DOMINANTES, PREPONDERANCIAS Y CARENCIAS:

LA BASE DE LA INTEPRETACION ASTROLOGICA

por  Jerónimo Brignone

(Este Trabajo fue expuesto en el Tercer Encuentro entre Astrólogos organizado por la revista Gente de Astrología, ex Cosmovsión, en Buenos Aires, 1999)

CUARTA Y ULTIMA PARTE

            Antes de iniciar una interpretación de la información obtenida, quisiera abrir otro gran paréntesis, creo muy necesario. Primero, mencionar que una parte importante de los puntajes depende de posiciones bastante precisas de las cúspides de las casas, es decir, de la exactitud de la hora. Por ello, los totales están en buena medida en función de la seguridad de la hora natal. En el caso de no estar rectificada la carta, o de haber dudas sobre la misma, hay que tomar con suma prudencia los valores finales y, sobre todo, estar atento a aquellos ítems que involucran posiciones de cúspides.

            En segundo lugar, sería un total despropósito tomar esto como una única técnica de abordaje de la carta. El peligro de los sistemas de cuantificación es que alientan nuestra natural tendencia a esperar resultados milagrosos por parte de algún cálculo, máquina o libro (donde figure todo “ya interpretado”, o “la receta mágica”), que nos evite, así, el esfuerzo de una participación integral de nuestra persona toda en el proceso de interpretación. De lo que aquí se trata, en cambio, es de darnos la oportunidad de aunar en un sistema que sintetice por acumulación las tantas y diversas cosas que vemos funcionar en Astrología, de modo que nos permita, “en última instancia”, ver no sólo qué factores dominan sobre el conjunto o en general, sino también las fuerzas relativas de los componentes de la carta en sus contradicciones o pujas, cuando los vamos considerando en función de la dinámica de interacción. Por otro lado, el mero ejercicio de pasar por todos los ítems mencionados, nos brinda la experiencia de ir mirando un tema natal desde varios puntos de vista fundamentales (y, la mayoría, bastante consensuales de diversas escuelas o grupos muy creíbles), sin dejar de lado por distracción información que pudiera sernos de valor o reveladora. Es decir, que no sólo importan los puntitos acumulados, sino el haber pasado revista a diversos factores y niveles de funcionamiento importantes del mapa natal.

            Al volver así a la carta la miramos con otros ojos, y tal o cual factor de la misma cobra nuevas dimensiones. Viendo un planeta, más allá de cuán importante aparezca en términos de puntos, se nos aparecerán una cantidad de roles específicos que cumple el mismo (la columna vertical del cuadro de puntos), y que enriquecerán nuestro diálogo interno como intérpretes, al ir asociándolos con otras ideas pertinentes. Las posiciones específicas por casa, en configuraciones, y estructurales en general, de las dominantes por preponderancia y por carencia, irán haciendo complicidades entre sí y con los resultados finales de modos sumamente reveladores y orientativos de la totalidad. El sentido de determinar estas dominantes es, entonces, darnos un firme punto de apoyo para el tránsito constante de ida y vuelta entre la síntesis y el análisis del mapa, el recurrente proceso de ir y de volver de la parte al todo, del detalle al metaconjunto.

            A tal punto creo importante el no fijarse a esta metodología desde una expectativa intelectual rígida (por ello más de una vez hablé de “mirar DE VEZ EN CUANDO la carta con criterios cuantitativos”), que quisiera, en base al espíritu de todo lo expuesto, proponer ahora, en cambio, una primera aproximación a la carta natal, previa a todo lo descripto, y mucho menos mecánica y matemática, aunque basada todavía en la idea de “ver lo dominante”. Mirada que, por otro lado, es no sólo habitual sino inevitable, pero sobre la que quisiera atraer en este momento nuestra atención para definirla, ordenarla un poco, y ojalá así potenciarla.

            Cuando miramos por primera vez un mapa natal, nuestra percepción va siendo “atrapada” por algunos factores, agrupaciones visuales y/o de contenidos, que en cada carta van a ser diferentes, y que irán asociándose (superponiéndose, por parecidas), confrontándose y combinándose para definir ante nosotros como intérpretes un perfil básico, una identidad inicial sobre la cual ir avanzando en nuestro proceso de comprensión del conjunto. Proceso que supongo es muy parecido al que el sujeto mismo va haciendo a lo largo de su vida, en el diálogo del alma con el cielo natal. Puede ser una configuración angular, la repetición sistemática de un “tema”, un planeta que focaliza compulsivamente nuestra atención, o vaya a saber qué, en cada caso. Estas percepciones dominan el panorama, “hacen figura” respecto del fondo de la carta y seguramente por ello mismo dominarán a otros factores o niveles de la misma, situación que justifica que haya una convivencia de tantas técnicas en la historia de la Astrología: muchas, en algunas cartas, sencillamente se quedan mudas, mientras que otras cobran una súbita fuerza y elocuencia que no permite que se escuchen “las voces del resto”, y ésta situación se expresa del mismo modo en la vida del individuo. Luego de esta primera mirada quizás apliquemos por hábito o azar criterios más selectivos y específicos, tales como “Ascendente, Sol y Luna”, o eso de “entrar por los nodos”, la distribución hemisférica, el modelo planetario, o técnicas más sofisticadas, como los puntos medios, cadenas de disposición, o, al fin y a la postre, el que en esa época sea nuestro enfoque favorito. Pero antes de ello, insisto, hay una primera mirada (de hecho, cada vez que nos acercamos a la carta después de un tiempo), un primer reconocimiento de qué “es” aquello que tenemos entre manos, sobre cuya fenomenología quiero detenerme un poco más.

