se liberan todos estos pueblos de Asia y de África y se establece la pluralidad cultural dentro del Imperio por él creado. El propio Alejandro Magno no sólo ofrece sacrificios a los dioses de Babilonia y de Egipto, sino también a Jehová, asistido por el Sumo Sacerdote de Jerusalén. Así surge la nueva civilización helenística, multipolar, multicultural y polifónica, integradora de las culturas helénica, babilónica, egipcia, siríaca y persa. «Hasta los babilonios consideraron a los griegos como sus libertadores del yugo persa. Los griegos no intentaron ni forzar ni inducir a los babilonios a abandonar su lengua, su escritura y su cultura tradicionales. Esta actitud tolerante abrió la puerta a la colaboración intelectual entre los astrónomos griegos y los babilónicos.» («Los griegos: Herencias y raíces». Arnold Toynbee. México, 1988, pág. 49.)

7.    Primera ecúmene: el mundo helenístico. Este primer Imperio de la humanidad perdura aun después de la muerte de Alejandro, hasta el año 306. Luego el Imperio se subdivide en tres grandes estados: Egipto, bajo los Ptolomeos, Pre-Asia, bajo los Seleucidas (Seleuco, hijo de Antioco, 2 capitales: Antioquía en Siria y Seleucidia en Iraq, a orillas del Tigris), y Macedonia, bajo los Antigonos. Tres siglos después de su creación, este mundo helenístico es engrosado por Roma, formándose de tal manera el segundo Imperio, que sirve de envoltura a la civilización multicultural greco-romana.

8.    Síntesis cultural y política. Inserción de la polis en el estado territorial. Confederación de todos los estados-polis griegos en Asia. Unificación de mercados. Fluidez de capitales. Producción casi industrial. Tolerancia religiosa. Ciencias y técnicas. Universidad y biblioteca de Alejandría. Multipolaridad de centros culturales: Alejandría, Antioquía, Pérgamo. Griego - lengua franca del mundo civilizado. «En la época de su mayor difusión... ésta cultura llegó por el Occidente - con ropaje latino - hasta Britania y Marruecos y por el Oriente - con ropaje budista - hasta Japón» «La comunidad ecuménica tomó el lugar de la comunidad local con centro de enlace político». «Los éxitos del helenismo son numerosos e inmensos. Hasta la fecha no los han superado las producciones de ninguna otra civilización... Por acercarse  a tal grado de perfección, crearon a su propio genio obstáculos para autosuperarse.» (Toynbee).

9.    La Iglesia Cristiana surge dentro de este mundo helenístico. La traducción del Viejo Testamento en Alejandría. El Nuevo Testamento en griego. La diáspora judía grecófona. Diversidad de ritos y de jurisdicciones no perjudica la unidad. Antiguos centros eclesiásticos: Antioquía y Alejandría en Oriente. Roma y Cartago en Occidente. Tres primeros patriarcados, luego cinco. La diversidad de Iglesias: triarquía y pentarquía. Antiguas Iglesias locales. Chipre (autocefalía en 431). Santa Catalina en Sinai. Patriarcado en Jerusalén en 451, por Cuarto Concilio, de Calcedonia. (Constantinopla en 381, por 2° Concilio en Constantinopla). La teología cristiana absorbe la pre-paidea helenística.

10. El desdoblamiento del mundo greco-romano. Italia deja de ser bilingüe. Nueva Roma en 330. Caída de Roma en 476. Reconquista de Justiniano. Imperio Romano de Oriente sigue helenístico. Esplendor y luego pérdidas (Siglo XI) de territorios en Italia, Calabria y Sicilia. Decadencia con el feudalismo. Bautismo de Rusia en 988. El eslavo eclesiástico.  El modelo multicultural se resiente con el cisma, pero perdura hasta el siglo XX. Bizancio en los Balcanes y en Italia (Venecia). Coexistencia con el Islam, antes de las llamadas «Cruzadas». Renacimiento. San Petersburgo.

11. La civilización occidental o europea es helenística. La «civilización occidental» estaba basada en cuatro grandes herencias. De Israel había heredado el principio de la ecuanimidad: “Doble pesa y doble medida, abominación son a Jehová ambas cosas” (Proverbios 20,10). De Grecia, el principio de la justicia, tal como lo exigía el fundador de la polis ateniense, Teseo, mil años antes de Cristo. De Roma, la idea del derecho, bien expresada por el Apóstol San Pablo, que el castigo sin juicio es inaceptable. Del cristianismo, las ideas de la igualdad y la fraternidad entre los hombres, porque todos son hijos de un solo Dios, la idea de la libertad y del libre albedrío y las ideas de misericordia, caridad y amor. 

12. El despojo ya es evidente. Pero, simultáneamente, la llamada «civilización occidental» ha sufrido mutaciones substanciales y quizás esté por perder su propia alma. Su principio básico era siempre la justicia de acuerdo con el derecho, entendido éste como la antítesis de la venganza, desde Teseo, primer rey de la Polis de Atenas. Pero hoy este principio se está dejando de lado. Además, en su alma se están insinuando dos grietas: su tendencia a transformarse en una civilización del Atlántico del Norte, sin la América Latina, y los primeros indicios, hoy evidentes, de una subdivisión cultural entre Europa Occidental y América del Norte. Pero, no habrá tres nuevas civilizaciones, derivadas de la anterior civilización occidental, sino tres nuevas regiones culturales de una sola civilización global, que, para subsistir, sólo podrá ser multicultural y polifónica. Pluralismo multicultural y no uniformidad cultural.

                                                                  Lic. Igor Andruskiewitsch

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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