LA DUPLICACION DEL CLITICO ATONO

DE ACUSATIVO RIOPLATENSE:

¿TENEMOS UN PROBLEMA?

 

Jerónimo Brignone

 

(Publicado en agosto de 2009 por OPFyL, Oficina de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires - UBA con la coordinación de la Lic. Dorotea Lieberman)

 

 

Resumen

 

La enseñanza como lengua segunda y extranjera de una lengua geográficamente tan extendida como el español, con sus muchas variedades dialectales, supone el problema metodológico del mayor o menor énfasis que se haga sobre el aprendizaje del dialecto local o sobre la normativa estándar. Este trabajo encara el tema de la duplicación del clítico átono de acusativo característica de los dialectos rioplatense y en gran medida argentino (circunscripto en el análisis a la tercera persona) mediante un relevamiento del estado de la cuestión, consideraciones diacrónicas y tipológicamente contrastivas, así como algunas conclusiones y propuestas finales respecto del problema.

 

Introducción

 

Una dificultad habitual con la que se encuentra el enseñante de español como lengua segunda o extranjera en Buenos Aires es la de la relativa renuencia de muchos aprendices a incorporar los rasgos propios de la variedad dialectal local, aduciendo mayor “pureza” o “corrección” de la normativa y usanza peninsulares, leísmo incluido. Dependerá naturalmente de los objetivos, personalidad y amplitud del estudiante, así como de las convicciones, firmeza y flexibilidad del docente (incluidas otras variables contextuales, tales como los eventuales lineamientos institucionales impuestos que enmarquen el intercambio) lograr un acuerdo productivo sobre los caminos a seguir.

 

Pero es un hecho que en la mayoría de los casos, el estudiante aprende la lengua para una mejor inserción desde el punto de vista comunicativo en el medio en el cual se halla de uno u otro modo en ese momento, aunque fuera transitoriamente, por lo cual estimamos que es deseable hacerle comprender las ventajas del aprendizaje del dialecto local no solo para entender mejor las emisiones ajenas, sino realizar intercambios más satisfactorios, en cuanto reconocibles como más idiomáticos para sus interlocutores, y por ello, más cercanos a su propio idiolecto y, por ende, con una menor distancia interpersonal como hablante extranjero. Por supuesto, asimismo informarle los rasgos de la normativa del español estándar, así como los particulares del léxico y gramático propiamente ibéricos, de modo que pueda reconocerlos y eventualmente utilizarlos, de estimarlo conveniente. Pero para optimizar su comunicación, el énfasis en la práctica e incorporación de un castellano “correcto” sería deseable que fuera puesto en el dialecto local, sobre todo en el caso del rioplatense, cuya difusión a través de los medios masivos le da inclusive un alcance nacional y prestigio regional en un sentido amplio.

 

Si bien las resistencias al principio mencionadas se centran generalmente sobre todo en el seseo, el yeísmo y los rasgos pronominales y de conjugación verbal típicos del voseo argentino y particularmente en el bonaerense, un rasgo igualmente característico y de ningún modo periférico, si de vivencia de “idiomaticidad” o naturalidad de registro de los hablantes nativos rioplatenses se trata, es el de la duplicación del clítico átono de acusativo, a nuestro juicio (desde nuestra intuición idiolectal como hablantes de dicho dialecto) cada vez más instalada como caso no marcado del sistema gramatical local, ya mencionado por Bello [Bel 47] hace tiempo, y que recientemente ha producido varios trabajos que lo abordan desde diversas perspectivas [Dit 07, Flo 06, Leo 04, Rum 03, Pin 02].

 

Muchos factores pueden explicar este rasgo de la variedad argentina que pasaremos a caracterizar, así como al mismo tiempo varios otros factores atentan contra su fácil incorporación en la interlengua del aprendiz. A continuación intentaremos detallar estos rasgos y factores, así como las posibles consecuencias prácticas en la enseñanza del español.

 

La duplicación del clítico átono de acusativo rioplatense: breve caracterización

 

   (1)    a. Ayer lo vi a Carlos en la fiesta.

            b. Ayer (ø) vi a Carlos en la fiesta.

 

            Podemos considerar el anterior como un ejemplo prototípico (entre tantos) del fenómeno que analizaremos. En (1a.) el pronombre clítico subrayado es correferencial al complemento directo también subrayado, y el valor de verdad del enunciado no varía respecto de (1b.). Las gramáticas prescriptivas (generalmente de origen o influencia hispánicas) dan como correcta la segunda versión, remitiendo a la primera a un fenómeno dialectal de ciertas zonas de Sudamérica [Fso 99:1223, Lie 07:25]. Coincidimos con [Dit 07] en que estas estructuras (a las que denomina ‘hipercaracterización del complemento directo’), “aunque restringidas a la lengua conversacional, son usadas por hablantes de todos los niveles y de todas las edades sin estigmatización alguna”. Incluso, desde nuestra percepción idiolectal, encontramos ya casi gramaticalizadas opciones por el estilo, al punto de prácticamente configurarse en el caso no marcado del dialecto rioplatense.

 

            El fenómeno ha sido definido por diversos autores del siguiente modo: [Pin 02] “El español presenta el fenómeno de la duplicación de clíticos, en que un SN de objeto y un pronombre clítico correferencian un mismo argumento de la oración. La duplicación de SSNN de caso dativo es común a todas las variedades de la lengua, pero en Suadmérica, especialmente en la variedad rioplatense, se verifica el fenómeno de la duplicación de SSNN de caso acusativo.”;  [Dit 05:123] “El O.D. puede ser sustituido por un clítico acusativo: lo,la,los,las. [...] Además de sustituir el O.D., el clítico puede duplicarlo. En el español rioplatense la duplicación es más sistemática que en otros dialectos”; [Dit 07] “El O.D. aparece destacado por la preposición a y un pronombre átono acusativo que duplica el objeto.”; y ya en 1847, [Bel 47:§921] “El acusativo o el dativo se expresa primero por el caso indeclinable, y se repite por el caso complementario”.

