DOMINANTES, PREPONDERANCIAS Y CARENCIAS:
LA BASE DE LA INTEPRETACION ASTROLOGICA
por
Jerónimo Brignone
(Este
Trabajo fue expuesto en el Tercer Encuentro entre Astrólogos organizado por la
revista Gente de Astrología, ex Cosmovsión, en Buenos Aires, 1999)
Antes de iniciar una interpretación de la información obtenida,
quisiera abrir otro gran paréntesis, creo muy necesario. Primero, mencionar que
una parte importante de los puntajes depende de posiciones bastante precisas de
las cúspides de las casas, es decir, de la exactitud de la hora. Por ello, los
totales están en buena medida en función de la seguridad de la hora natal. En
el caso de no estar rectificada la carta, o de haber dudas sobre la misma, hay
que tomar con suma prudencia los valores finales y, sobre todo, estar atento a
aquellos ítems que involucran posiciones de cúspides.
En segundo lugar, sería un total despropósito tomar esto como una única
técnica de abordaje de la carta. El peligro de los sistemas de cuantificación
es que alientan nuestra natural tendencia a esperar resultados milagrosos por
parte de algún cálculo, máquina o libro (donde figure todo “ya
interpretado”, o “la receta mágica”), que nos evite, así, el esfuerzo de
una participación integral de nuestra persona toda en el proceso de
interpretación. De lo que aquí se trata, en cambio, es de darnos la
oportunidad de aunar en un sistema que sintetice por acumulación las tantas y
diversas cosas que vemos funcionar en Astrología, de modo que nos permita,
“en última instancia”, ver no sólo qué factores dominan sobre el conjunto
o en general, sino también las fuerzas relativas de los componentes de la carta
en sus contradicciones o pujas, cuando los vamos considerando en función de la
dinámica de interacción. Por otro lado, el mero ejercicio de pasar por todos
los ítems mencionados, nos brinda la experiencia de ir mirando un tema natal
desde varios puntos de vista fundamentales (y, la mayoría, bastante
consensuales de diversas escuelas o grupos muy creíbles), sin dejar de lado por
distracción información que pudiera sernos de valor o reveladora. Es decir,
que no sólo importan los puntitos acumulados, sino el haber pasado revista a
diversos factores y niveles de funcionamiento importantes del mapa natal.
Al volver así a la carta la miramos con otros ojos, y tal o cual factor
de la misma cobra nuevas dimensiones. Viendo un planeta, más allá de cuán
importante aparezca en términos de puntos, se nos aparecerán una cantidad de
roles específicos que cumple el mismo (la columna vertical del cuadro de
puntos), y que enriquecerán nuestro diálogo interno como intérpretes, al ir
asociándolos con otras ideas pertinentes. Las posiciones específicas por casa,
en configuraciones, y estructurales en general, de las dominantes por
preponderancia y por carencia, irán haciendo complicidades entre sí y con los
resultados finales de modos sumamente reveladores y orientativos de la
totalidad. El sentido de determinar estas dominantes es, entonces, darnos un
firme punto de apoyo para el tránsito constante de ida y vuelta entre la síntesis
y el análisis del mapa, el recurrente proceso de ir y de volver de la parte al
todo, del detalle al metaconjunto.
A tal punto creo importante el no fijarse a esta metodología desde una
expectativa intelectual rígida (por ello más de una vez hablé de “mirar DE
VEZ EN CUANDO la carta con criterios cuantitativos”), que quisiera, en base al
espíritu de todo lo expuesto, proponer ahora, en cambio, una primera aproximación
a la carta natal, previa a todo lo descripto, y mucho menos mecánica y matemática,
aunque basada todavía en la idea de “ver lo dominante”. Mirada que, por
otro lado, es no sólo habitual sino inevitable, pero sobre la que quisiera
atraer en este momento nuestra atención para definirla, ordenarla un poco, y
ojalá así potenciarla.
Cuando miramos por primera vez un mapa natal, nuestra percepción va
siendo “atrapada” por algunos factores, agrupaciones visuales y/o de
contenidos, que en cada carta van a ser diferentes, y que irán asociándose
(superponiéndose, por parecidas), confrontándose y combinándose para definir
ante nosotros como intérpretes un perfil básico, una identidad inicial sobre
la cual ir avanzando en nuestro proceso de comprensión del conjunto. Proceso
que supongo es muy parecido al que el sujeto mismo va haciendo a lo largo de su
vida, en el diálogo del alma con el cielo natal. Puede ser una configuración
angular, la repetición sistemática de un “tema”, un planeta que focaliza
compulsivamente nuestra atención, o vaya a saber qué, en cada caso. Estas
percepciones dominan el panorama, “hacen figura” respecto del fondo de la
carta y seguramente por ello mismo dominarán a otros factores o niveles de la
misma, situación que justifica que haya una convivencia de tantas técnicas en
la historia de la Astrología: muchas, en algunas cartas, sencillamente se
quedan mudas, mientras que otras cobran una súbita fuerza y elocuencia que no
permite que se escuchen “las voces del resto”, y ésta situación se expresa
del mismo modo en la vida del individuo. Luego de esta primera mirada quizás
apliquemos por hábito o azar criterios más selectivos y específicos, tales
como “Ascendente, Sol y Luna”, o eso de “entrar por los nodos”, la
distribución hemisférica, el modelo planetario, o técnicas más sofisticadas,
como los puntos medios, cadenas de disposición, o, al fin y a la postre, el que
en esa época sea nuestro enfoque favorito. Pero antes de ello, insisto, hay una
primera mirada (de hecho, cada vez que nos acercamos a la carta después de un
tiempo), un primer reconocimiento de qué “es” aquello que tenemos entre
manos, sobre cuya fenomenología quiero detenerme un poco más.