            “Algo” nos llama primero la atención. Lo reconocemos. Se graba una primera sensación, casi previa a cualquier asociación interpretativa, fugazmente nos decimos: “Hay... (alguna palabreja astrológica), así que es... (la misma palabreja)”. No dijimos nada, pero queda ese primer referente, con un contenido afectivo asociado. Luego nuestra mirada es atraída por otra cosa. “Ajá, así que también es... (otra palabreja astrológica)”. El “también” puede referirse a un factor o costado análogo o muy parecido (cuando no idéntico), de índole confirmatoria y acumulativa, o a algo meramente distinto, hasta quizás opuesto. Quizás aquí ya sintamos la necesidad de empezar a decirnos algo a nosotros mismos, de que empiece a cobrar un sentido la convivencia o contigüidad de los dos significantes que emergieron a nuestra percepción, ya que su mera particularidad va a darle un carácter al conjunto, en el que naturalmente se pondrá un poco más el acento o en lo análogo, o en lo polar o en la mutua adjetivación, pero de hecho ya va a aparecer algún contenido; es una necesidad casi orgánica. “Mmm, probablemente sea un... (y aquí ya alguna frase en castellano, gravitando en el orbe de lo hipotético)”. Inevitablemente nuestra mirada buscará algún factor que confirme esta primera hipótesis, y en el camino aparecerá un tercer elemento, quizás confirmatorio, quizás todo lo contrario, o más probablemente, que nada que ver, y que nos obligará de un modo u otro a volver a mirar los dos primeros factores con perplejidad y tratar de decidir qué implica la convivencia de estos elementos relativamente dispares. ¿Recuerda el lector lo referido mucho más arriba sobre las leyes naturales de combinación de símbolos, y la imagen de la teoría de los conjuntos? Aquí, lógicamente y por fuerza, nuestra percepción va siguiendo dicho camino, y así vamos comprendiendo quién “es” esa carta. Si somos más conscientes de esta fenomenología podemos aprovechar mejor el proceso natural, forzándonos a detenernos un poquito más y a ser más prolijos con las sub-etapas.

            Por ejemplo, probemos de aplicar esta especie de método de interpretación a primera vista, o de dominantes perceptuales, con la carta de Pasolini. Espero que el lector tenga una gráfico de la misma a su lado, o, en su defecto, una imagen mental. Y lo invito a mirar durante unos instantes la carta, con la percepción “abierta”, y sin proponerse emitir ningún juicio todavía.

            ¿Qué cosa o cosas llamaron primero, o más fuertemente, su atención? A mí, mirándola ahora como si fuera por primera vez, ese Sol, Ascendente y otros dos planetas en casa I, todos en Piscis. ¡Es “réquete” Piscis! Y bastante Casa I. Por otro lado, también me llama la atención ese Marte en fuego, elevado, cuadrando a lo que está en Piscis y un poco focal, confluyendo en él aspectos de varios y como si estuviera diferenciado del resto. Parece entonces que es bastante Marciano. Mhjhmm. Piscis y Marte no parecieran cuajar mucho. Hay un algo blando, disolvente y no yoico de Piscis que... Bueno, en todo caso Marte sí es afín o análogo a casa I. Asocio a Piscis con el no ser, con lo sutil, con la inspiración, la comprensión, el sacrificio y la comprensión. También con cierta dificultad de adaptación, o de normalidad, y con la evasión, la mística, la degradación, el arte... Piscis tiene que ver con el desaparecer, y la casa I y Marte con el aparecer, quizás sea alguien que se muestre mucho en una faz disolvente, sufrida, sublime o engañosa. ¿Ese Marte en IX lo hará luchador de causas perdidas, defensor de pobres y ausentes? Parece probable que sea un peleador, pero con todo ese Piscis, que pierda. O que, como un soldado, caiga en el frente. Sí, la imagen de inmolación permite juntar a estos símbolos: un guerrero idealista, alguien que despilfarra su energía. Y el agregado de Urano en conjunción al Sol y cuadratura a ese Marte lo hace parecer particularmente contestatario. Mirando un poco más, ¡es pero requeterrecontra Piscis!: los dos regentes de ese signo están en recepción mutua con los planetas en I, y Venus, además, se exalta ahí, hay un planeta personal en XII, y ese Sol en I está en un aspecto cerradísimo al Neptuno en Leo. Leo... ¿Será un artista? Aunque más que un actor pareciera arquetípicamente alguien que lidera, un héroe... ¿Quizás una película del Che Guevara? O puede que nada más que un campeón de natación.

            Deslizando la mirada, también llama la atención esa conjunción de Júpiter y Saturno con el Nodo en Libra en casa VII. De nuevo, no pareciera tener que ver demasiado con ninguna de las cosas antes mencionadas. Suena tan formal. Como un abogado, o algo así. No muy natación. Pareciera resaltar los costados políticos de todo lo anterior, eso sí podría andar. Pero es probable que esa connotación formal choque con su forma de ser, porque lo visto primero parece mucho más fuerte, y se deberá identificar con ello (Sol y Ascendente son “Yo”). Así que seguramente líos con gente más conservadora, o por cuestiones de principios. Por otro lado, Libra reafirma lo del arte. Otra cosa que me llama la atención es esa Luna exaltada, tan exactamente conjunta a la cúspide de III. De nuevo, en un punto, nada que ver con todo lo anterior. En sí pareciera hablar de un contacto muy fértil con el medioambiente (me lo confirma lo de VII y los contenidos sociales de lo otro), pero hay un costado quedado, muy burgués, afín a lo de Júpiter y Saturno (y quizás hasta con el Marte en Sagitario, aunque no en lo quedado), pero que se contradice demasiado con lo de la I. ¿Quizás una contradicción interna sin resolver? Habrá que ver, probablemente alguna manifestación unitaria tenga, y, de haber tal conflicto o “tema”, habrá que ver también cómo proyecta los polos. Y esa Luna me da una sensación de una cierta eroticidad, una exacerbación de las sensaciones que es también común a Piscis, con Sol y Venus ahí, cuadrando a Marte, el calentón. Y los planetas de VII hablarían de voluntad de vínculo. En cuanto al arte, la fertilidad de Luna en Tauro lo potencia, y la III se combina con la faceta más intelectual, ideológica o de contenidos de Sagitario. Pero hay un costado indudablemente comercial de esa Luna que pareciera escapar al conjunto de la carta.