 

            Esta primera caracterización introductoria no pretende agotar todas las posibilidades de, según la terminología de diversos teóricos, ‘duplicación’, ‘hipercaracterización’, ‘doblado’, ‘redundancia’, etc., del objeto directo y a las que dedicaremos luego un apartado para su más detallada descripción y diferenciación, sobre todo en lo que refiere a las situaciones en las cuales el fenómeno es obligatorio, a diferencia de aquellas en las cuales es facultativo, o por el otro lado, está restricto. Pero lo particular del caso es la postura teórica adoptada por varios autores, sobre todo hispánicos, respecto del tema.

 

La posición ibericista

 

            Los textos de gramática de español para extranjeros de ese origen parten de la base de que dichas estructuras son incorrectas. Para citar solo un ejemplo, [San 78:36] ofrece como opciones de pronombre acusativo átono masculino la libre alternancia leísta de lo/le, pero da como obligatorio le en el caso de acusativo de persona (llamativamente, es la solución de compromiso que propone [Bel 47:§928] y que quizás fuera una usanza en variación libre en el Buenos Aires de su época), llegando al extremo de reglar la duplicación, en el apartado ‘El Pronombre Redundante’ [San 78:40], donde solo “si el Complemento Directo aparece antes que el verbo, éste va precedido del pronombre que sustituiría al complemento si el complemento faltase”, aunque sin mencionar ningún otro tipo de casos o usos posibles.

 

            En un foro de consultas sobre el idioma español gestionado en Internet por la Universidad de Innsbruck, a una pregunta sobre el fenómeno mencionado, el encargado sencillamente dictamina [Flo 06] “Pienso que [...] suena mal (pero no es agramatical) y que es mejor así:” (el subrayado es nuestro), y a continuación da la versión canónica ibérica. En la misma veta, por su lado, [F&A 95:237] comentan que “el doblado de OODD es un fenómeno muy marginal en español estándar”, y cuando menciona la reduplicación o doblado de clíticos, da “dos contextos típicos”, en los que luego agregan “Nótese [...] la presencia del clítico es obligatoria” [F&A 95:236]. Pero en la misma Gramática Descriptiva de la RAE (que en su título se pretende justamente descriptiva, y no prescriptiva), encontramos en [Fso 99:1231, 1248, 1263, 1268] varios ejemplos -incluso remitidos a la variedad rioplatense- a los que marca con el clásico asterisco (*) de agramaticalidad o inaceptabilidad, si no con ?, ???, y que a nuestro juicio son a todas luces no solo habituales en el dialecto bonaerense coloquial, sino que, por el contrario, la no duplicación en esos mismos casos sería percibida por sus hablantes como extraña. En el mismo foro [Flo 06] antes mencionado, también el autor, a la hora de insistir en que el fenómeno tiene muchas restricciones, redunda en ejemplos que supuestamente serían agramaticales hasta para el dialecto rioplatense mismo, pero que nosotros entendemos que ningún hablante consideraría como tales.

 

            Dado este estado de cosas, estimamos conveniente relevar otras caracterizaciones y explicaciones que se han hecho del fenómeno u otros emparentados, sea desde el plano sincrónico o desde la perspectiva diacrónica. A fin de focalizar el tema, circunscribiremos su análisis a los pronombres de tercera persona, dado que, como señala [Fso 99:1258], “los de primera y segunda persona no son totalmente equiparables a los de tercera”, y citando a Benveniste, apunta [Fso 99:1213] que éste “sostiene que, en efecto, la noción de ‘persona’ sólo es propia de las dos primeras. [...] es la ‘no persona’, y remite no al enunciado, sino a una situación ‘objetiva’. Se trata del término no marcado, y de hecho, no existe en todas las lenguas (el latín, por ejemplo, no los poseía).” Por otro lado, tanto en el español estándar como en la variedad rioplatense el pronombre es etimológico, distinguiendo acusativo de dativo, y género, lo que resalta el fenómeno (facilitado por no ser aquella una variedad leísta). Como comenta [Dit 05:169], “los pronombres átonos o clíticos se dividen, a su vez, en oblicuos (lo, la, los, las, les) y reflexivos (se); los primeros denotan un referente distinto al del sujeto; en cambio, los segundos son correferentes con éste [...] Esta distinción entre pronombres oblicuos y reflexivos sólo se manifiesta en la tercera persona. [...] Sólo en los pronombres de tercera persona se distingue el caso acusativo (lo, la, los, las) del dativo (le, les)”.

 

Afín a la idea de Benveniste, se hacen así menos evidentes supuestas motivaciones subjetivas del hablante, muy estudiadas en el caso de la duplicación del dativo ético en diversas áreas dialectales hispanoamericanas, tal como en [Alb 90:25], quienes se proponen “analizar la presencia optativa del pronombre en caso objetivo dentro de construcciones endocéntricas verbales” en el español hablado de Buenos Aires a partir de una extensa casuística, y, en donde, si bien aparece un ejemplo del tema que abordamos, se centra en el pronombre dativo, sobre todo en la primera persona, consecuente con su hipótesis principal. De todos modos, las principales conclusiones a las que llegan las autoras coinciden con algunos de los contenidos que luego desarrollaremos.

