LA LUZ Y LA MEMORIA: SANGRE VIENESA

 

 

Epaté le buryoá

 


Autor              Iannis Zómbolas

Ella                  Helena Barak
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Los otros        Fabiana Aballay/Alejandra Saccullo/Carla Cincioni
                      José Raúl Pose González/Iván Larroque
Acordeón        Jerry Brignone


Vestuario         Gladys Quevedo
Dirección         Jerry Brignone

 

 


"Sangre Vienesa" es un espectáculo que estrené el 2 de septiembre de 1988 en el Centro Cultural Rojas de la Universidad de Buenos Aires. No pudo tener ese título por la sempiterna arbitrariedad de Argentores y entonces opté por "Epaté le buryoá", pero entre nosotros seguimos usando el original. Luego de dos meses de representaciones hicimos una breve temporada en un pub de Palermo Viejo llamado el Pozo Voluptuoso y finalmente otra a mediados de 1989 en el Teatro Stella Maris de San Isidro. En 1998, diez años después de su estreno, lo refloté por un par de meses en la Manzana de las Luces.

La idea nació poco menos de un año antes cuando con mi esposa Fabiana y yo estábamos pensando en hacer espectáculos teatrales callejeros en plazas, ferias y similares actuando ambos mientras yo tocaba el acordeón. Habíamos ensayado más de un número unitario de unos diez a quince minutos de duración cada uno, pero todavía no habíamos hecho nada a público. Uno de esos números estaba vagamente inspirado en un famoso cuento corto del norteamericano Jack Ritchie (1922-1983) publicado en 1961 con gran éxito bajo el título “For all the rude people”. En él un hombre al que le diagnostican una enfermedad terminal mata en un momento de impaciencia e indignación moral a una persona prepotente y maleducada, y luego hace de eso una vocación que deviene en epidemia.

En nuestra versión era una mujer quien protagonizaba una circunstancia similar pero con situaciones muy distintas al cuento y más afines a nuestra idiosincrasia local. Como el proyecto de teatro callejero con Fabiana se abandonó porque ella había entrado a formar parte de un espectáculo muy importante, continué pensando en la posibilidad de ampliar la obra a casi una hora, expandiendo las posibilidades dramáticas de la primera idea y protagonizando ahora una de las actrices con las que había hecho hacía poco “Técnicas”, Helena Bara
kovic. Fabiana, un amigo que hacía su debut como actor y yo completaríamos el elenco y desde luego el acordeón, el personaje principal.
 

 

 


El estilo general era vaudevillesco y farsesco, donde el tono del espectáculo lo establecía la sucesión de las músicas del acordeón que no paraba de tocar en escena y era inclusive por momentos portado por el actor ejecutante de aquí para allá hasta bailando mientras tocaba, en donde todo tipo de temas, estilos y géneros se alternaban o fundían durante esa hora entera, mezclados con música incidental. Por supuesto Johann Strauss hijo con el vals que intitulaba la obra, tocado de muchas maneras, incluida versión de tango. El Candombe Negro de Julio Sosa fue eje de una escena muy festejada, así como la Fiesta Negra de los Wawanco. Lo mismo Tú Me Prometiste Volver de Pimpinela, que en una progresión dramática y vocal desopilante desembocaba en el Remember O Thou Man de Thomas Ravenscroft del siglo XVI a dos voces acompañando uno de los asesinatos. Se sumaban la Marcha Fúnebre de Chopin, el Minué en Sol de Beethoven, más el vals Sobre las Olas en estilo de organillo de circo, un chamamé, música ambiental de película de terror y alguna más.

La protagonista, que hablaba mucho ya que era quien narraba el hilo de su historia, llevaba un vestido negro de los años 20 ó 30 muy elaborado y la poquísima utilería era elementos de juguete, empezando por la pistola asesina, con todo iluminado tanto por luces blancas como por otras muy coloridas alternando para evocar el ambiente de un circo o de un cabaret berlinés. Gustó mucho, en las buenas funciones la gente reía a carcajadas y gustaba de la originalidad de la propuesta: recién empezaba la manía hollywoodense con los asesinos seriales que hoy ya aburre hasta el hartazgo, pero entonces era novedoso y al menos en el teatro yo estaba siendo pionero de esa nueva ola (el único antecedente que conozco es la comedia musical del barbero asesino Sweenie Todd estrenada diez años antes en Broadway pero todavía no en Argentina). Como suele suceder cuando no hay fondos para prensa, los críticos no vinieron para pronunciarse sobre los posibles valores de la propuesta.

Cuando al año siguiente del estreno hicimos las funciones en el teatro de San Isidro, Fabiana estaba en una obra en el San Martín con Pepe Cibrián y entonces la reemplazó otra de las actrices de “Técnicas”. Y cuando la repusimos diez años después, volvimos a estar Helena y yo mientras que los otros dos roles los hicieron dos nuevos jóvenes actores, incluyendo a la Ismena de “Idipus Tyrannos”. En esta ocasión la obra gustó, pero en diez años había perdido toda su frescura, y el mensaje tenebroso, demoníaco y funéreo apenas tácito en la versión del estreno, había quedado completamente expuesto y descarnado de un modo no precisamente agradable: no es lo mismo vaticinar los horrores argentinos e internacionales del nuevo orden mundial que estar desahuciados por ellos después de tantos años. Fue un placer cuando bajó de cartel.