“Algo” nos llama primero la atención. Lo reconocemos. Se graba una
primera sensación, casi previa a cualquier asociación interpretativa,
fugazmente nos decimos: “Hay... (alguna palabreja astrológica), así que
es... (la misma palabreja)”. No dijimos nada, pero queda ese primer referente,
con un contenido afectivo asociado. Luego nuestra mirada es atraída por otra
cosa. “Ajá, así que también es... (otra palabreja astrológica)”. El
“también” puede referirse a un factor o costado análogo o muy parecido
(cuando no idéntico), de índole confirmatoria y acumulativa, o a algo
meramente distinto, hasta quizás opuesto. Quizás aquí ya sintamos la
necesidad de empezar a decirnos algo a nosotros mismos, de que empiece a cobrar
un sentido la convivencia o contigüidad de los dos significantes que emergieron
a nuestra percepción, ya que su mera particularidad va a darle un carácter al
conjunto, en el que naturalmente se pondrá un poco más el acento o en lo análogo,
o en lo polar o en la mutua adjetivación, pero de hecho ya va a aparecer algún
contenido; es una necesidad casi orgánica. “Mmm, probablemente sea un... (y
aquí ya alguna frase en castellano, gravitando en el orbe de lo hipotético)”.
Inevitablemente nuestra mirada buscará algún factor que confirme esta primera
hipótesis, y en el camino aparecerá un tercer elemento, quizás confirmatorio,
quizás todo lo contrario, o más probablemente, que nada que ver, y que nos
obligará de un modo u otro a volver a mirar los dos primeros factores con
perplejidad y tratar de decidir qué implica la convivencia de estos elementos
relativamente dispares. ¿Recuerda el lector lo referido mucho más arriba sobre
las leyes naturales de combinación de símbolos, y la imagen de la teoría de
los conjuntos? Aquí, lógicamente y por fuerza, nuestra percepción va
siguiendo dicho camino, y así vamos comprendiendo quién “es” esa carta. Si
somos más conscientes de esta fenomenología podemos aprovechar mejor el
proceso natural, forzándonos a detenernos un poquito más y a ser más prolijos
con las sub-etapas.
Por ejemplo, probemos de aplicar esta especie de método de interpretación
a primera vista, o de dominantes perceptuales, con la carta de Pasolini. Espero
que el lector tenga una gráfico de la misma a su lado, o, en su defecto, una
imagen mental. Y lo invito a mirar durante unos instantes la carta, con la
percepción “abierta”, y sin proponerse emitir ningún juicio todavía.
¿Qué cosa o cosas llamaron primero, o más fuertemente, su atención? A
mí, mirándola ahora como si fuera por primera vez, ese Sol, Ascendente y otros
dos planetas en casa I, todos en Piscis. ¡Es “réquete” Piscis! Y bastante
Casa I. Por otro lado, también me llama la atención ese Marte en fuego,
elevado, cuadrando a lo que está en Piscis y un poco focal, confluyendo en él
aspectos de varios y como si estuviera diferenciado del resto. Parece entonces
que es bastante Marciano. Mhjhmm. Piscis y Marte no parecieran cuajar mucho. Hay
un algo blando, disolvente y no yoico de Piscis que... Bueno, en todo caso Marte
sí es afín o análogo a casa I. Asocio a Piscis con el no ser, con lo sutil,
con la inspiración, la comprensión, el sacrificio y la comprensión. También
con cierta dificultad de adaptación, o de normalidad, y con la evasión, la mística,
la degradación, el arte... Piscis tiene que ver con el desaparecer, y la casa I
y Marte con el aparecer, quizás sea alguien que se muestre mucho en una faz
disolvente, sufrida, sublime o engañosa. ¿Ese Marte en IX lo hará luchador de
causas perdidas, defensor de pobres y ausentes? Parece probable que sea un
peleador, pero con todo ese Piscis, que pierda. O que, como un soldado, caiga en
el frente. Sí, la imagen de inmolación permite juntar a estos símbolos: un
guerrero idealista, alguien que despilfarra su energía. Y el agregado de Urano
en conjunción al Sol y cuadratura a ese Marte lo hace parecer particularmente
contestatario. Mirando un poco más, ¡es pero requeterrecontra Piscis!: los dos
regentes de ese signo están en recepción mutua con los planetas en I, y Venus,
además, se exalta ahí, hay un planeta personal en XII, y ese Sol en I está en
un aspecto cerradísimo al Neptuno en Leo. Leo... ¿Será un artista? Aunque más
que un actor pareciera arquetípicamente alguien que lidera, un héroe... ¿Quizás
una película del Che Guevara? O puede que nada más que un campeón de natación.
Deslizando la mirada, también llama la atención esa conjunción de Júpiter
y Saturno con el Nodo en Libra en casa VII. De nuevo, no pareciera tener que ver
demasiado con ninguna de las cosas antes mencionadas. Suena tan formal. Como un
abogado, o algo así. No muy natación. Pareciera resaltar los costados políticos
de todo lo anterior, eso sí podría andar. Pero es probable que esa connotación
formal choque con su forma de ser, porque lo visto primero parece mucho más
fuerte, y se deberá identificar con ello (Sol y Ascendente son “Yo”). Así
que seguramente líos con gente más conservadora, o por cuestiones de
principios. Por otro lado, Libra reafirma lo del arte. Otra cosa que me llama la
atención es esa Luna exaltada, tan exactamente conjunta a la cúspide de III.