 

En la búsqueda de la causa perdida

 

            Al caracterizar el fenómeno, sería deseable establecer asimismo hipótesis de sus posibles causas, pues si partimos de una aproximación estructuralista ortodoxa (inclusive funcionalista), tenemos solamente su definición, tal como [Kov 90:69], quien, escuetamente descriptiva, al caracterizar el Objeto Directo, dice que “Es el modificador monovalente de voz activa que puede a) representarse o duplicarse con los pronombres de tercera persona en caso objetivo...” (el subrayado es nuestro), pasando a dar sin comentarios ulteriores un ejemplo de “Duplicación: Tales estrofillas [...] las tomaban de una tradición oral”, entre las distintas realizaciones posibles de dicho objeto.

 

            En el otro extremo, las explicaciones que busca ofrecer la teoría generativista no logran consistencia o unanimidad: una minuciosa recorrida del texto ya canónico [Egu 04], pese a su abundante ejemplificación, no da siquiera un solo caso de duplicación. Quizás porque, como suele ocurrir con los expositores de las teorías lingüísticas de Noam Chomsky, los ejemplos parecen siempre meros calcos de estructuras canónicas del inglés (lengua en la cual no existe nada parecido a la duplicación del pronombre átono). Pero para el generativismo la duplicación implica evidentemente un problema, dado que, como señala [Leo 04], asumidamente instalado “dentro del marco de la Teoría de la Rección y Ligamiento”, respecto del “fenómeno conocido como duplicación clítica [...] su estudio plantea serios desafíos para la teoría de la sintaxis. [...] puesto que se trata de una estructura binaria, las representaciones de otros constituyentes facultativos que entran en relación es hecha por adjunción”, y postula a tal efecto que hay en el caso de la duplicación un “desplazamiento hídrico (sic.: el autor no da explicaciones terminológicas) desde Compl, VP de los clíticos duplicados, cuya motivación es la verificación de un rasgo fuerte de caso”, el cual “es posible gracias a la existencia de un sintagma causal (KP), cuya cabeza es la preposición a, la cual es marcadora de caso.”

 

            Ya señalan [F&A 95:227], dentro de un marco teórico similar, que “el pronombre personal puede ser considerado una categoría nominal [...], no obstante, no se comporta como un núcleo nominal sino más bien como un SN determinado o como un nombre propio. [...] Al igual que los nombres propios y los SSDD, denotan entidades referenciales, mientras que los nombres comunes no definidos tienen un cierto contenido predicativo”, y que en los pronombres átonos, para la subida o ascenso de clíticos, “los casos de proclisis se dan cuando el verbo está flexionado, mientras que los fenómenos de enclisis quedan restringidos a las formas no finitas del verbo (infinitivo y gerundio), a excepción del participio y del imperativo negativo” [F&A 95:234]. Y de nuevo, desde una postura típicamente ibericista, “La subida de clíticos no es un fenómeno irrestricto; muy al contrario, parece estar fuertemente limitado”, por ejemplo con partículas negativas, adverbios y preposiciones distintas de a, de y por; y la obvia propiedad de la variedad estándar de que “la subida de clítico depende también del tipo de verbo implicado: [...] los verbos de control de sujeto permiten la subida de clíticos, mientras que los de control de objeto lo impiden.” [F&A 95:235]

 

            Por su lado, [Dit 05:123], en una nota al pie, al mencionar la sustitución del objeto directo por un clítico acusativo, señala que “Algunos gramáticos consideran que el clítico no sustituye al O.D. sino que indica que éste está elidido y permite así su interpretación. Proponen que la posición del O.D. está ocupada por la categoría nula pro”. Por otro lado, “el objeto directo parece reunir, pues, todas las características que definen a los complementos en contraposición a los adjuntos. Sin embargo, hay casos periféricos que no responden totalmente a los rasgos enumerados” [Dit 05:124]. Cuando desarrolla el tema del orden marcado, en la estructuras tematizadas, dice que “el clítico explicita la función del constituyente dislocado, que también aparece marcada por la preposición a, incluso cuando no se dan las condiciones que regulan su uso en la posición posverbal” [Dit 05:124].

 

            También [Man 87] intenta una explicación de la diacronía del romance con esquemas generativistas (subtítulo: Elementos de sintaxis comparada románica) -estructuras arbóreas incluidas- buscando los rasgos prototípicos del románico desde esa perspectiva. En el apartado ‘Duplicación (del determinativo) del objeto’ [Man 87:407], señala, refiriéndose a todas las lenguas romances, que “en determinadas condiciones, el Determinativo, marcado como +DEFINIDO, de un grupo nominal objeto (directo o indirecto) puede copiarse en forma de pronombre, aun cuando el Nominal no se haya suprimido (podría hablarse de una transformación que copia todo el Grupo Nominal y de la pronominalización del DET(erminativo) después de la deleción del Nominal de dicho GN)”. Luego pasa a ejemplificar cómo “en rumano es obligatoria la transformación opcional del español de los GN-objeto que siguen al verbo si está marcado con +ANIMADO, +HUMANO, y su determinativo, como +ESPECIFICO (Carlos LA vio a María / Carlos vio a María)”, detalle particularmente relevante a los fines de nuestro análisis, y que luego retomaremos. Finalmente, menciona al respecto que “en cambio, si el GN precede al verbo debido a su topicalización, la regla pasa a ser general en el ámbito románico”, pasando a dar ejemplos del caso del rumano, español, italiano, francés y portugués.

 

            No debemos olvidar tampoco que la Gramática Descriptiva de la RAE ´99 está fuertemente sesgada por la perspectiva generativista (ej.: el pronombre “constituye por sí solo una expansión máxima nominal” [Fso 99:1211], “se comporta como una variable ligada” [Fso 99:1216]), y las diversas hipótesis de [Fso 99, Luj 99] no son siempre coincidentes con los conceptos arriba vertidos. Quizás, complementariamente, sean entonces otros los factores, más allá de los estrictamente sintácticos en un sentido estricto (desde dicha perspectiva), aquellos que convenga tener en cuenta.