            Aquí paro. En cada persona, el fluir pudo haber discurrido por caminos diferentes (de eso se trata), pero es probable que muchos, en una primera etapa de aproximación a esta carta en particular, hubieran pensado o vivenciado cosas similares. En todo caso, no quise, ni es el sentido todavía, hacer afirmaciones demasiado tajantes o concluyentes, porque apenas estamos empezando a mirar la carta. Pero esas palabras, imágenes y sensaciones van creando una atmósfera propicia para un estudio más técnico, y son un primer buen territorio en el cual adentrarnos para nuestro próximo objetivo, que es empezar a aplicar los criterios de análisis cuantitativo arriba descriptos. Es como un médico, que después de la primera mirada -fundamental- de la persona viva y entera ahí enfrente, necesaria para hacerse una idea global y formarse una primera hipótesis, pasa a la batería de análisis clínicos, parciales y atomizados cada uno de ellos, que le permitirá reajustar su visión y enterarse de aquello que no vio al principio y, si tiene experiencia, probablemente confirmar su primera impresión (o llevarse alguna buena sorpresa).

            Pero antes de poner sobre el tapete e interpretar el cuadro que emerge de los puntajes, entretejiéndolo con datos que podemos conocer de la vida de Pasolini, quisiera agregar una última propuesta técnica que se desprende naturalmente de los mismos, y que es algo así como “el sueño del pibe” en Astrología: el de poder evaluar, al fin y al cabo, “qué es” en última instancia la persona, en términos del alfabeto de doce letras. Invocando de nuevo al maltratado Arroyo y a su discurso de que si el sujeto tiene tal carencia quizás se compense con una presencia por casa, o un protagonismo de los planetas afines (pero, objetaríamos, bueno... ¿cómo, cuánto? Etc.), qué tal si pudiéramos poner planeta, signo y casa en un mismo nivel cuantitativo (durante un rato solamente; ya sé que insistí obsesivamente en sus diferencias), para así poder hacer un buen puré, y saber, finalmente y en última instancia, “cuán Aries es”, cuán Tauro, etc. etc., y desde ahí definir las identificaciones prioritarias del individuo y por ende su identidad (“quién es”).

            En términos materiales es muy sencillo (aunque, a mano, un poco tedioso; de nuevo, viene bien hacerse de un programita con planillas de cálculo) se ponen matemáticamente hablando a un mismo nivel los tres grupos, se promedian, y listo. Es decir, si hay un puntaje de 25 para casas y otro de 100 para planetas, se multiplican los totales resultantes del primero por 4 para que estén en la misma escala (si Ud. usa el de 50 para ambos, no hay necesidad de ello). Con los planetas es apenas más complejo el criterio, ya que en ese caso no hay una cantidad máxima fija de puntos a ser distribuidos entre ellos, porque hay veces que hay roles que no se cumplen en la carta (en Pasolini, no hay solitario hemisférico, o llaves de intercepción), u otros que se cumplen “por demás” (un planeta clavado en el Ascendente y otro clavado en el Mediocielo van a generar una cantidad industrial de puntos). Pero como, siguiendo los lineamientos mencionados, un total de 10 puntos es una especie de valor “normal” para planetas, y el valor promedio por signo o casa con 100 puntos es de 28.8 (raíz cuadrada de 100/4 x 100/3), con multiplicar por 3 los valores resultantes de la suma de puntos por planetas, ya los habremos nivelado a la escala de signo y casa. Entonces, sumamos los totales así logrados de Aries, Casa I y Marte, y dividimos el resultado por 3. Es decir, promediamos. Lo mismo con Tauro, Casa II y Venus, luego con Géminis, Casa III y Mercurio, y así sucesivamente. A Mercurio y a Venus vamos a tener que repetirlos en Virgo y Libra, pero está bien, aquí nos interesa su traducción a signos. Y sugeriría calurosamente usar para los de doble regencia solamente a los transaturninos. En el caso de Pasolini, no sorprende que el signo de más puntos surgiendo de esta operación sea Piscis, seguido de cerca por Sagitario, éste por Libra, luego Aries, etc., hasta llegar a Capricornio, claro dominante por carencia (lo precede Escorpio).

            Entonces, habíamos visto que la distribución zodiacal “pura”, es decir, previa a la consideración de los ángulos, mostraba en el mapa de Pasolini una preponderancia de agua mutable, con elementos también de aire y fijeza y clara minoría de fuego y cardinal. Que la domal sin Ascendente y Mediocielo resultaba en mucha angularidad y cadencia, con presencia prioritaria en casas de fuego y, en segundo lugar, de aire, y casi total ausencia en casas sucedentes y de tierra. Y que, a través del puente que supone entre estos dos planos el Ascendente Piscis y el Mediocielo en Sagitario, se realzaba por signo la preponderancia de agua mutable y quedaba ahora tierra cardinal como minoría, y que el fuego cadente, seguido ahora por el fuego angular, se confrontaban más todavía con la tierra sucedente, en el orden de las casas. Y que Venus era el planeta claramente dominante, seguido por una corte compuesta por Urano, Neptuno, Marte, Júpiter y Sol, diferenciándose claramente del resto de los planetas, a saber Saturno, Luna, Mercurio y Plutón, en franca minoría.