De nuevo, en un punto, nada que ver con todo lo anterior. En sí pareciera
hablar de un contacto muy fértil con el medioambiente (me lo confirma lo de VII
y los contenidos sociales de lo otro), pero hay un costado quedado, muy burgués,
afín a lo de Júpiter y Saturno (y quizás hasta con el Marte en Sagitario,
aunque no en lo quedado), pero que se contradice demasiado con lo de la I. ¿Quizás
una contradicción interna sin resolver? Habrá que ver, probablemente alguna
manifestación unitaria tenga, y, de haber tal conflicto o “tema”, habrá
que ver también cómo proyecta los polos. Y esa Luna me da una sensación de
una cierta eroticidad, una exacerbación de las sensaciones que es también común
a Piscis, con Sol y Venus ahí, cuadrando a Marte, el calentón. Y los planetas
de VII hablarían de voluntad de vínculo. En cuanto al arte, la fertilidad de
Luna en Tauro lo potencia, y la III se combina con la faceta más intelectual,
ideológica o de contenidos de Sagitario. Pero hay un costado indudablemente
comercial de esa Luna que pareciera escapar al conjunto de la carta.
Aquí paro. En cada persona, el fluir pudo haber discurrido por caminos
diferentes (de eso se trata), pero es probable que muchos, en una primera etapa
de aproximación a esta carta en particular, hubieran pensado o vivenciado cosas
similares. En todo caso, no quise, ni es el sentido todavía, hacer afirmaciones
demasiado tajantes o concluyentes, porque apenas estamos empezando a mirar la
carta. Pero esas palabras, imágenes y sensaciones van creando una atmósfera
propicia para un estudio más técnico, y son un primer buen territorio en el
cual adentrarnos para nuestro próximo objetivo, que es empezar a aplicar los
criterios de análisis cuantitativo arriba descriptos. Es como un médico, que
después de la primera mirada -fundamental- de la persona viva y entera ahí
enfrente, necesaria para hacerse una idea global y formarse una primera hipótesis,
pasa a la batería de análisis clínicos, parciales y atomizados cada uno de
ellos, que le permitirá reajustar su visión y enterarse de aquello que no vio
al principio y, si tiene experiencia, probablemente confirmar su primera impresión
(o llevarse alguna buena sorpresa).
Pero antes de poner sobre el tapete e interpretar el cuadro que emerge de
los puntajes, entretejiéndolo con datos que podemos conocer de la vida de
Pasolini, quisiera agregar una última propuesta técnica que se desprende
naturalmente de los mismos, y que es algo así como “el sueño del pibe” en
Astrología: el de poder evaluar, al fin y al cabo, “qué es” en última
instancia la persona, en términos del alfabeto de doce letras. Invocando de
nuevo al maltratado Arroyo y a su discurso de que si el sujeto tiene tal
carencia quizás se compense con una presencia por casa, o un protagonismo de
los planetas afines (pero, objetaríamos, bueno... ¿cómo, cuánto? Etc.), qué
tal si pudiéramos poner planeta, signo y casa en un mismo nivel cuantitativo
(durante un rato solamente; ya sé que insistí obsesivamente en sus
diferencias), para así poder hacer un buen puré, y saber, finalmente y en última
instancia, “cuán Aries es”, cuán Tauro, etc. etc., y desde ahí definir
las identificaciones prioritarias del individuo y por ende su identidad (“quién
es”).
En términos materiales es muy sencillo (aunque, a mano, un poco tedioso;
de nuevo, viene bien hacerse de un programita con planillas de cálculo) se
ponen matemáticamente hablando a un mismo nivel los tres grupos, se promedian,
y listo. Es decir, si hay un puntaje de 25 para casas y otro de 100 para
planetas, se multiplican los totales resultantes del primero por 4 para que estén
en la misma escala (si Ud. usa el de 50 para ambos, no hay necesidad de ello).
Con los planetas es apenas más complejo el criterio, ya que en ese caso no hay
una cantidad máxima fija de puntos a ser distribuidos entre ellos, porque hay
veces que hay roles que no se cumplen en la carta (en Pasolini, no hay solitario
hemisférico, o llaves de intercepción), u otros que se cumplen “por demás”
(un planeta clavado en el Ascendente y otro clavado en el Mediocielo van a
generar una cantidad industrial de puntos). Pero como, siguiendo los
lineamientos mencionados, un total de 10 puntos es una especie de valor
“normal” para planetas, y el valor promedio por signo o casa con 100 puntos
es de 28.8 (raíz cuadrada de 100/4 x 100/3), con multiplicar por 3 los valores
resultantes de la suma de puntos por planetas, ya los habremos nivelado a la
escala de signo y casa. Entonces, sumamos los totales así logrados de Aries,
Casa I y Marte, y dividimos el resultado por 3. Es decir, promediamos. Lo mismo
con Tauro, Casa II y Venus, luego con Géminis, Casa III y Mercurio, y así
sucesivamente. A Mercurio y a Venus vamos a tener que repetirlos en Virgo y
Libra, pero está bien, aquí nos interesa su traducción a signos. Y sugeriría
calurosamente usar para los de doble regencia solamente a los transaturninos. En
el caso de Pasolini, no sorprende que el signo de más puntos surgiendo de esta
operación sea Piscis, seguido de cerca por Sagitario, éste por Libra, luego
Aries, etc., hasta llegar a Capricornio, claro dominante por carencia (lo
precede Escorpio).
Entonces, habíamos visto que la distribución zodiacal “pura”, es
decir, previa a la consideración de los ángulos, mostraba en el mapa de
Pasolini una preponderancia de agua mutable, con elementos también de aire y
fijeza y clara minoría de fuego y cardinal. Que la domal sin Ascendente y
Mediocielo resultaba en mucha angularidad y cadencia, con presencia prioritaria
en casas de fuego y, en segundo lugar, de aire, y casi total ausencia en casas
sucedentes y de tierra. Y que, a través del puente que supone entre estos dos
planos el Ascendente Piscis y el Mediocielo en Sagitario, se realzaba por signo
la preponderancia de agua mutable y quedaba ahora tierra cardinal como minoría,
y que el fuego cadente, seguido ahora por el fuego angular, se confrontaban más
todavía con la tierra sucedente, en el orden de las casas. Y que Venus era el
planeta claramente dominante, seguido por una corte compuesta por Urano,
Neptuno, Marte, Júpiter y Sol, diferenciándose claramente del resto de los
planetas, a saber Saturno, Luna, Mercurio y Plutón, en franca minoría.