 

            La literatura diacrónica no pareciera agregar mucho a la comprensión de las causas posibles del fenómeno. Entre los “clásicos”, [Lap 81:588], al abordar las variedades no ibéricas, señala que “abunda más que en España la mención redundante del objeto directo mediante pronombre (‘Santos la miró a Rosa’, ‘ella lo amaba a Andrés’), pero se da también la omisión total del objeto directo, que se deja sobreentendido (‘¿le prendiste el cabo de vela a San Antonio? –No sé, yo le dije a Pepa’, en vez de ‘yo se lo dije’). Esto último es prueba del amplio grado de variación libre con el tema” (es interesante notar que en este punto contradice explícitamente las restricciones postuladas por algunos de los autores recién mencionados). Pero no da parámetros ni análisis diacrónicos propiamente dichos. Más radical es el caso de [Pen 06:158-175], quien en el apartado ‘El Pronombre’ no dice nada respecto de la duplicación, ciñéndose en todo su texto solamente a la variedad peninsular. [Alo 61] tampoco desarrolla en su sintaxis diacrónica los rasgos dialectales americanos, pero es sumamente interesante para el tema que nos ocupa que marca como pleonasmo un texto del Códice de Murcia con la duplicación que nos interesa (‘aquel que LO furtó o LO corrompió el scripto’) [Alo 61:131], lo que remite la atestiguación del fenómeno a un período tan lejano como el siglo XIII y en territorio español.

 

            Volviendo a territorio argentino, [Rum 03] intentó explicar el fenómeno de las anomalías en el uso del pronombre inacentuado ‘lo’ en el Noroeste como resultado de un infijo de flexión verbal –pu del quechua, tesis sustratista poco sustentada que mereció extensas y minuciosas críticas del Prof. José Luis Moure (entre otras, que el fenómeno es general y no está exclusivamente circunscripto a esa zona geográfica). En cuanto al adstrato, podemos aventurar por nuestro lado una hipótesis sobre el motivo de la progresiva generalización del fenómeno en la zona rioplatense, cada vez mayor en las últimas décadas, como parecieran demostrar los juicios quizás ya perimidos de agramaticalidad que más arriba señaláramos en ejemplos de textos no tan alejados en el tiempo.

 

            [Fon 87:136] menciona el conocido fenómeno de que, según el Censo de la Ciudad de Buenos Aires de 1887, “debemos suponer que alrededor de la mitad de los varones adultos [...] eran de nacionalidad italiana”, y que “en la Argentina es indudable que la cercanía existente entre el español y el italiano tuvo una gran repercusión en el futuro lingüístico del país” [Fon 87:135]. Pero después no realiza ningún desarrollo de aquella repercusión, ni siquiera en la -a nuestro juicio obvia- influencia fonética, entonacional y articulatoria sobre la variedad rioplatense. Y si bien la mayor parte de los dialectos italianos no usan la preposición “vacía” de acusativo de persona, es una lengua cuyas variedades son muy prolíficas en el uso coloquial de partículas átonas a menudo pleonásticas (al igual que el griego moderno), tales como ci, ne. También es habitual todavía hoy en el habla coloquial de amplias zonas de Italia [Pat 06:163], capital romana incluida, la repetición final del verbo, con sus pronombres átonos adosados (‘Mi piace questa, mi piace’, ‘Ho vista Giovanna, ho vista’). La misma estructura, actualmente en receso -aunque todavía existente-, era típica de variedades subestándar muy extendidas hace décadas en descendientes de italianos de primera o segunda generación, y como tales, estigmatizadas (generalmente con el lexema rioplatense ‘mersa’), tal como reflejaba la personificación paródica que la actriz Haydeé Padilla componía del personaje televisivo “La Chona” (‘Hoy le dije al Hétor, le dije’). Creemos que la gran influencia de la lengua italiana y sus variedades dialectales sobre el español rioplatense todavía no ha sido suficientemente estudiada como el tema lo merece, y a falta de otros referentes que enfoquen el punto que nos ocupa, dejaremos esta mención como un mero indicio sobre el refuerzo que el fenómeno de adstrato pudo haber realizado sobre este rasgo gramatical; recapitulando, por la tendencia del italiano a la repetición redundante (aquí, del verbo y su complemento clítico) y el uso frecuente de partículas átonas, a menudo pleonásticas. Dado que “estamos ante un grupo muy heterogéneo de elementos que se encuentran posiblemente en un proceso de cambio y muestran una gran variación dependiente del dialecto” [Fso 99:1258] y que, como señala [Fon 99:1417], los datos “muestran claramente el carácter innovador de las comunidades urbanas de características modernas [...] frente al mucho más conservador de las comunidad rural”, un posible factor de aceleración del cambio lingüístico en la agitada Buenos Aires portuaria en el rasgo que estamos abordando pudo haber sido el fuerte influjo de la inmigración italiana, si bien el proceso ya estaba mencionado por Bello décadas antes del comienzo de dicha inmigración.

 

            Es digno de notar que [Fon 87] no alude al tema de la duplicación pronominal como rasgo particularmente representativo del dialecto que intenta caracterizar en su texto, completamente dedicado al español bonaerense, ni en el apartado dedicado al mismo tema en [Fon 00:37-61] y en [Fon 99:1399-1425], donde reitera los dos anteriores, con énfasis casi exclusivo en la diacronía sociopgramática de la alternancia de los pronombres tu/vos/usted (curioso detalle también señalado por [Dit 07]). Tampoco [Wei 76], quien dedica un libro completo al uso pronominal en Argentina, menciona la duplicación como atributo típico distintivo de esta variedad, y si bien el texto se centra en el aspecto sociolingüístico de la misma alternancia tú/vos/usted, en el caso de éste último, por incluir el pronombre de tercera para el acusativo clítico de usted, la duplicación era pertinente, pero al parecer la autora no la considera relevante a efectos de sus objetivos o la caracterización de la variedad rioplatense, contrastada allí con la catamarqueña.