Así como cambiaron algunos actores, en cada ámbito que estuvimos hubo que hacer algunas modificaciones espaciales y visuales que le dieron una apariencia general distinta en cada ocasión: en el Rojas era un tablado de feria; en el Pozo Voluptuoso, con su pequeñísimo escenario chorizo, un cabaret alemán; en el Stella Maris, como el escenario era inmenso y la obra no estaba cómoda, la actuamos toda en el proscenio, delante del telón rojo, que dio un fondo de color muy fuerte, amén de la frontalidad que la puesta ya tenía pero que la falta de profundidad del proscenio realzaba y que la hacía parecer music hall; y en la Manzana de las Luces era el clásico escenario a la italiana, rodeado por el negro de la boca de escena y las paredes.
 

 

 


Así como cada lugar impuso un concepto espacial diferente, cada versión tuvo su propio prólogo, muy distinto. En el Rojas ninguno en particular, mientras que en el Pozo Voluptuoso, para hacer un poco más extenso el espectáculo, le anexé la obra breve “Máscaras” con la que diez años atrás había hecho mi debut como director, aunque ahora con un concepto de puesta totalmente distinto y que era coherente con la obra que prologaba. En el Stella Maris armamos una obertura de unos intelectuales europeos que llegaban por entre el público, se sentaban en butacas en el escenario con el telón abierto y aparentemente eran reporteados en varios idiomas y todo el tiempo no diciendo nada (la puesta de Sangre Vienesa fue inspirada por el momento político argentino y por el clima particular producido por la caída del Muro y el fortalecimiento de la Unión Europea). Finalmente cantábamos a unísono la canción infantil “Entre las ruinas de un viejo cementerio” y todo ese juego formal de naderías del prólogo se cerraba con el telón, para continuar luego la obra en el proscenio. La versión de la Manzana de las Luces comenzaba con un monólogo mío ridículamente afrancesado apologético de las vanguardias de principios del siglo XX, no me puedo acordar por qué.

La versión que quedó registrada en video es la de la última función en el teatro Stella Maris y afortunadamente los actores están todos en forma, luego de más de diez funciones de afiatamiento. Es una de las mejores grabaciones que hay de una puesta mía, en parte porque quien filmó lo hizo con cámara al hombro y bastante buen manejo de la misma y criterio respecto de a dónde ir enfocando y con qué apertura de cuadro, aunque lamentablemente se perdió el minuto final. De modo que grabamos un tiempo después con Helena, que en esta obra tuvo una actuación excelente, una descripción de ese minuto perdido para completar el registro. Parece que había un karma negativo con esto, porque veinticinco años después, al hacer la digitalización, además de que se perdió color y definición de imagen, la persona a cargo también perdió parte de ese final, por lo que está agregado en una grabación casera de dos minutos al final de la página. 

 

MASCARAS II

La obra “Máscaras” que prologó desde el 23 de octubre de 1988 el espectáculo "Sangre Vienesa" en el Pozo Voluptuoso, tuvo un enfoque radicalmente diferente a la puesta de 1979 de la que hablo en otra parte. Para comenzar, tanto la versión de Gerstenberg como la que yo hice la primera vez tenía cuatro actrices, mientras que en esta ocasión lo reduje a dos, que pasaron a ser Alejandra y Fabiana. Cada una actuaba la mujer culta como fachada y también su yo interior, en forma de apartes al público. Cuando estaban a la mesa, estaban enfrentadas de perfil y a la cualidad plana de esa posición se le agregaba que toda la utilería, mesa incluida, era verticalmente plana, sobre cartón blanco y de líneas negras curvas llenas, sin sombras, destruyendo la noción naturalista de tridimensionalidad, tan artificiales como las actuaciones, de un tono muy alto y farsesco que jugaban hiperbólicamente con el ridículo y con lo gracioso de la contradicción entre las dos facetas de los personajes y su correspondencia en dos dimensiones espaciales: el “exterior” plano y el expresionismo en tres dimensiones de su interioridad.

Las dos actrices lucían vestidos, maquillajes y peinados de los años 60 brillantemente diseñados por la vestuarista Gladys Quevedo. Tanto en el inicio (si se quiere, el prólogo del prólogo) como en posteriores cortes abruptos y puramente formales que realizaban las actrices en el medio del texto, cantaban a dos voces una versión sin letra caricaturesca de Yo soy la ternura de Sergio Dennis como elemento de extrañamiento y articulador que redondeaba el tono de la puesta. De este modo se subrayaba el factor común de las dos obras, “Sangre Vienesa” y “Máscaras”, vinculado a la cortesía, la hipocresía, los dobles criterios y, en términos estilísticos, un humor sutil y exquisito en constante gradación con lo burdo y chabacano como recurso siempre oportuno para mofarnos de y celebrar las contradicciones más criminales de esa deliciosa burguesía a la que, según Pasolini, todos pertenecemos.

 

 

 

 

VIDEO DE "SANGRE VIENESA" 

 

Youtube online 67 min.

 

(o descarga Google Drive 2 GB)
 

 

coda agregada de 2 min. (youtube)

 

 

 

 

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