Propondría por ahora ordenar esta información del siguiente modo:
Profundamente, QUIERO Piscis + (Esc/Gem) - Aries
pero TENGO QUE
I/IX + (VII/III) - II
y, A TRAVES DE
Piscis y Sagitario
VOY A:
VEN Pis IX + (UR/NE/MA/JU/SO Esc/Gem I) -
(LU/SA/ME/PL Cap II)
En última instancia, lo que me define es:
Piscis +
(Sagitario/Libra/Aries) -
Capricornio
Aquí se dio el hecho de tener que incluir a los diez planetas en la
formulación, pero es totalmente infrecuente; unos cinco es el máximo habitual.
A mis ojos, el ordenamiento ya de por sí comienza a tornarse elocuente, pero
intentemos, por supuesto, interpretarlo (sin olvidar, de todos modos, el
silencioso registro sensible y afectivo que supone estar meramente en contacto
con tales agrupamientos de símbolos).
“Profundamente, quiero Piscis”. ¿Qué quiere Piscis? ¿Qué función
le toca en ese momento y lugar del zodíaco? Como último signo de la serie, le
corresponde cerrar el círculo, dar cuenta de la totalidad, reintegrarse a esa
Nada (o ese todo, ya que en términos lógicos son reversibles, como bien vio
Hegel) de la que emergió el Uno, Aries, simbolizada por el punto, y con la que,
en la búsqueda inevitable de su realización, se llega aquí nuevamente a
reflejar por identidad (en el sentido de lo idéntico). Entonces, para dar
cabalmente cuenta de tal experiencia, se es todo y no se es nada, la afirmación
necesaria (por incluyente) de cualquier parte o partícula hace imperiosa su
negación, para poder seguir consciente (o más bien, sensiente) de ese Todo. Se
pierden los límites para llegar a la síntesis, a la perfección, que es sinónimo
de fin, de anulación. El todo y sus caóticas partículas invaden y desgarran
dolorosamente la ilusión de lo particular, del ser, la ilusión del Maya, y sólo
queda comprender, y sacrificar lo que hay, para volver al silencio y el vacío
de la Unidad, o, con palabras de Deepak Chopra, al fértil océano de las
infinitas posibilidades de lo inmanifiesto. El signo de Piscis quiere, entonces,
todo esto, y para hacerlo buscará los caminos que mejor se ofrezcan a la
experiencia humana individual: el servicio, el arte, la inspiración, la evasión,
la fantasía, la degradación, la santidad, la ilusión... Pero dejémoslo por
un rato hablar al mismo Pasolini:
“Todo es santo, todo es santo. No hay nada de natural en la
Naturaleza. Todo es santo, pero la santidad es al mismo tiempo maldición. Los
dioses aman y odian a la vez... El doloroso estupor de saber que toda aquella
luz por la que un día vivimos, fue solamente un sueño sin justificación,
irreal, manantial ahora de vergonzosas, solitarias lágrimas... ¡Me he
equivocado en todo! Balance de mi vida: negativo. Es el momento del silencio y
el vacío... Supe desde muchacho, sí, lo supe, lo que tenía que ser, lo que
tenía que hacer: todo. Yo no debía ser bueno sino santo, no un hombre nada más
sino un gigante, y no sólo elegante, sino exquisito, puro... La contaminación
estilística (constante en mi trabajo) desemboca en una mezcla invertebrada, una
acumulación magmática de elementos heterogéneos... El retorno religioso a las
entrañas maternas, la aceptación de la derrota en la lucha intestina con la
burguesía, ya no dejan lugar para la acción... El mar se derrumba en lentas
oleadas grandiosas de granulado azul, trabajando con furor uterino, indomable,
casi dichoso, porque la dicha existe aun al realizar el acto más atroz del
destino, y resquebraja tu isla reducida tan sólo a unos metros de tierra... En
los sueños, en el comportamiento cotidiano -cosa común a todos los hombres- yo
vivo mi vida prenatal, mi feliz inmersión en las aguas maternas; yo sé que allí
existía”. Y el título de su última obra publicada en vida (1975) era
nada menos que “La Divina Mimesis”.
¡Ré-Piscis!
(En adelante, comillas y bastardillas serán utilizadas exclusivamente
para enmarcar su discurso. Las citas son tomadas todas del excelente libro que
el biógrafo y ensayista Virgilio Fantuzzi escribiera sobre él poco después
del asesinato, en donde figuran, en cada caso, el lugar exacto en el que fueran
dichas por Pasolini. Por razones de espacio y fluidez remito al lector al libro
en cuestión).
Habíamos visto que también tenía componentes fijos y de aire,
enunciados como Escorpio/Géminis en función auxiliar. Quizás los ejemplos lo
hayan ya demostrado, pero el mismo uso de la palabra, la contradicción, la polémica,
los contrastes, cierto cinismo juguetón, la penetración de mirada y de mente,
la inquietud, la pluralidad de contactos sexuales, entre otras cosas, son todas
expresiones de puesta en juego de una tendencia que también está latiendo ahí
dentro, al servicio de los mencionados objetivos de Piscis. Y supuestamente (jé
jé) no se identifica demasiado con Aries, es decir con el concepto del Ser, el
hacer, el empezar a afirmar y definir, el protagonizar. La Vida es un Sueño del
cual uno es sólo un destello, y es la tesis que querrá ilustrar en sus últimas
películas, incluida su más conocida obra de teatro, “Calderón”, inspirada
en la conocida pieza de dicho autor, y de la cual pudo verse en el Teatro Payró
de Buenos Aires una muy bella versión dirigida por Felisa Yenyi y protagonizada
por los jóvenes Laura Novoa y Leonardo Sbaraglia.