            Propondría por ahora ordenar esta información del siguiente modo:

Profundamente, QUIERO      Piscis + (Esc/Gem) - Aries

pero TENGO QUE                I/IX + (VII/III) - II

y, A TRAVES DE                   Piscis y Sagitario

VOY A:

VEN Pis IX + (UR/NE/MA/JU/SO Esc/Gem I) - (LU/SA/ME/PL Cap II)

 

En última instancia, lo que me define es:  

Piscis  +  (Sagitario/Libra/Aries)  -  Capricornio

            Aquí se dio el hecho de tener que incluir a los diez planetas en la formulación, pero es totalmente infrecuente; unos cinco es el máximo habitual. A mis ojos, el ordenamiento ya de por sí comienza a tornarse elocuente, pero intentemos, por supuesto, interpretarlo (sin olvidar, de todos modos, el silencioso registro sensible y afectivo que supone estar meramente en contacto con tales agrupamientos de símbolos). 

            “Profundamente, quiero Piscis”. ¿Qué quiere Piscis? ¿Qué función le toca en ese momento y lugar del zodíaco? Como último signo de la serie, le corresponde cerrar el círculo, dar cuenta de la totalidad, reintegrarse a esa Nada (o ese todo, ya que en términos lógicos son reversibles, como bien vio Hegel) de la que emergió el Uno, Aries, simbolizada por el punto, y con la que, en la búsqueda inevitable de su realización, se llega aquí nuevamente a reflejar por identidad (en el sentido de lo idéntico). Entonces, para dar cabalmente cuenta de tal experiencia, se es todo y no se es nada, la afirmación necesaria (por incluyente) de cualquier parte o partícula hace imperiosa su negación, para poder seguir consciente (o más bien, sensiente) de ese Todo. Se pierden los límites para llegar a la síntesis, a la perfección, que es sinónimo de fin, de anulación. El todo y sus caóticas partículas invaden y desgarran dolorosamente la ilusión de lo particular, del ser, la ilusión del Maya, y sólo queda comprender, y sacrificar lo que hay, para volver al silencio y el vacío de la Unidad, o, con palabras de Deepak Chopra, al fértil océano de las infinitas posibilidades de lo inmanifiesto. El signo de Piscis quiere, entonces, todo esto, y para hacerlo buscará los caminos que mejor se ofrezcan a la experiencia humana individual: el servicio, el arte, la inspiración, la evasión, la fantasía, la degradación, la santidad, la ilusión... Pero dejémoslo por un rato hablar al mismo Pasolini:

            “Todo es santo, todo es santo. No hay nada de natural en la Naturaleza. Todo es santo, pero la santidad es al mismo tiempo maldición. Los dioses aman y odian a la vez... El doloroso estupor de saber que toda aquella luz por la que un día vivimos, fue solamente un sueño sin justificación, irreal, manantial ahora de vergonzosas, solitarias lágrimas... ¡Me he equivocado en todo! Balance de mi vida: negativo. Es el momento del silencio y el vacío... Supe desde muchacho, sí, lo supe, lo que tenía que ser, lo que tenía que hacer: todo. Yo no debía ser bueno sino santo, no un hombre nada más sino un gigante, y no sólo elegante, sino exquisito, puro... La contaminación estilística (constante en mi trabajo) desemboca en una mezcla invertebrada, una acumulación magmática de elementos heterogéneos... El retorno religioso a las entrañas maternas, la aceptación de la derrota en la lucha intestina con la burguesía, ya no dejan lugar para la acción... El mar se derrumba en lentas oleadas grandiosas de granulado azul, trabajando con furor uterino, indomable, casi dichoso, porque la dicha existe aun al realizar el acto más atroz del destino, y resquebraja tu isla reducida tan sólo a unos metros de tierra... En los sueños, en el comportamiento cotidiano -cosa común a todos los hombres- yo vivo mi vida prenatal, mi feliz inmersión en las aguas maternas; yo sé que allí existía”. Y el título de su última obra publicada en vida (1975) era nada menos que “La Divina Mimesis”.

            ¡Ré-Piscis!

            (En adelante, comillas y bastardillas serán utilizadas exclusivamente para enmarcar su discurso. Las citas son tomadas todas del excelente libro que el biógrafo y ensayista Virgilio Fantuzzi escribiera sobre él poco después del asesinato, en donde figuran, en cada caso, el lugar exacto en el que fueran dichas por Pasolini. Por razones de espacio y fluidez remito al lector al libro en cuestión).

            Habíamos visto que también tenía componentes fijos y de aire, enunciados como Escorpio/Géminis en función auxiliar. Quizás los ejemplos lo hayan ya demostrado, pero el mismo uso de la palabra, la contradicción, la polémica, los contrastes, cierto cinismo juguetón, la penetración de mirada y de mente, la inquietud, la pluralidad de contactos sexuales, entre otras cosas, son todas expresiones de puesta en juego de una tendencia que también está latiendo ahí dentro, al servicio de los mencionados objetivos de Piscis. Y supuestamente (jé jé) no se identifica demasiado con Aries, es decir con el concepto del Ser, el hacer, el empezar a afirmar y definir, el protagonizar. La Vida es un Sueño del cual uno es sólo un destello, y es la tesis que querrá ilustrar en sus últimas películas, incluida su más conocida obra de teatro, “Calderón”, inspirada en la conocida pieza de dicho autor, y de la cual pudo verse en el Teatro Payró de Buenos Aires una muy bella versión dirigida por Felisa Yenyi y protagonizada por los jóvenes Laura Novoa y Leonardo Sbaraglia.