 

El testimonio del griego moderno

 

            Respecto de la duplicación pronominal [Fso 99:1248] señala que “estas construcciones no son posibles ni en francés ni en italiano”, aduciendo además que “en italiano no aparece la preposición cuando el pronombre es de objeto directo” [Fso 99:1221], si bien esto es aplicable a la variedad estándar, pues como apunta [Dit 07], “entre las lenguas románicas, el español, como el rumano y algunos dialectos del italiano meridional, se caracterizan por la posibilidad de que, en determinadas condiciones, el complemento directo sea introducido por una preposición” (el subrayado es nuestro, y lo avala [Pat 06]). Y agrega que “conviene señalar que en español actual no existen clíticos locativos ni partitivos equivalentes a los de otras lenguas romances [...] por lo que no se dan casos de redundancia ni siquiera en estructuras de tema antepuesto” [Fso 99:1232]. Así, en [Fso 99:1261] compara fenómenos similares del francés, el italiano y el portugués, agregando que “Rivero supone que los clíticos medievales eran elementos sintagmáticos (SSNN) que clitizan por razones fonológicas, mientras que en la actualidad se trata de núcleos que se adjuntan al verbo, de manera que se interpretan como una unidad con aquel.”

 

            Retomando una perspectiva diacrónica, [Fso 99:1222] comenta que “en el sistema pronominal romance se han conservado restos de las marcas de caso del latín”, y que “el desarrollo de los pronombres personales de tercera a partir del demostrativo ille, illa, illud: lo < illum/illud; la < illam; ellos, los < illos; ellas, las < illas”, mientras que “la serie átona del pronombre personal de primera y segunda personas procede del acusativo, y la tónica del nominativo (los pronombres sujeto) y del dativo (los pronombres objeto)” [Fso 99:1221]. Ya hemos mencionado cómo [Man 87:407], al igual que [Dit 07], encuentran el mismo fenómeno de la duplicación pronominal en el rumano actual, otra lengua romance. Por su parte, [Alo 61:15] señala que en el lenguaje vulgar iberorromano “especialmente ille fue pronombre de tercera persona y artículo definido”, y la reconfiguración sintáctica gradual que supuso la convivencia de pronombres tónicos con los átonos y su clitización coincide en ese estadio de la lengua con el griego clásico, que poseía no solo pronombres sino artículo, a diferencia del latín. Y quizás por este mismo motivo la evolución posterior del griego llegó a un estado sorprendentemente similar al español en la duplicación pronominal que nos ocupa, detalle llamativo, dado que se parte de una lengua distinta al latín, aunque genéticamente emparentada con él.

 

            En en el registro coloquial del griego moderno estándar y todas sus variedades dialectales es normal la duplicación del clítico átono de acusativo: τον είδα τον Αντρέα (‘ton ída ton Andréa’: ‘Lo vi a Andrés’) [Eus 87, Tom 83]. Además de ser habitual en todos los estamentos sociales y sin ningún tipo de estigmatización, se torna particularmente sugestivo a efectos de nuestro análisis, dado que esta lengua mantuvo el sistema de casos indoeuropeo, y la declinación por sí sola del sustantivo y su artículo definido ya marca el caso, por lo que la redundancia se tornaría tan obsoleta en términos de valor de verdad como en la versión análoga del español rioplatense. No pretendemos con esto insinuar una gramática universal (cuya postulación por parte del generativismo no parece a la fecha todavía muy poco convincente), sino señalar un caso análogo en donde no hubo influencias registradas entre una y otra lengua, ambas de filiaciones distintas. Pero en la diacronía del griego, el pronombre demostrativo a la larga más utilizado (αυτός,-ή,-ό) era (y es) tanto pronombre personal como demostrativo, y su forma acusativa (αυτόν,-ήν,-ό) es el equivalente en uso de la versión “fuerte”, enfática o tónica española (‘a él’), y su versión diacrónicamente apocopada (τον, την, το) es el equivalente de nuestro pronombre átono e idéntico al artículo acusativo definido correspondiente, marca prototípica de determinación, todos ellos clíticos (el fenómeno también se extiende tanto al plural como al genitivo). Por otro lado, ya comentamos que el griego coloquial redunda habitualmente en partículas átonas pleonásticas muy usadas que no afectan el valor de verdad de los enunciados (generalmente son intraducibles), pero que matizan el efecto expresivo en la comunicación. Quizás así se vislumbre una posible explicación del fenómeno abordado, si bien merece un estudio más exhaustivo y contrastivo de los usos análogos que excede el marco de este trabajo.