Pero... TENGO QUE Casa I (y IX), es decir, Aries. Estoy arrojado a la
vida misma en el sentido más concreto y pulsante, y algo me compulsa a ser,
hacer, protagonizar, pelear, moverme incansablemente, deshacer, rehacer,
distinguirme del medio... Todo aquello que Piscis quería lo voy a encontrar
contrastado por las necesidades de mi cuerpo, del deseo, de la dura lucha por la
vida (“Este deseo de poder contar, al menos, con el pan, y con un poco de
modesta alegría”, escrito de juventud muy afín también a su Luna en
Tauro). Lo que supuestamente no quería se hace súbitamente presente, cuando no
urgente, y se da el intenso fenómeno de complicidad entre una carencia a un
nivel y una preponderancia a otro. El cuerpo (casa I) y la inevitabilidad de los
propios actos van a sacar chispas dolorosamente a la confrontación con la
vivencia y la motivación Pisciana, así como la necesidad de buscar y dar
cuenta de una verdad, de un sentido que permita orientar a esta vida al revelar
su calidad de absoluto (IX), con todas las connotaciones morales que esto
pudiera implicar:
“Estaba por entonces casi recién parido a un mundo, donde la
entrega de un adolescente, incauto, animoso, monstruosamente tímido, ignorante
de todo otro secreto que no fuese ideal, se convertía en humillante signo de
escándalo, en santidad ridícula... Mil lágrimas brotan por cada punto de mi
cuerpo, desde los ojos a las yemas de mis dedos, desde la raíz del pelo hasta
mi pecho... Pobre, vestido con las ropas que los pobres contemplan en
escaparates de burdo esplendor... ¿Qué es lo que debe hacer un negro que se
encuentre, por casualidad, en un cocktail de purísimos anglosajones, en un
barrio residencial donde se prohíbe habitar incluso a los sudeuropeos? ¿Avergonzarse
de su negritud? ¿Fingir que no lo es? Pues bien, la obra de un autor es como la
cara de un negro: él es revolucionario con su misma presencia, por el hecho de
ser negro... La enmarañada consciencia que tengo de mí mismo no es sino una
astilla inmaterial clavada en mi corazón... La obsesión por testimoniar me
desgarra. El gusano de la conciencia, la religiosa loca conciencia que
inmoviliza la picota de la vida inconsciente... Todo ésto lo sé porque lo
vivo” (al ser preguntado por los fundamentos de las gravísimas denuncias
políticas de sus últimos escritos polémicos). “El cine tiene la
peculiaridad de sacar a la luz la verdad psicológica de la persona que allí
aparece. Su esencia moral se ve con toda claridad en la pantalla como a través
de, no sé, un análisis químico o una radiografía... Lo de escandalizar, ¿no
será un acto que realiza un autor para que revierta sobre él? ¿Un acto,
digamos, de sadomasoquismo o lesión? ¿Un acto que resulta expresivo en cuanto
a pública punición de uno mismo, de tal modo que el escándalo no tenga ningún
valor de por sí, en las formas y en los contenidos de la obra, sino en lo que
resulta por recaer sobre la persona del autor?”
En el otro polo, las consecuencias de Ser en el mundo, de estar ahí,
presente y material, continuando con dicha existencia (casa II como función
domal inferior), aparecen como un fantasma que lo perseguirá de diversas formas
y de por vida, como veremos más adelante.
La única forma de poder paliar la tensión del contraste fundamental
entre el plano zodiacal y el domal, era en este caso el puente ofrecido por el
Ascendente Piscis y el Mediocielo en Sagitario, es decir, exacerbar hasta sus últimas
consecuencias las características más totales, disolventes y morales (cuando
no espirituales) de sus aspiraciones, convirtiéndolo en un genuino extremista.
En este desboque del buscador de la verdad absoluta en la nada, la
(auto)refutación, la desnudez de la carne viva (“La búsqueda de la
autenticidad expresiva comporta un riesgo de incertidumbre y desequilibrio.
Transparente hasta la exasperación, tuve la mala suerte de expresar con gestos
claros mis propias obscuridades”), se dibuja ya la estructura, digámoslo así,
encarnada, de la carta natal, es decir, con los ángulos soldando y permitiendo
el libre fluir entre el plano zodiacal y el domal, con todo el orden de
complejas relaciones planetarias que esto conlleva. Y desde este orden Venus se
nos aparece como el planeta más dominante, guardando íntima correspondencia
con la identidad que Pasolini ofreció al mundo: el artista, el amante, el
legalista, el poeta. Los actos o verbos que caracterizan a dichos personajes son
los que pondrá al servicio de la búsqueda de Piscis bajo las exigencias, roles
o situaciones irrecusables en los que lo sitúa la casa IX dominante,
confrontados a Capricornio y casa II y los planetas Saturno, Luna, Plutón y
Mercurio, símbolos, en esta carta, de costados fundamentales de su función
inferior. Veamos cómo se expresa esto en su historia.