            Pero... TENGO QUE Casa I (y IX), es decir, Aries. Estoy arrojado a la vida misma en el sentido más concreto y pulsante, y algo me compulsa a ser, hacer, protagonizar, pelear, moverme incansablemente, deshacer, rehacer, distinguirme del medio... Todo aquello que Piscis quería lo voy a encontrar contrastado por las necesidades de mi cuerpo, del deseo, de la dura lucha por la vida (“Este deseo de poder contar, al menos, con el pan, y con un poco de modesta alegría”, escrito de juventud muy afín también a su Luna en Tauro). Lo que supuestamente no quería se hace súbitamente presente, cuando no urgente, y se da el intenso fenómeno de complicidad entre una carencia a un nivel y una preponderancia a otro. El cuerpo (casa I) y la inevitabilidad de los propios actos van a sacar chispas dolorosamente a la confrontación con la vivencia y la motivación Pisciana, así como la necesidad de buscar y dar cuenta de una verdad, de un sentido que permita orientar a esta vida al revelar su calidad de absoluto (IX), con todas las connotaciones morales que esto pudiera implicar:

            “Estaba por entonces casi recién parido a un mundo, donde la entrega de un adolescente, incauto, animoso, monstruosamente tímido, ignorante de todo otro secreto que no fuese ideal, se convertía en humillante signo de escándalo, en santidad ridícula... Mil lágrimas brotan por cada punto de mi cuerpo, desde los ojos a las yemas de mis dedos, desde la raíz del pelo hasta mi pecho... Pobre, vestido con las ropas que los pobres contemplan en escaparates de burdo esplendor... ¿Qué es lo que debe hacer un negro que se encuentre, por casualidad, en un cocktail de purísimos anglosajones, en un barrio residencial donde se prohíbe habitar incluso a los sudeuropeos? ¿Avergonzarse de su negritud? ¿Fingir que no lo es? Pues bien, la obra de un autor es como la cara de un negro: él es revolucionario con su misma presencia, por el hecho de ser negro... La enmarañada consciencia que tengo de mí mismo no es sino una astilla inmaterial clavada en mi corazón... La obsesión por testimoniar me desgarra. El gusano de la conciencia, la religiosa loca conciencia que inmoviliza la picota de la vida inconsciente... Todo ésto lo sé porque lo vivo” (al ser preguntado por los fundamentos de las gravísimas denuncias políticas de sus últimos escritos polémicos). “El cine tiene la peculiaridad de sacar a la luz la verdad psicológica de la persona que allí aparece. Su esencia moral se ve con toda claridad en la pantalla como a través de, no sé, un análisis químico o una radiografía... Lo de escandalizar, ¿no será un acto que realiza un autor para que revierta sobre él? ¿Un acto, digamos, de sadomasoquismo o lesión? ¿Un acto que resulta expresivo en cuanto a pública punición de uno mismo, de tal modo que el escándalo no tenga ningún valor de por sí, en las formas y en los contenidos de la obra, sino en lo que resulta por recaer sobre la persona del autor?”

            En el otro polo, las consecuencias de Ser en el mundo, de estar ahí, presente y material, continuando con dicha existencia (casa II como función domal inferior), aparecen como un fantasma que lo perseguirá de diversas formas y de por vida, como veremos más adelante.

            La única forma de poder paliar la tensión del contraste fundamental entre el plano zodiacal y el domal, era en este caso el puente ofrecido por el Ascendente Piscis y el Mediocielo en Sagitario, es decir, exacerbar hasta sus últimas consecuencias las características más totales, disolventes y morales (cuando no espirituales) de sus aspiraciones, convirtiéndolo en un genuino extremista.

            En este desboque del buscador de la verdad absoluta en la nada, la (auto)refutación, la desnudez de la carne viva (“La búsqueda de la autenticidad expresiva comporta un riesgo de incertidumbre y desequilibrio. Transparente hasta la exasperación, tuve la mala suerte de expresar con gestos claros mis propias obscuridades”), se dibuja ya la estructura, digámoslo así, encarnada, de la carta natal, es decir, con los ángulos soldando y permitiendo el libre fluir entre el plano zodiacal y el domal, con todo el orden de complejas relaciones planetarias que esto conlleva. Y desde este orden Venus se nos aparece como el planeta más dominante, guardando íntima correspondencia con la identidad que Pasolini ofreció al mundo: el artista, el amante, el legalista, el poeta. Los actos o verbos que caracterizan a dichos personajes son los que pondrá al servicio de la búsqueda de Piscis bajo las exigencias, roles o situaciones irrecusables en los que lo sitúa la casa IX dominante, confrontados a Capricornio y casa II y los planetas Saturno, Luna, Plutón y Mercurio, símbolos, en esta carta, de costados fundamentales de su función inferior. Veamos cómo se expresa esto en su historia.