 

La interferencia del inglés

 

            Pese a lo referido sobre el griego y las otras lenguas romances, es un hecho que la enseñanza del español para extranjeros está en principio orientada a hablantes de cualquier lengua materna, y la mayoría de las lenguas del mundo no incluyen entre sus rasgos la duplicación pronominal. También es un hecho que es muy frecuente que, como señala [Gon 02], “los aprendices no solamente ya poseen una lengua, sino que, además, ya tienen la experiencia de haber aprendido otra”. Dicha lengua suele ser el inglés, la lingua franca y de prestigio contemporánea por excelencia, la cual no solo no marca con preposición al complemento directo de cosa y de persona (lo que en cambio sí hace con el pronombre en caso terminal o dativo), sino que no incluye nada parecido a la duplicación pronominal. De ahí la gran dificultad de los angloparlantes no solo para incorporar la categoría de género o evitar el pronombre sujeto expreso, sino también para incorporar ese rasgo dialectal. Coincidimos por ello con [Gon 02] en que “se parte del presupuesto de que hay un problema central en la adquisición de esa área de la gramática del español”. La autora lo refiere particularmente a la dificultad de los hablantes del portugués brasilero con el sistema pronominal español todo (por ende, particularmente con la duplicación frecuente en la argentina), dado que varios rasgos de esa área de la gramática están parametrizados en ambas lenguas en forma opuesta (acercando a aquel, desde ciertos puntos de vista, al inglés), lo que produce fuertes anomalías por transferencia observadas en la interlengua de los aprendices.

 

            Sin embargo, el problema es más general y grave en la mayoría de los casos en los cuales el estudio prioritario de una segunda lengua ha sido el inglés, dado que los procesos cognitivos puestos en juego para el aprendizaje consciente de la misma son mucho más conscientes y hasta, quizás, esforzados, que los que se dan en la adquisición natural de la lengua materna, con su conocimiento implícito (es decir, relativamente inconsciente) de sus reglas gramaticales. El conocimiento gramatical explícito que acompaña la tarea voluntaria y consciente del aprendizaje de una lengua segunda genera la tendencia a instalarse, ante el desafío del aprendizaje de cualquier “tercera” lengua posterior, en la recurrencia automatizada a las regularidades incorporadas con tanto esfuerzo de esa segunda lengua como mecanismo de reafirmación o seguridad.

 

Las interferencias que en este caso produce la transferencia de dicha lengua para el aprendizaje de la lengua meta (en nuestro caso, el español), serán mayores, según nuestra experiencia (extensa en el área de la enseñanza del griego moderno, y en menor medida con el español para extranjeros, pero coincidente en este punto con la de otros colegas), cuanto mayor haya sido el tiempo de aprendizaje efectivo de dicha segunda lengua, de su utilización en contextos coloquiales reales, cuanto más temprano se haya dado su aprendizaje, y cuanto más reciente haya sido respecto del proceso actual de aprendizaje de la nueva lengua meta. Esta dificultad se observa en todos los módulos de la gramática, tanto fonético/fonológicos, como morfosintácticas, como pragmáticos. Si la lengua materna no está genéticamente emparentada con el español o tiene un sistema pronominal demasiado diferente, las posibilidades de transferencia se duplican, y la de la segunda lengua previamente aprendida (sobre todo del inglés) se torna sumamente obstructiva para la fluida incorporación del español y del rasgo dialectal analizado.

 

Un fenómeno complejo

 

            Varios autores coinciden en que nos hallamos ante un fenómeno de cierta complejidad: [Fso 99:1211] “A lo largo de toda la tradición gramatical, el pronombre ha sido una de las categorías que más polémicas ha suscitado”, y en la redundancia pronominal, “a veces se trata de un mismo modo una serie de casos en realidad bastante distintos” [Fso 99:1246]. “Son muchas las dificultades, tanto teóricas como prácticas, que se le plantean al estudioso a la hora de caracterizar a los clíticos en general [...] Hay incluso autores que han puesto en duda la propia existencia de los clíticos como primitivo teórico, más allá de la mera herramienta descriptiva” [Fso 99:1254]. “Estamos ante un grupo muy heterogéneo de elementos que se encuentran posiblemente en un proceso de cambio y muestran una gran variación dependiente del dialecto. [...] no pueden analizarse todos del mismo modo” [Fso 99:1258]. “Parece haber, como afirma Giacalone Ramat, un cambio en el tipo de clitización. La tarea de averiguar la naturaleza del cambio y las razones últimas por las que se produjo se hace especialmente difícil, dado que se trata de un proceso probablemente largo, con numerosos estadios intermedios, que presenta varios aspectos: el prosódico, la reducción fonológica y morfológica (como consecuencia de la pérdida del acento) y la distribución sintáctica (la adjunción al verbo)” [Fso 99:1255]. Según [Dit 07], “la complejidad del problema proviene de diversos factores, como la proximidad entre las construcciones que forman el paradigma anterior, la incidencia de un factor no discreto como la entonación, los juicios de los hablantes, no encasillables según los criterios habituales en la sociolingüística. [...] Algunos de los hablantes solo cuentan con una de las opciones (hoy mayoritariamente la primera), otros usan ambas en variación libre, pero para un tercer grupo constituye una oposición con diferencias pragmático-discursivas muy sutiles”.

 