Pasolini define así sus progenitores: “un padre conformista y
autoritario, una madre como víctima amorosa”. ¿A qué les suena? Con
Capricornio y Saturno como función inferior y éste último presente en VII (el
otro), parece que hubiera una negatividad claramente proyectada hacia la figura
parental de autoridad, y si bien hay un Sol en I (que hablaría, por el
contrario, de una identificación con el padre), la fuerza del signo de Piscis,
con su connotación simbiótica e intrauterina (vimos que él mismo manifiesta
varias veces su deseo de no haber nacido, de continuar flotando en el océano
ilimitado del líquido amniótico, y al respecto, las imágenes inicial y final
de su “Edipo Rey” son abismales), más la conjunción del ultrafemenino
Venus, planeta dominante de esta carta, al dominante siguiente, Urano (desconexión
de lo biológico, y, asociado a Venus, clásica inversión sexual), y la
positividad de esa Luna exaltada en Tauro y en sextil al Venus, quintil al Sol y
75° a
Urano, todos ellos dominantes en casa I, muestran la casi matemática
probabilidad, sino coerción, a identificarse conscientemente con aquella “víctima
amorosa”, evidenciado en su notoria y escandalosa para entonces homosexualidad
pública. Su madre, y por extensión, mujeres de personalidad intensa y
afirmativa, serán el principal interlocutor positivo (“Hay un amor sin
palabras, un amor que no miente: el amor de la madre”). No en vano
protagonizaron sus películas actrices del temperamento de Ana Magnani, María
Callas, Silvana Mangano, y hasta la propia madre apareció en algunas, llegando
a ser en “El Evangelio Según San Mateo” la misma Virgen María sufriente al
pie de la Cruz (tácita identificación personal con Jesucristo sobre la que nos
detendremos en un momento). Si bien este juego de roles parentales es
fundamental y fundante (como él muy bien lo sabía, freudiano convencido: su análisis
edípico de “Crimen y Castigo” es brillante), no es por supuesto el único
plano en el que se manifiesta, ni de hecho el más revelador. Pero continuemos
con la historia.
A Pasolini le tocó vivir en su adolescencia pueblerina de Friuli los
duros estertores del fascismo italiano, a los que luego sucedió inmediatamente
la guerra civil. Su sensibilidad e inquietudes literarias, combinadas a los
traumáticos desórdenes políticos, lo llevaron a tomar contacto y profundizar
en la obra de Marx y de Gramsci, bandera de la izquierda italiana. Siempre se
consideró parte del PC (aunque, como era de esperar con esta carta, las
relaciones con el partido como tal fueron siempre muy conflictivas). Avanzó en
sus experimentos estilísticos con la lengua italiana hasta llegar a ser muy
reconocido en las camarillas intelectuales, y su primer libro de poesías fue el
primero que se publicara en el dialecto de su Friuli natal (¡Luna en Tauro en
conjunción a la cúspide de III!). En Roma, creció su actividad en los círculos
literarios y políticos, así como su eterna sensación de desarraigo, y comenzó
a tomar contacto en carne propia con las bases y contrastes del orden social
imperante, frecuentando las borgatte, es decir, las villas miserias, en un
intercambio de hecho carnal con los muchachos que las poblaban (durante los
primeros años se ganó la vida como maestro). De estas experiencias nacieron
sus primeras novelas, que le permitieron ser cada vez más (y polémicamente)
reconocido, y su acercamiento al mundo del cine, comoo guionista o asistente de
Federico Fellini, Mauro Bolognini, Bernardo Bertolucci y Franco Rossi.
Finalmente, hizo con mucho éxito sus primeras incursiones como director, pero
el escándalo lo seguía como una sombra. Su sensibilidad a las raíces
espirituales del problema social lo llevaron a un constante diálogo con la
Iglesia Católica, en el que nunca quedaba muy bien parado: si bien salió
siempre absuelto, sufrió literalmente decenas de juicios por obscenidad (desde
ese punto de vista, sus películas parecen, veinticinco años después, ingenuos
cuentitos de hadas: algo que él había vaticinado como otra fase en el
desarrollo del capitalismo). “La Iglesia, si es que quiere sobrevivir en
cuanto a Iglesia, sólo puede hacer una cosa: abandonar el poder y abrazar
aquella otra cultura -que ella siempre ha odiado- y es, por su misma naturaleza,
libre, antiautoritaria, en continuo devenir, contradictoria, colectiva,
escandalosa”.
La unión de los dominantes Venus con Urano y Neptuno dan la idea del
diverso (no sólo sexualmente hablando), del arte marginal y transgresor, y del
humanismo que tiñe todos sus actos. Se aparejaría, además, con un rasgo, más
que romántico, casi extraterrestre en el amor (manifestaba una gran dificultad
para unir felizmente el amor a la madre con el deseo por los muchachos: sus dos
grandes amores conocidos, conocidos protagonistas de sus películas -Franco
Citti y Ninetto Dávolo-, y extraídos de las borgatte, o eran de orientación
prioritariamente heterosexual, o no pudieron pasar del plano de la amistad). Por
supuesto, también con el cine, sobre todo la dirección, si agregamos la otra
dominante, el Sol. El Sol, Marte y Júpiter, junto a los otros tres antes
mencionados, reúnen todos una connotación de idealismo quijotesco y
creatividad, un amoroso intento de liberar a la humanidad de sus cadenas, y
agregan una enérgica combatividad y actos heroicos en la gesta por la apertura
y el bienestar en general. En el polo opuesto, claramente aparecen Saturno,
Luna, Mercurio y Plutón en Capricornio en Casa II como la sociedad capitalista,
demonizada por su contraste sombrío y opaco, para peor, relegado a la Sombra.
Es Layo, el padre terrible al que idealmente habría que matar y devorar
(“Porcile”), pero que de todos modos devora a sus hijos no obedientes; o
Kali/Medea, la madre asesina. El poder absoluto (Saturno/Plutón) del Estado
(Capricornio) mediante el Capital (Casa II), hecho actos en los mecanismos de
consumo (Luna/Mercurio), a los que ocupó sus últimos años en denunciar.