            Pasolini define así sus progenitores: “un padre conformista y autoritario, una madre como víctima amorosa”. ¿A qué les suena? Con Capricornio y Saturno como función inferior y éste último presente en VII (el otro), parece que hubiera una negatividad claramente proyectada hacia la figura parental de autoridad, y si bien hay un Sol en I (que hablaría, por el contrario, de una identificación con el padre), la fuerza del signo de Piscis, con su connotación simbiótica e intrauterina (vimos que él mismo manifiesta varias veces su deseo de no haber nacido, de continuar flotando en el océano ilimitado del líquido amniótico, y al respecto, las imágenes inicial y final de su “Edipo Rey” son abismales), más la conjunción del ultrafemenino Venus, planeta dominante de esta carta, al dominante siguiente, Urano (desconexión de lo biológico, y, asociado a Venus, clásica inversión sexual), y la positividad de esa Luna exaltada en Tauro y en sextil al Venus, quintil al Sol y 75° a Urano, todos ellos dominantes en casa I, muestran la casi matemática probabilidad, sino coerción, a identificarse conscientemente con aquella “víctima amorosa”, evidenciado en su notoria y escandalosa para entonces homosexualidad pública. Su madre, y por extensión, mujeres de personalidad intensa y afirmativa, serán el principal interlocutor positivo (“Hay un amor sin palabras, un amor que no miente: el amor de la madre”). No en vano protagonizaron sus películas actrices del temperamento de Ana Magnani, María Callas, Silvana Mangano, y hasta la propia madre apareció en algunas, llegando a ser en “El Evangelio Según San Mateo” la misma Virgen María sufriente al pie de la Cruz (tácita identificación personal con Jesucristo sobre la que nos detendremos en un momento). Si bien este juego de roles parentales es fundamental y fundante (como él muy bien lo sabía, freudiano convencido: su análisis edípico de “Crimen y Castigo” es brillante), no es por supuesto el único plano en el que se manifiesta, ni de hecho el más revelador. Pero continuemos con la historia.

            A Pasolini le tocó vivir en su adolescencia pueblerina de Friuli los duros estertores del fascismo italiano, a los que luego sucedió inmediatamente la guerra civil. Su sensibilidad e inquietudes literarias, combinadas a los traumáticos desórdenes políticos, lo llevaron a tomar contacto y profundizar en la obra de Marx y de Gramsci, bandera de la izquierda italiana. Siempre se consideró parte del PC (aunque, como era de esperar con esta carta, las relaciones con el partido como tal fueron siempre muy conflictivas). Avanzó en sus experimentos estilísticos con la lengua italiana hasta llegar a ser muy reconocido en las camarillas intelectuales, y su primer libro de poesías fue el primero que se publicara en el dialecto de su Friuli natal (¡Luna en Tauro en conjunción a la cúspide de III!). En Roma, creció su actividad en los círculos literarios y políticos, así como su eterna sensación de desarraigo, y comenzó a tomar contacto en carne propia con las bases y contrastes del orden social imperante, frecuentando las borgatte, es decir, las villas miserias, en un intercambio de hecho carnal con los muchachos que las poblaban (durante los primeros años se ganó la vida como maestro). De estas experiencias nacieron sus primeras novelas, que le permitieron ser cada vez más (y polémicamente) reconocido, y su acercamiento al mundo del cine, comoo guionista o asistente de Federico Fellini, Mauro Bolognini, Bernardo Bertolucci y Franco Rossi. Finalmente, hizo con mucho éxito sus primeras incursiones como director, pero el escándalo lo seguía como una sombra. Su sensibilidad a las raíces espirituales del problema social lo llevaron a un constante diálogo con la Iglesia Católica, en el que nunca quedaba muy bien parado: si bien salió siempre absuelto, sufrió literalmente decenas de juicios por obscenidad (desde ese punto de vista, sus películas parecen, veinticinco años después, ingenuos cuentitos de hadas: algo que él había vaticinado como otra fase en el desarrollo del capitalismo). “La Iglesia, si es que quiere sobrevivir en cuanto a Iglesia, sólo puede hacer una cosa: abandonar el poder y abrazar aquella otra cultura -que ella siempre ha odiado- y es, por su misma naturaleza, libre, antiautoritaria, en continuo devenir, contradictoria, colectiva, escandalosa”.

            La unión de los dominantes Venus con Urano y Neptuno dan la idea del diverso (no sólo sexualmente hablando), del arte marginal y transgresor, y del humanismo que tiñe todos sus actos. Se aparejaría, además, con un rasgo, más que romántico, casi extraterrestre en el amor (manifestaba una gran dificultad para unir felizmente el amor a la madre con el deseo por los muchachos: sus dos grandes amores conocidos, conocidos protagonistas de sus películas -Franco Citti y Ninetto Dávolo-, y extraídos de las borgatte, o eran de orientación prioritariamente heterosexual, o no pudieron pasar del plano de la amistad). Por supuesto, también con el cine, sobre todo la dirección, si agregamos la otra dominante, el Sol. El Sol, Marte y Júpiter, junto a los otros tres antes mencionados, reúnen todos una connotación de idealismo quijotesco y creatividad, un amoroso intento de liberar a la humanidad de sus cadenas, y agregan una enérgica combatividad y actos heroicos en la gesta por la apertura y el bienestar en general. En el polo opuesto, claramente aparecen Saturno, Luna, Mercurio y Plutón en Capricornio en Casa II como la sociedad capitalista, demonizada por su contraste sombrío y opaco, para peor, relegado a la Sombra. Es Layo, el padre terrible al que idealmente habría que matar y devorar (“Porcile”), pero que de todos modos devora a sus hijos no obedientes; o Kali/Medea, la madre asesina. El poder absoluto (Saturno/Plutón) del Estado (Capricornio) mediante el Capital (Casa II), hecho actos en los mecanismos de consumo (Luna/Mercurio), a los que ocupó sus últimos años en denunciar.