            [Pin 02] también enfatizan que nos hallamos ante fenómenos esencialmente diferentes, por lo que se impone la necesidad de establecer una taxonomía: “Aunque esos clíticos suelen considerarse como miembros de una clase única -frente a los reflexivos y los dativos- [...] no forman una clase uniforme. Además de representar funciones distintas según la posición que ocupen, son de distinta naturaleza, pues mientras unos son obligatorios y atienden a imposiciones gramaticales, otros vehiculizan contenido pragmático [...] Una regla unificada no alcanza para explicar los casos, por ejemplo, en que hay variación entre duplicación y no-duplicación.” El autor distingue así entre clíticos flexionales y derivacionales. Mientras que los flexionales son obligatorios, marca de intención ilocutiva, “los clíticos de acusativo que duplican SSNN de información nueva, son categorías pragmáticas y no sintácticas [...] que vehiculizan información proveniente de la experiencia del hablante, que, a través de esas partículas se codifica en la estructura sintáctica”. De este modo, el clítico deíctico hace más bien una referencia deíctica empatética antes que catafórica. Y si bien las cadenas tienen mecanismos de indexación, los índices no portan valores semánticos: hay atribución de valor, lo que es parte de la Pragmática. “Mientras los clíticos anafóricos expresan una relación gramatical, los deícticos traducen un influjo pragmático en la sintaxis”. Por ello, “los clíticos sujetos a variación se dividen en dos tipos: los clíticos anafóricos -que hacen referencia a un SN de información vieja y se comportan como tópicos- y los clíticos deícticos, cuya presencia señala una relación de identidad o empatía entre el locutor y el objeto mencionado en la enunciación, que puede tener estatus informacional nuevo o viejo. [...] Así, la experiencia de un hablante y su visión del mundo se incorporan a la estructura sintáctica por medio de una interfaz a través de ese clítico, que resulta ser una categoría pragmática. [...] Este fenómeno estaría vinculado a nociones más amplias que el módulo sintáctico en sí mismo, como la pragmática y/o el discurso”, hipótesis coincidente con la ya mencionada por [Alb 90:36]: “Podemos concluir que este uso de la forma pronominal objetiva parece constituir un rasgo característico de la lengua oral coloquial, y su mayor frecuencia se observa en aquellos tópicos de conversación que, relacionados con momentos vividos por el hablante, conllevan una carga emocional en los que aflora la subjetividad”.

 

            Bello [Bel 47:§921] había señalado ya hace tiempo que “esta especie de pleonasmo, a veces verdadera redundancia que se aviene mal con el estilo serio y elevado, es otras natural y expresiva”, agregando que “en general esta duplicación del acusativo o dativo debe estar justificada por alguno de los motivos antedichos: claridad, énfasis, contraste, elipsis” [Bel 47:§927]. Y en una nota al pie, [Bel 47:§930] menciona que “para evitar la anfibología [...] el castellano moderno logra ese fin por medio de la duplicación, esto es, añadiendo al caso complementario la forma compuesta”, coincidiendo parcialmente con las conclusiones respecto del énfasis contrastivo desarrollada por [Luj 99:1311] respecto de que “la expresión/omisión del pronombre en español es funcionalmente idéntica al contraste tónico/átono del pronombre en otras lenguas, y su denotación de presencia/ausencia de énfasis se desprende de la función del acento enfático/normal”, y que Fernández Ramírez ya había señalado que su presencia no es “necesariamente pleonástica”. El pronombre de tercera persona “actúa en el discurso por contraposición pronominal y asume también valores expresivos e intencionales” [Luj 99:1283]. En la misma línea, [Fso 99:1236] menciona que tanto el subjuntivo como otros tiempos verbales parónimos favorecen la presencia de pronombres sujeto explícitos: “Se ha supuesto también que es la ambigüedad (i.e. la necesidad de deshacerla) lo que explica el mayor uso de los pronombres de tercera persona (que tienen variación de género), si bien otros autores señalan la dificultad de aislar este factor, debido al efecto del contexto”.

 

            Este efecto contextual, poco afín al enfoque generativista, quizás sea mejor relevado por gramáticas tales como la sistémico-funcional (en la cual no hemos encontrado todavía ejemplos del tema) o el enfoque cognitivo-prototípico. Desde una perspectiva afín, [Dit 07] argumenta sobre la duplicación pronominal que “estos elementos, a veces denominados redundantes o pleonásticos, ponen de manifiesto, sin embargo, el valor discursivo que se le asigna al complemento directo: sus características semánticas (referente definido, específico, individuado, a menudo animado) y pragmáticas (información supuesta, accesible, ‘familiar’) corresponden a los de un tópico, es decir, un tema destacado que se presenta como aquello de lo que se va a hablar”, donde “ ‘tópico’ [...]  se entenderá en el sentido amplio que incluye varias opciones en las que se destaca un segmento marcado como portador de información temática”. Para los casos en los que la autora considera que la elección de la duplicación /no duplicación “constituye una oposición con diferencias pragmático-discursivas muy sutiles”, alude al hecho de que “se reconoce el carácter más individualizado y más dinámico de los objetos directos preposicionales [...] también sensibles al tipo léxico del predicado”. Asimismo la función diacrítica de marcar al complemento en oposición al sujeto, en casos de ambigüedad, y que “en otras variedades del español es obligatoria solo con los pronombres personales y, con grupos nominales, cuando van antepuestos”.

 

            La autora reconoce que [Bar 71] ya había anticipado estas variables semánticas y contextuales, señalando el carácter más bien restringido y facultativo de la duplicación del complemento directo, frente al obligatorio del indirecto, y mencionando asimismo los factores que lo favorecen, que son, en orden decreciente: el carácter humano, la posición antepuesta y el carácter determinado del objeto. Pero la casuística posterior no avalaría esto, y si bien “la presencia de la preposición delante de los complementos directos dista de ser sistemática y mucho menos obligatorio [...] en el español rioplatense la alternancia entre ambas construcciones ha favorecido la más marcada”, y trabajos de las primeras décadas del siglo XX previniendo contra el uso del OD preposicional no humano atestiguarían la difusión del fenómeno. Dumitrescu y Silva-Corvalán le reconocerían un valor pragmático de topicalidad, y dependería de su ubicación discursiva (mención previa), la condición de la posición antepuesta (obligatoria). “En cambio, la posposición depende de una motivación cognitivo-afectiva, al grado de cercanía que reviste el referente para los dos interlocutores. Solo si uno de los interlocutores no participa de esta cercanía, es posible la construcción no duplicada (‘¿No viste a mi mamá’?), pero en caso contrario en el español rioplatense no cabe otra opción. [...] De hecho, resulta más natural la presencia delante de un tópico, que de un foco, en el que el complemento directo no se duplica, como se ve en el siguiente contraste: a. (A) la moda no la podemos cambiar; b. LA MODA hay que cambiar (no las modelos).”