Pero con las dominantes Sol/Urano en I, él era muy autoconsciente de su
identidad con el enemigo. Descontando los costados literarios y poéticos de
Luna/Mercurio, o la asunción de roles de poder (en la dirección cinematográfica
y en su solitaria pero muy escuchada crítica política) evidenciada por
Saturno/Plutón, el laborioso ascenso que supuso su carrera artística e
intelectual (Capricornio), y las duras para él concesiones en toda una primera
etapa de vida (Casa II), lo hacían sentirse traicionando sus más íntimas
identificaciones conscientes: “Tambien yo, como Moravia y Bertolucci, soy
un burgués, más aún, un pequeño burgués, una mierda, y estoy convencido de
que este hedor no sólo es un perfume sino el único perfume posible del
mundo... Me voy adaptando a la degradación, y estoy aceptando lo
inaceptable”.
Cuando en un momento decidió como protesta celebrar a los cuerpos a través
de la “Trilogía de la Vida” (“Decamerón”, “Los Cuentos de
Canterbury” y “Las Mil y Una Noches”), su inmenso éxito comercial, si
bien satisfactorio a nivel económico (todavía hoy reaparecen en los cines
semi-porno de Lavalle), fue vivido como un fracaso en términos ideológicos, y
decidió contrarrestar abjurando de la Trilogía con la película más terrible
filmada hasta entonces (y quizás nunca): “Saló”, sobre la novela más
abominable del Marqués de Sade, ubicada en la Italia fascista y con la que
quiso retratar la modernidad como lisa y llanamente el Infierno (Saturno/Plutón).
Fue asesinado antes del estreno.
Antes de comentar sobre el juego de proyecciones e introyecciones de la
función inferior y superior en su carta natal, quisiera referir a la línea común
a dichas funciones, es decir, aquello que se superpone por analogía, los
contenidos idénticos de la luz y la sombra. La figura de Jesucristo (y su
Sagrado Corazón: Sol/Venus en Piscis en I)
es la que quizás exprese de un modo más positivo dicha confluencia, y
sobre todo el Misterio de la Encarnación y la Crucificción, muy similares en
el simbolismo esotérico: el hombre tomando forma en este duro mundo material,
simbolizado por la Cruz y Capricornio, y al mismo tiempo Piscis, sabiéndose no
de este mundo, y y su doloroso sacrificio. Temas sobre los que tratan dos de sus
películas más conocidas: “El Evangelio según San Mateo” y “Teorema”,
en donde se ven reflejados los costados tanto unificados como conflictivos del
simbolismo de su carta en este drama cósmico (que a nivel mundano no termina
nada bien, como le pasó al mismo Pasolini). Sobre todo en la segunda, en donde
el desierto en el que peregrinan los hebreos se homologa al blanco y negro de
una familia actual pequeño-burguesa (la función inferior), visitados por Dios
en la forma de un bello joven technicolor con el que todos mantienen relaciones
sexuales (función superior); tras su partida, cada uno responderá a la
ausencia de Dios demostrando la tesis del Teorema: “Haga lo que haga, el
burgués siempre se equivoca”. “Me interesa el extremismo de Cristo, su modo
tajante de cerrarse en banda, su radicalismo total y absoluto... Cristo perdona
fácilmente los pecados individuales, pero es intransigente con los pecados
sociales. El ha dicho: El que me ame, reniegue de sí mismo, lleve su cruz de
cada día, arriesgue su vida. Es intransigente contra el pecado de
irresponsabilidad, de falta de tensión de espíritu, y, en suma, de acuerdo fácil
con la vida... Es preciso arriesgarse. ¿No es esto lo que enseña el pobre
Cristo clavado? La claridad del corazón bien se merece cualquier humillación,
cualquier pecado, cualquier pasión... Desilusionar. Saltar sobre las brasas
como mártires tostados y ridículos: el camino de la verdad también pasa por
los más horrendos lugares del esteticismo”.
Pero son más aparentes los costados conflictivos de la interacción:
cuando Pasolini vio la traición que le supuso a su línea de vida y
expectativas generales el éxito de la Trilogía de la Vida (“Aquella lucha
por la democratización del derecho de expresión y por la libertad sexual,
fueron luego instrumentalizadas por el mismo poder al que trataban de
oponerse”), además de la última película mencionada, elaboró una extraña
teoría sobre el cine y la vida, en la cual afirmaba que de algún modo todo es
un sueño que prueba la existencia misma del soñante, es decir, Dios: “He
llegado a la conclusión de que el cine, al reproducirla, realiza una perfecta
descripción de la realidad; y que el sistema de signos del cine es, en la práctica,
el mismo sistema de signos de la realidad. ¡Por lo tanto LA REALIDAD ES UN
LENGUAJE! Ahora bien, si la realidad habla, ¿quién es el que habla y con quién
habla?... La verdad no se encuentra en un sólo sueño, sino en muchos sueños”
(¡Piscis/IX!) “¿Pero en cuál de estos sueños se encuentra la vida? En
el único, entre todos ellos, que nunca se realizará: el sueño de la revolución
auténtica, que lleva consigo la verdadera libertad... No hay nada técnicamente
más sagrado que una panorámica lenta... La vida es como un inininterrumpido
plano-secuencia cinematográfica; la película que narra la vida de un hombre no
es más que un conjunto de fragmentos seleccionados en el interior de este largo
plano-secuencia; la operación de montaje equivale a la operación de la muerte,
la cual realiza una rápida síntesis de la vida pasada; la luz retrospectiva
que proyecta sobre esa vida, selecciona los puntos esenciales y los convierte en
actos míticos fuera del tiempo”.