            Pero con las dominantes Sol/Urano en I, él era muy autoconsciente de su identidad con el enemigo. Descontando los costados literarios y poéticos de Luna/Mercurio, o la asunción de roles de poder (en la dirección cinematográfica y en su solitaria pero muy escuchada crítica política) evidenciada por Saturno/Plutón, el laborioso ascenso que supuso su carrera artística e intelectual (Capricornio), y las duras para él concesiones en toda una primera etapa de vida (Casa II), lo hacían sentirse traicionando sus más íntimas identificaciones conscientes: “Tambien yo, como Moravia y Bertolucci, soy un burgués, más aún, un pequeño burgués, una mierda, y estoy convencido de que este hedor no sólo es un perfume sino el único perfume posible del mundo... Me voy adaptando a la degradación, y estoy aceptando lo inaceptable”.

            Cuando en un momento decidió como protesta celebrar a los cuerpos a través de la “Trilogía de la Vida” (“Decamerón”, “Los Cuentos de Canterbury” y “Las Mil y Una Noches”), su inmenso éxito comercial, si bien satisfactorio a nivel económico (todavía hoy reaparecen en los cines semi-porno de Lavalle), fue vivido como un fracaso en términos ideológicos, y decidió contrarrestar abjurando de la Trilogía con la película más terrible filmada hasta entonces (y quizás nunca): “Saló”, sobre la novela más abominable del Marqués de Sade, ubicada en la Italia fascista y con la que quiso retratar la modernidad como lisa y llanamente el Infierno (Saturno/Plutón). Fue asesinado antes del estreno.

            Antes de comentar sobre el juego de proyecciones e introyecciones de la función inferior y superior en su carta natal, quisiera referir a la línea común a dichas funciones, es decir, aquello que se superpone por analogía, los contenidos idénticos de la luz y la sombra. La figura de Jesucristo (y su Sagrado Corazón: Sol/Venus en Piscis en I)  es la que quizás exprese de un modo más positivo dicha confluencia, y sobre todo el Misterio de la Encarnación y la Crucificción, muy similares en el simbolismo esotérico: el hombre tomando forma en este duro mundo material, simbolizado por la Cruz y Capricornio, y al mismo tiempo Piscis, sabiéndose no de este mundo, y y su doloroso sacrificio. Temas sobre los que tratan dos de sus películas más conocidas: “El Evangelio según San Mateo” y “Teorema”, en donde se ven reflejados los costados tanto unificados como conflictivos del simbolismo de su carta en este drama cósmico (que a nivel mundano no termina nada bien, como le pasó al mismo Pasolini). Sobre todo en la segunda, en donde el desierto en el que peregrinan los hebreos se homologa al blanco y negro de una familia actual pequeño-burguesa (la función inferior), visitados por Dios en la forma de un bello joven technicolor con el que todos mantienen relaciones sexuales (función superior); tras su partida, cada uno responderá a la ausencia de Dios demostrando la tesis del Teorema: “Haga lo que haga, el burgués siempre se equivoca”. “Me interesa el extremismo de Cristo, su modo tajante de cerrarse en banda, su radicalismo total y absoluto... Cristo perdona fácilmente los pecados individuales, pero es intransigente con los pecados sociales. El ha dicho: El que me ame, reniegue de sí mismo, lleve su cruz de cada día, arriesgue su vida. Es intransigente contra el pecado de irresponsabilidad, de falta de tensión de espíritu, y, en suma, de acuerdo fácil con la vida... Es preciso arriesgarse. ¿No es esto lo que enseña el pobre Cristo clavado? La claridad del corazón bien se merece cualquier humillación, cualquier pecado, cualquier pasión... Desilusionar. Saltar sobre las brasas como mártires tostados y ridículos: el camino de la verdad también pasa por los más horrendos lugares del esteticismo”.

            Pero son más aparentes los costados conflictivos de la interacción: cuando Pasolini vio la traición que le supuso a su línea de vida y expectativas generales el éxito de la Trilogía de la Vida (“Aquella lucha por la democratización del derecho de expresión y por la libertad sexual, fueron luego instrumentalizadas por el mismo poder al que trataban de oponerse”), además de la última película mencionada, elaboró una extraña teoría sobre el cine y la vida, en la cual afirmaba que de algún modo todo es un sueño que prueba la existencia misma del soñante, es decir, Dios: “He llegado a la conclusión de que el cine, al reproducirla, realiza una perfecta descripción de la realidad; y que el sistema de signos del cine es, en la práctica, el mismo sistema de signos de la realidad. ¡Por lo tanto LA REALIDAD ES UN LENGUAJE! Ahora bien, si la realidad habla, ¿quién es el que habla y con quién habla?... La verdad no se encuentra en un sólo sueño, sino en muchos sueños” (¡Piscis/IX!) “¿Pero en cuál de estos sueños se encuentra la vida? En el único, entre todos ellos, que nunca se realizará: el sueño de la revolución auténtica, que lleva consigo la verdadera libertad... No hay nada técnicamente más sagrado que una panorámica lenta... La vida es como un inininterrumpido plano-secuencia cinematográfica; la película que narra la vida de un hombre no es más que un conjunto de fragmentos seleccionados en el interior de este largo plano-secuencia; la operación de montaje equivale a la operación de la muerte, la cual realiza una rápida síntesis de la vida pasada; la luz retrospectiva que proyecta sobre esa vida, selecciona los puntos esenciales y los convierte en actos míticos fuera del tiempo”.