 

            De esta manera presenta una graduación característicamente cognitivo-prototípica “a medida que se extiende su empleo en diferentes contextos: O. I. > O. D.; pronombre personal > grupo sustantivo > subordinantes sustantivas; antepuesto > pospuesto; separado entonacionalmente > integrado en la línea tonal”. Y hace una referencia a una lengua no emparentada genéticamente, afín a las alusiones previamente desarrolladas respecto del griego moderno: “Dada la altísima frecuencia del pronombre y la ampliación de las categorías a las que sustituye, se suele caracterizar a la construcción duplicada como una suerte de ‘conjugación objetiva’, como la del euskera, en la que el verbo incluye propiedades flexionales que reflejan las del objeto directo”, concluyendo  que “el pronombre redundante se convierte en una marca de función que reitera o anticipa los rasgos gramaticales del complemento directo: la función sintáctica mediante el caso del pronombre, y las propiedades flexionales del género y número por concordancia. [...] Aunque muy extendida, la duplicación rioplatense no está totalmente gramaticalizada, como lo indican su carácter facultativo con la mayor parte de los objetos pospuestos y la función estilística que retiene, vinculada con la ‘topicalidad’ (Silva-Corvalán), la ‘individuación’ (Laca), la ‘prominencia discursiva’ (Dimitrescu), y la ‘relevancia expresiva’ (García). [...] La hipercaracterización del complemento directo del español rioplatense se construye, pues, a partir de dos recursos gramaticales que se caracterizan por destacar al objeto y establecer una vinculación más o menos fuerte con la información que se transmite en el intercambio oral. Si bien tanto la a inútil como el pronombre duplicado son, cada uno, elementos redundantes en su valor estrictamente gramatical y semántico, al combinarse se potencian de una manera pragmáticamente eficaz” [Dit 07], reafirmándose así la necesidad de distinguir taxonómicamente aquellos casos en los que la duplicación es obligatoria de aquellos en los que es facultativa y de aquellos en los que está sencillamente restringida, tornándose agramatical, tal como insiste [Pin 02].

 

Conclusión: la redundancia pronominal en la enseñanza del español para extranjeros

 

            No hemos buscado brindar abundante casuística o ejemplificación del fenómeno tratado, dado que el enfoque aquí tentado era prioritariamente teórico, sino recorrer las muchas variables que transitan el tema elegido. Fuere cual fuere el enfoque elegido por el docente para la enseñanza del español rioplatense como segunda lengua, sea mediante métodos deductivos, inductivos, utilizando el enfoque natural, el método comunicativo, etc., según sus preferencias, la enseñanza de la duplicación pronominal se configura como fundamental para la adecuada incorporación de esta variedad dialectal, dado que, por un lado, es demasiado característica de la misma como para dejarla de lado (tal como comentan varios de los autores mencionados), y por otro lado, ofrece importantes dificultades a ser atendidas. Por un lado, aquellas vinculadas a las interferencias posibles causadas por la transferencia de la lengua madre o alguna otra segunda lengua incorporada previamente en forma intensiva, sobre todo si cuentan con rasgos análogos, y por el otro, la mera complejidad del fenómeno, tan heterogéneo que no es posible ser reglado en una forma simplificada sin desnaturalizarlo.

 

            El así llamado “enfoque natural” estará dado por sí solo en la vida extra-áulica del aprendiz mediante el mero contacto cotidiano con los usos abundantes de aquellos hablantes nativos que le toque en suerte oír, y es un hecho que el así llamado “filtro afectivo” que propicia una mejor incorporación de la lengua meta estará optimizado en la medida en que el sujeto pueda incorporar este rasgo de la lengua e integrarse así mejor a la comunidad de habla. A tal fin, creemos por ello indispensable que el docente fomente dicha incorporación, pero señalando claramente al estudiante las diferencias de aquellos casos en que tanto la variedad estándar como la rioplatense prescriben la obligatoriedad de la duplicación (‘clítico + verbo + a + pronombre personal’, o cuando el objeto directo va precedido de cuantificadores del tipo ‘todo/s’ o artículo + numeral, por citar dos ejemplos), como aquellos en que la proscriben como agramatical (verbos de control de objeto, posición antepuesta y/o duplicación con infinitivos y gerundios). La ejemplificación y práctica de esos casos extremos mediante el uso de drills, reiteraciones, etc. ayudará a evitar las posibles fosilizaciones inadecuadas de uno u otro caso extremo que pudieren producir errores no solo funcionales sino de código, surgidos sea por transferencia (particularmente con aquellos que aprendieron el inglés como segunda lengua) o por inercia, sobre todo ante la tendencia a la regularización que pudiera tentar al aprendiz a generalizar la construcción en su interlengua, dada su alta frecuencia en esta área dialectal (caso en el cual deberíamos enfatizar las -pocas- restricciones).

 

En todos los otros casos en que fuera facultativo, y sobre todo en aquellos tan numerosos en los que podría resultar preferible por resultarle más idiomático al oyente (registrándolo como no marcado), la práctica abundante de las dos opciones contrastadas en un mismo ejemplo y la reflexión sobre los matices semánticos que las diferencian es una estrategia más que plausible, para lo cual sería adecuado el relevamiento con el aprendiz de las diversas posibilidades que desarrollan [Dit 07, Pin 02] en su taxonomía. En estos casos creemos también igualmente deseable enfatizar la variable del registro, recordándole al aprendiz que el fenómeno resulta más natural e idiomático a los hablantes nativos en el contexto oral informal, prefiriéndose en general en el escrito las prescripciones y proscripciones de la variedad estándar.

 

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© Jerónimo Brignone 2009 

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