Piscis ya se había bandeado para lugares totalmente irreales en su
repulsa de lo capricorniano, y mientras éste expresaba su costado más oscuro y
realista en las ruidosas y persistentes denuncias contra los líderes de la
Democracia Cristiana, quienes a sus ojos estaban llevando adelante lo que él
llamaba “un genocidio”, se sumía en una cada vez mayor desesperación y
odio a su cuerpo, a su sexualidad, a su persona y a la sociedad toda, en un
fatal realismo pesimista que probó ser visionario. “La gente que se afana
por un bienestar ilusorio. Que frecuenta los bares lúgubres, los cines lúgubres.
El gris de sus vestidos sobre las calles grises, su sumisión a los dictados de
los amos... El consumismo consiste exactamente en un verdadero cataclismo
antropológico; y yo vivo existenciamente ese cataclismo, que, al menos hasta
ahora, es pura degradación; lo vivo en mis días, en las formas de mi
existencia, en mi cuerpo... La realidad de los cuerpos inocentes ha sido
violada, manipulada por el poder consumista... El poder se me aparece como un
todo, pero además como un todo transnacional... La reponsabilidad de la
televisión en imponer el falso modelo es enorme. Debe ser odiada como se odian
los campos de concentración nazis... La liberación del hombre pertenece a la
esfera de lo inexistente (a no ser en la nostalgia y el deseo), mientras que el
poeta vive en este mundo, marcado por la falta de verdadero amor, para cargarse
al hombro las culpas por cuanto no se ha hecho o se dejó a medio hacer... ¡Ah,
burguesía, has logrado identificar contigo a todo el mundo; esta identificación
pronostica el fin del mundo, pero el fin del mundo también será tu fin!”.
Dominantes por preponderancia y por carencia conflagran en el siguiente autorretrato: “Aspecto exterior desfigurado por una mística delgadez, la boca consumida por los besos y las acciones impuras, el pómulo y la mandíbula distantes: el pómulo alto, próximo al ojo, y la mandíbula caída sobre la seca piel del cuello. Entre ambos, una cavidad oblonga que hace que el mentón sobresalga, casi en punta: ridículo como toda máscara de muerte. El ojo desecado es un espasmo, tanto más vil cuanto más se asemeja a los espasmos de los santos: una sequedad alucinada que parece adherirse como cola que mana de la pupila redonda, a las cosas sobre las que posa su brillo, a veces demasiado violento, a veces demasiado esquivo. Y en medio la nariz, de gruesa piel y gruesas fosas, sobre el labio superior ya casi inexistente de puro consumido: la nariz humana de la bestia, que hace de sí misma un conejillo de Indias de las propias ansias, que se van haciendo, como gangrena, cada vez más naturales”.
O en las manifestaciones desordenadamente ubicuas y
ya, a esta altura, negativas de la función inferior en su dialéctica con la
superior: “Soy un autor sin autoridad... Las represiones hacen de mí un
S.S., o un mafioso. Y yo, esto es lo tremendo, lo sé, lo soy... La vida tiene
sus colores: el color de la aridez, el color de la abyección, el color del
miedo, el color de la ironía, el color de la falta de color... La obsesion de
no haber cumplido mi deber tan sólo por haber holgazaneado una hora, por haber
perdido un día; o haber llegado tarde por la noche... Viejo Miguel Angel, voy
en búsqueda de algo para lo que la búsqueda de un estilo me ha servido tan sólo
de locura, de mística repetición... ¡Sexo, consolación de la miseria!... ¡Verguenza
y esplendor! ¡Verguenza y esplendor!... Tú me acusas de idealismo (no en el
sentido filosófico, sino existencial). Tú no sabes hasta qué punto he
envidiado siempre tu falta de idealismo enfermizo. Pero tú eres cínico (como
Diógenes, como Menippo... como Hobbes), no crees en nada... Y sin embargo
existo, sin tu rigor, porque nada elijo... Un pueblo cuyo clamor no es otra cosa
que silencio... Vivo en el sin-deseo de la pasada postguerra, amando un mundo
que odio, perdido en su miseria despreciable, con un oscuro escándalo de
consciencia”.
Este particular Cordero de Dios apareció en las tapas de todos los
diarios bañado en sangre y con el rostro desfigurado por un auto pasado varias
veces arriba de su cadáver en la madrugada del Día de Todos los Muertos
(Saturno/Plutón), el 2 de Noviembre de 1975. Todos los medios se afanaron en
dar por cierta la versión de que el asesino era un muchacho que él había
conocido esa noche en uno de sus frecuentes encuentros ocasionales. Y si bien
fue sentenciado por homicidio, existían pruebas concluyentes de que el autor
había sido un grupo, probablemente neofascistas mandados por los mismos
sectores del gobierno que el posterior escándalo internacional de la P2, Licio
Gelli y el Banco Ambrosiano pusieron en evidencia.
“En el vientre de la madre se gestan hijos ciegos, sedientos de luz, niños
anquilosos llenos de alegres instintos, y el mundo los rechaza”.
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Espero haberlos interesado en la relevancia y la utilidad de mirar la
carta natal con criterios ocasionalmente cuantitativos, y que hayan encontrado
conceptos o imágenes que pudieran servir de inspiración para este trabajo
cotidiano de comprender mejor cómo funciona nuestra Astrología.
Quisiera agradecer al lector por su paciencia, y a todos los que me
precedieron en este camino, así como a los colegas, estudiantes y consultantes
con cuyo intercambio se fueron forjando estos criterios. Y muy especialmente a
Kuqui Guirnalda por haberlos valorado y difundido desde un primer momento, a Rubí
Leza, directora de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires, por
haberme dado en su momento el espacio y la confianza para desarrollar los
lineamientos que en que se basan, a Silvia Ceres por el coraje, esfuerzo,
generosidad e inteligencia puestos en juego para la organización de estos
maravillosos y tan necesarios encuentros, y a Adriana Poch Kade, por el regalo
invalorable de su amistad.
(fin)
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