            Piscis ya se había bandeado para lugares totalmente irreales en su repulsa de lo capricorniano, y mientras éste expresaba su costado más oscuro y realista en las ruidosas y persistentes denuncias contra los líderes de la Democracia Cristiana, quienes a sus ojos estaban llevando adelante lo que él llamaba “un genocidio”, se sumía en una cada vez mayor desesperación y odio a su cuerpo, a su sexualidad, a su persona y a la sociedad toda, en un fatal realismo pesimista que probó ser visionario. “La gente que se afana por un bienestar ilusorio. Que frecuenta los bares lúgubres, los cines lúgubres. El gris de sus vestidos sobre las calles grises, su sumisión a los dictados de los amos... El consumismo consiste exactamente en un verdadero cataclismo antropológico; y yo vivo existenciamente ese cataclismo, que, al menos hasta ahora, es pura degradación; lo vivo en mis días, en las formas de mi existencia, en mi cuerpo... La realidad de los cuerpos inocentes ha sido violada, manipulada por el poder consumista... El poder se me aparece como un todo, pero además como un todo transnacional... La reponsabilidad de la televisión en imponer el falso modelo es enorme. Debe ser odiada como se odian los campos de concentración nazis... La liberación del hombre pertenece a la esfera de lo inexistente (a no ser en la nostalgia y el deseo), mientras que el poeta vive en este mundo, marcado por la falta de verdadero amor, para cargarse al hombro las culpas por cuanto no se ha hecho o se dejó a medio hacer... ¡Ah, burguesía, has logrado identificar contigo a todo el mundo; esta identificación pronostica el fin del mundo, pero el fin del mundo también será tu fin!”.

            Dominantes por preponderancia y por carencia conflagran en el siguiente autorretrato: “Aspecto exterior desfigurado por una mística delgadez, la boca consumida por los besos y las acciones impuras, el pómulo y la mandíbula distantes: el pómulo alto, próximo al ojo, y la mandíbula caída sobre la seca piel del cuello. Entre ambos, una cavidad oblonga que hace que el mentón sobresalga, casi en punta: ridículo como toda máscara de muerte. El ojo desecado es un espasmo, tanto más vil cuanto más se asemeja a los espasmos de los santos: una sequedad alucinada que parece adherirse como cola que mana de la pupila redonda, a las cosas sobre las que posa su brillo, a veces demasiado violento, a veces demasiado esquivo. Y en medio la nariz, de gruesa piel y gruesas fosas, sobre el labio superior ya casi inexistente de puro consumido: la nariz humana de la bestia, que hace de sí misma un conejillo de Indias de las propias ansias, que se van haciendo, como gangrena, cada vez más naturales”.

            O en las manifestaciones desordenadamente ubicuas y ya, a esta altura, negativas de la función inferior en su dialéctica con la superior: “Soy un autor sin autoridad... Las represiones hacen de mí un S.S., o un mafioso. Y yo, esto es lo tremendo, lo sé, lo soy... La vida tiene sus colores: el color de la aridez, el color de la abyección, el color del miedo, el color de la ironía, el color de la falta de color... La obsesion de no haber cumplido mi deber tan sólo por haber holgazaneado una hora, por haber perdido un día; o haber llegado tarde por la noche... Viejo Miguel Angel, voy en búsqueda de algo para lo que la búsqueda de un estilo me ha servido tan sólo de locura, de mística repetición... ¡Sexo, consolación de la miseria!... ¡Verguenza y esplendor! ¡Verguenza y esplendor!... Tú me acusas de idealismo (no en el sentido filosófico, sino existencial). Tú no sabes hasta qué punto he envidiado siempre tu falta de idealismo enfermizo. Pero tú eres cínico (como Diógenes, como Menippo... como Hobbes), no crees en nada... Y sin embargo existo, sin tu rigor, porque nada elijo... Un pueblo cuyo clamor no es otra cosa que silencio... Vivo en el sin-deseo de la pasada postguerra, amando un mundo que odio, perdido en su miseria despreciable, con un oscuro escándalo de consciencia”.

            Este particular Cordero de Dios apareció en las tapas de todos los diarios bañado en sangre y con el rostro desfigurado por un auto pasado varias veces arriba de su cadáver en la madrugada del Día de Todos los Muertos (Saturno/Plutón), el 2 de Noviembre de 1975. Todos los medios se afanaron en dar por cierta la versión de que el asesino era un muchacho que él había conocido esa noche en uno de sus frecuentes encuentros ocasionales. Y si bien fue sentenciado por homicidio, existían pruebas concluyentes de que el autor había sido un grupo, probablemente neofascistas mandados por los mismos sectores del gobierno que el posterior escándalo internacional de la P2, Licio Gelli y el Banco Ambrosiano pusieron en evidencia.

            “En el vientre de la madre se gestan hijos ciegos, sedientos de luz, niños anquilosos llenos de alegres instintos, y el mundo los rechaza”.

                *  *  *

            Espero haberlos interesado en la relevancia y la utilidad de mirar la carta natal con criterios ocasionalmente cuantitativos, y que hayan encontrado conceptos o imágenes que pudieran servir de inspiración para este trabajo cotidiano de comprender mejor cómo funciona nuestra Astrología.

            Quisiera agradecer al lector por su paciencia, y a todos los que me precedieron en este camino, así como a los colegas, estudiantes y consultantes con cuyo intercambio se fueron forjando estos criterios. Y muy especialmente a Kuqui Guirnalda por haberlos valorado y difundido desde un primer momento, a Rubí Leza, directora de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires, por haberme dado en su momento el espacio y la confianza para desarrollar los lineamientos que en que se basan, a Silvia Ceres por el coraje, esfuerzo, generosidad e inteligencia puestos en juego para la organización de estos maravillosos y tan necesarios encuentros, y a Adriana Poch Kade, por el regalo invalorable de su amistad.

(fin)

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